Según una encuesta de la Universidad de Belgrano, el aumento que más afectó a la población es el del transporte, que ahora se refuerza con la suba en el subte desde julio. Otro estudio, vinculado a los autoservicios chinos, asegura que esta modificación en las compras masivas no se veía desde el primer semestre de 2002.
La encuesta indica que, de todos los incrementos tarifarios registrados en los últimos tres meses, el que más afectó la vida de las personas es el del transporte, señalado por el 41% de los entrevistados. En segundo lugar, postularon el aumento en el servicio de agua y saneamiento (con el 27% de las respuestas) como el que más perjuicios generó en las economías familiares, seguidos del alza en el servicio eléctrico (20%) y en el suministro de gas (6 por ciento). El orden asignado a cada ítem parece estar relacionado con la imposibilidad de controlar algunos de esos gastos. Quienes necesitan desplazarse un largo trayecto hasta sus lugares de trabajo o estudio no pueden evitar los aumentos en los boletos de colectivos, trenes y, próximamente, subtes, y para ellos la carga de la SUBE se ha vuelto un karma cotidiano. Lo mismo sucede con la gran mayoría de los 2,8 millones de usuarios residenciales que sirve AySA en el área metropolitana: sólo el 12% tiene medidor y la posibilidad de ahorrar. En consecuencia, entre los comportamientos que motivó el tarifazo, el 55% de los usuarios sondeados revela que observa un mayor cuidado en el consumo de gas y luz, y un 12% confiesa que debió restringir el uso del transporte público.
Lo concreto es que el tarifazo trastocó la vida de muchos, con guarismos que jibarizan cualquier recomposición salarial (ver aparte). Los usuarios residenciales más castigados deberán pagar incrementos en la luz y el gas de hasta el 400%, según el tope fijado por el gobierno, sin contar a aquellos que ya pagaron cifras aún mayores y les devolverán una nota de crédito en la próxima factura. Las boletas de AySA llegaron con aumentos de entre 217 y 375 por ciento. Y a principios de abril, los pasajes de trenes y colectivos en Capital y Gran Buenos Aires subieron un 100 por ciento. A este panorama se agregará en breve el alza del viaje en subte (ver aparte). Todo en el contexto de una inflación anual que, según reconoció el ministro de Hacienda y Finanzas Alfonso Prat-Gay, es del «40 o 42%», antes de puntualizar que «el trabajo sucio (o sea, el tarifazo) está mayormente hecho».
«Podríamos haber realizado la encuesta cuando fue el anuncio, pero una cosa es saber que vas a pagar más y otra haber pagado. Lo que más molesta es el aumento del transporte, porque con las demás cosas la gente tiene alternativas, pero para llevar a los chicos a la escuela o ir al médico, por ejemplo, no tenés otra chance. Quizás otros rubros como la energía se van a sentir más en el verano por el uso del aire acondicionado», explica Orlando D’Adamo, director del COPUB.
«Yo ahora no prendo la estufa ni con la orden de un juez», dice Andrea Napoli, que vive en Liniers y, asustada por los 300 pesos de la última factura, sigue los consejos del presidente y el ministro del Interior: se abriga. «Me pongo bucito, buzo con capucha y hasta guantes en casa, sólo prendo la hornalla para el agua del mate», agrega.
Otro informe sobre hábitos de consumo realizado a nivel nacional lleva hasta un 90% el porcentaje de consumidores que dicen haberlos modificado en lo que va de 2016, la tasa más elevada de los últimos 14 años, según el relevamiento del Instituto de Estudios de Consumo Masivo (Indecom), con énfasis en la sustitución de productos alimenticios y de higiene y en un menor uso del transporte público.
Más allá del control en el gasto de servicios de red, la baja del consumo se refleja en casi todos los rubros. El 62% de los encuestados reconoce que restringió su consumo de carne: el informe puntualiza que los consumidores vienen reemplazando peceto por falda, milanesa de peceto o bola de lomo por cuadrada, y que el consumo de carne picada se duplicó. Asimismo, el estudio registra en los primeros cinco meses del año un notorio descenso en el consumo de bebidas gaseosas (22,3%) emparentado con un leve aumento de jugos en polvo diluibles y de panificados tipo facturas (23,4 por ciento). En cambio, la venta de farináceos se mantiene estable y se incrementó la del rubro «fideos secos» (hasta 13%, según el punto de venta). Rocío Bangueses vive en Hurlingham y trabaja en Capital, y además de suprimir uno de los dos colectivos que tomaba (más el tren), cambió la marca líder de leche que bebían sus hijos por una segunda marca, y «se acabó la carne tres veces por semana, ahora compro pollo que es más económico».
El sondeo también arroja luz sobre los cambios en el transporte: un 18% de los consultados del segmento ABC1 adquirió su tarjeta SUBE en los últimos 60 días, y el 86% reconoció que usa menos el auto por los aumentos en naftas, peajes y estacionamientos. Sin hablar de quienes optaron por renunciar al transporte público y son cada vez más. Santiago Kahn, docente, dejó de subirse al 96 para ir de Flores a Constitución para dar clases en la Facultad de Ciencias Sociales: «Aunque haga frío, prefiero usar la bicicleta y ahorrarme el pasaje».
Según Miguel Calvete, titular de Indecom, «si se establece una comparativa de cambios de hábitos, la situación actual sólo es superada por los cambios reflejados durante el primer semestre de 2002». «
Cuestionan el nuevo tarifazo en el subte
Randy Stagnaro, > @randystagnaro
El tarifazo en el subte es por ahora un anuncio en camino de hacerse realidad, en torno de la tercera semana de julio. La suba impulsada por el gobierno comunal que dirige Horacio Rodríguez Larreta es un duro golpe al bolsillo popular, del 67 por ciento. Según las encuestas publicadas por este diario, las subas en el transporte son las que más aquejan a la población.
Si se concreta este plan, el valor del pasaje de subte quedaría un 25% arriba del boleto mínimo de colectivo. En un informe elaborado por el ex titular de Aerolíneas Argentinas y ex candidato a Jefe de Gobierno porteño por el FPV, Mariano Recalde, se trata de una «política descoordinada e incoherente».
La explicación del gobierno comunal porteño para justificar la suba ha sido fuertemente criticada por la oposición. El planteo de los funcionarios, basado en los números proporcionados por la empresa Subterráneos de Buenos Aires Sociedad del Estado (Sbase), es que la suba se explica por el aumento de costos de explotación, cuyo total dividido por la cantidad de pasajeros arroja lo que se conoce como «tarifa técnica». Es decir, es lo que pagaría el usuario sin los subsidios.
Pero para Marcelo Ramal, legislador del FIT-PO, «han inflado la tarifa técnica un 53%, eso es inaceptable». El legislador indicó que «la tarifa técnica que invoca Sbase para justificar el aumento es falsa. La ubican en $ 13,37 cuando no debería superar los $ 8,76. Sbase ya fue cuestionada por la Auditoría de la Ciudad en 2013, cuando calculó en $ 4,89 la tarifa técnica que para Sbase era $ 7,47. Si a la tarifa de $ 4,89 de la Auditoría, le aplicamos la inflación del período, calculada por el propio gobierno, hoy la tarifa técnica tendría un valor de $ 8,67. Metrovías tiene que abrir sus libros..
En su informe, Recalde aseguró que «la documentación que acompaña la tarifa técnica está muy cerca de poder calificarse como un mamarracho». Así, Recalde aseguró que «según los propios números presentados por la empresa concesionaria, que han sido validados y utilizados por el GCBA, para justificar el aumento, se muestra que la ‘tarifa técnica’ se ha incrementado un 30%, mientras que la tarifa que debe abonar el pasajero, de aprobarse la medida, se incrementaría un 67 por ciento. Ahora bien agrega dichos aumentos del 30% son entre junio de 2014 y junio de 2015.» El informe advierte que la cantidad de pasajeros podría decaer un 7% por el impacto de la suba del boleto. Esta suba se da en el marco de un aumento de los subsidios a Metrovías del 27,8%, los que sumarán 1643 millones de pesos este año. «
Los salarios, lejos de los precios
R. S.
La caída generalizada del consumo y los cambios en las pautas tradicionales de cada familia están causados por la cada vez mayor distancia entre los salarios y el precio de los productos.
En el caso de la Ciudad de Buenos Aires, el valor de la canasta familiar subió un 22,12% entre el 1º de enero y el 31 de mayo. Se trata de una medición del gasto de una familia compuesta por dos adultos, dos niños de seis y nueve años y que es inquilina.
La medición tiene el valor de formar parte de una serie estadística, aunque en voz baja se dice que las cifras están pensadas para «gastos moderados», tanto en lo que hace al valor del alquiler como al del consumo de alimentos.
Como fuere, no hay estadísticas ciertas sobre la evolución de los salarios, ni a nivel nacional ni en la Ciudad. En ambos casos, los datos están congelados a diciembre de 2015.
Así, las comparaciones sólo pueden hacerse de manera parcial. Por caso, el 15% de la población empleada en la Ciudad de Buenos Aires se desempeña en el comercio. Este sector recibió un aumento salarial desde el 1 de abril del 20%, cobrado en mayo. Es decir, este sector de trabajadores soportó prácticamente toda la suba de los precios y las tarifas sin ningún aumento en su salario. En el caso de los asalariados de la construcción representados en la UOCRA, la suba desde el 1 de abril fue del 22 por ciento. Aquí valen las mismas consideraciones que para los empleados de comercio. Si el trabajador se desempeñase en la metalurgia, representado por la UOM, su aumento salarial habría sido el mismo: 20% desde abril hasta julio, cuando se le agregará un 7 por ciento.
Es decir, los asalariados porteños sobrevivieron a los primeros cuatro meses del año, golpeados de lleno por los tarifazos, con salarios congelados desde el último trimestre de 2015, al menos.
En el gobierno aseguran que lo peor de la inflación ya pasó y que ahora los salarios recuperarán lo perdido. Es difícil que este vaticinio se cumpla, ya que la inflación parece estabilizarse en torno del 1,8-2% mensual y no hay aumentos salariales de esa magnitud a la vista.
SEGUNDAS MARCAS Y PROPIAS
Juan Manuel Primbas, Analista de consumo, Director de Kantar Worldpanel Argentina.
Los ajustes en servicios públicos y transporte impactaron fuerte en la capacidad de gasto de los hogares. Sólo los de niveles socioeconómicos altos y medios pudieron sostener su nivel de consumo gracias a una ecuación positiva entre cantidad comprada y visitas al punto de venta.
El consumidor remplazó primeras marcas por segundas o marcas propias, en lugar de intercalarlas en la compra. Así, las primeras cedieron un espacio a otras más económicas, y las segundas opciones reforzaron su propuesta al consumidor, con mejoras de producto, comunicación y precios competitivos, y de hecho están alcanzado excelentes niveles de aceptación en sus compradores. La estrategia de precios marcó la evolución de las primeras marcas. Las que optaron por una menor variación de precios tuvieron una mejor performance.
Los consumidores no sólo mencionan que reducen sus actos de compra sino que lo hacen. E intentan evitar los viajes de compra o puntos de venta en los que pueda gastar más de lo planeado.
Los consumidores argentinos están desarrollando estrategias que les permitan hacer rendir su presupuesto, como la búsqueda de promociones, marcas de menor valor, la compra de envases o formatos más económicos, la priorización de canales que permitan no tentarse y encontrar alternativas de precio reales.
OBLIGADOS A UNA CONDUCTA RACIONAL FRENTE A LAS GÓNDOLAS
Emiliano Schwartz, Consultor en consumo, Gerente de Negocios de la unidad Cuore de CCR
Los hábitos de compra están cambiando para adaptarse a esta nueva situación en la que sobresale, durante los meses transcurridos de este año, la caída del consumo. Hacer compras mayoristas, recorrer comercios en búsqueda de precios bajos o elegir productos de segundas marcas o marcas propias son algunos de los recursos más utilizados por los consumidores. Estas acciones las atribuimos a un mix de factores que incluyen la caída del poder adquisitivo, producto de la ecuación precios nuevos-salarios viejos, y la decisión de los consumidores de tomar una actitud más racional frente a las góndolas. La búsqueda de la mejor relación precio-calidad se ha vuelto un imperativo del momento, que de acuerdo al Estudio Pulso Social tiene una expresión concreta: la proporción de consumidores «racionales» pasó del 42% en 2015 al 51% este año.
En tanto, los que prefieren comprar productos de marca aunque deban pagar un poco más, disminuyeron 4 puntos respecto del año pasado, representando el 31% del total. El 19% restante de los consumidores se definen como economicistas, buscando los productos más baratos.
Donde más se nota esta conducta racional de los consumidores es en la compra de aquellos productos que ofrecen mayor diversidad de precios, como los alimentos frescos y los productos de higiene y cuidado personal. Además, están concurriendo a una mayor cantidad de puntos de venta (cada comprador acude a casi cinco comercios en promedio) para comparar precios y de ese modo mitigar el impacto de la inflación.
Si hay una ventaja que tienen los argentinos frente a un escenario de escalada de precios es que, en los últimos años, han adquirido un muy buen training en lo que a consumo inteligente se refiere. Por este motivo ya no muestran tanto recelo a la hora de inclinarse hacia alternativas que antes despreciaban.
Y las grandes «reinas» de esta modalidad de consumo más cautelosa resultan las marcas propias de los supermercados. El «boom» de esta alternativa entre los argentinos comenzó en realidad durante el año pasado, cuando las ventas de artículos de marcas propias de los retailers crecieron un 20% en volumen.
Los desafíos para las empresas de consumo masivo son grandes. Tendrán que trabajar en los vínculos emotivos para reconquistar a sus clientes, para no perder terreno. A la hora del consumo, hoy el racional se impone frente al marquista.
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