A un mes de la muerte del ídolo argentino aparecieron murales en distintos rincones del país y también en lugares lejanos. La iconografía de un mito popular que todavía no tiene una representación única.
La cuenta de Twitter @Diego10Querido se encargó de relevar las paredes maradonianas de todo el mundo. En Argentina se vuelve innumerable. Desde clubes de barrio (Miraflores, en Bajo Flores, por caso) hasta los más populares (Independiente, por ejemplo) del país decidieron pintar alguna imagen de Maradona en sus paredes. Apenas pasaron 33 días de su muerte, la primera Navidad sin Maradona para los argentinos. Esa representación, a diferencia de lo que ocurre con otros mitos, como Carlos Gardel o Evita, aún no es única: son diferentes figuras las que aparecen en esos murales. “Lo que pasa con Diego es que produce mucha iconografía –dice el artista Daniel Santoro–, porque esa es la cualidad de los mitos. Pensemos en Heracles, en Hércules, que es el más reproducido en Grecia y en Roma porque cumplió misiones sobrehumanas, que los humanos admiran porque no pueden cumplirla. Maradona es nuestro Hércules porque es quien les hizo los dos goles a los ingleses. Eso traduce toda la acción que está produciéndose, de una manera empática con la gente. Genera una facilidad para traducir la acción en la imagen, que tiene un anclaje icónico que no va a parar, porque otra de las cualidades de las imágenes míticas es que siempre se hacen en presente, no son parte del pasado. Hay una suspensión del tiempo lineal”.
Los homenajes oficiales comenzaron al día siguiente de la muerte, con un Boletín Oficial que dejaba una semblanza sentida del máximo ídolo argentino. Hubo (y habrá) más: el Estadio Único Diego Armando Maradona de La Plata, el billete de mil pesos, la Ruta Provincial Nº 4 (Camino de Cintura), estaciones de tren y casi un proyecto en cada municipio para renombrar alguna calle como Diego Armando Maradona. Pero, sobre todo, hubo una organización popular para intentar transformar el dolor en duelo y la tristeza en homenaje.
El colectivo Bondi Cultural, una mesa de trabajo heterogénea con distintos trabajadores del arte, había pintado un mural en el club 22 de Febrero, de Villa Fiorito, una semana antes de la muerte de Diego. La tarde del 25 de noviembre la misma gente de la zona los invitó a que se acercaran a la casa donde se crió Maradona, sin saber que eso se iba a convertir en un santuario. No fue fácil: hubo que convencer al señor que ahora vive allí, mientras los vecinos lloraban y cantaban el himno. Con la técnica de stencil, dejaron un Maradona guerrero, versión Mundial 86, del que parecen salir unos rayos como si fuera un sol. “Convertir esa tristeza en un hecho artístico, tomar la posta de los vecinos y plasmar un homenaje colectivo que toma distintas funciones con el tiempo fue algo soñado. Ese sentir popular fue una curación colectiva”, cuentan desde Bondi Cultural, que también puso su trabajo y su pintura en Valentín Alsina, a los pies del Puente Alsina. “Cruzar el Puente Alsina –dijo alguna vez Diego– era como cruzar a Manhattan”.
Todo remite a Maradona, porque Maradona parece haber estado en todos lados en sus 60 años de vida. La esquina de Tres Arroyos y Seguí, en Paternal, pegada a la casa velatoria donde se realizó la ceremonia íntima para despedir sus restos ahora se llama Diego Eterno. También, claro, hay un mural: la figura estilizada con la 10 del ’86 y la pelota pegada a su muslo derecho. Esos siete partidos en el Mundial de México acaso sean la representación de las tareas de semidiós que Santoro comparaba con las de Hércules. “Pintar a Maradona es una responsabilidad por el peso social que tiene como personaje. Y más en este momento, después de tanta sensibilidad. Desde lo anatómico es una figura bastante especial, fibrosa. Lo movilizante, en estos casos, es que no se representa a la persona sino que es algo que se apropia la gente”, cuenta Leticia Bonetti, quien participó del mural en esa esquina de Paternal, un barrio que ya se volvió una muestra a cielo abierto de la figura de Maradona, parecido a lo que sucede en La Boca.
El artista Alfredo Segatori pintó un mural en una pared de La Boca, el barrio donde hace años hay personas que trabajan de hacerse pasar por Maradona para que los turistas se lleven su foto. Son 800 metros cuadrados de un Diego más maduro, con la barba bicolor que usó mientras fue técnico de la Selección. El sociólogo Pablo Alabarces asocia esta canonización del Diez con que “el fútbol puede llegar a tener un poder similar al de la religión porque se mueve en el terreno de las creencias”. Segatori da fe: “Ahora sí voy a decir que tengo una religión: la de Diego”.
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