El actor y humorista lanzó Lo que teme la noche, su primer libro de poemas y una expresión febril y atribulada de su mirada del mundo. El imperativo de escribir desde la incomodidad, el impacto de la pandemia en el tejido social y los riesgos de dejarse llevar por agendas ajenas.
Pero estamos en el 2020 y el mundo es otro. La pandemia de coronavirus detuvo gran parte de las actividades y golpeó con particular fuerza las artes escénicas. Recién ahora se trabaja en algunos protocolos para que vuelva la ficción en la televisión y el cine, y se estudia cómo podrían realizarse obras de teatro con público. La ecuación entre los protocolos, la salud y la viabilidad económica todavía es un misterio. Así las cosas, el tan deseado regreso de Peter Capusotto y sus videos con nuevos capítulos, la vuelta de la obra de teatro Tadeys y una nueva película junto a Nicanor Loreti –Kryptonita (2015), 27: el club de los malditos (2018)– debieron postergarse. Sin embargo, la cuarentena no empujó a Capusotto a lanzarse en una carrera obsesiva de productividad. No se transformó en maestro mayor de masa madre ni le dedicó su tiempo a leer las obras completas de Stephen King en todos los idiomas que fueron publicadas. Pero encontró su tiempo y espacio para escribir y lanzar Lo que teme la noche (Ediciones Lamás Médula), su primer libro de poemas.
«Actuar es una forma de sentirse menos agobiado»
«Hace mucho que quería hacer este libro. Lo tenía planeado de acá a cinco años. La parálisis laboral que impuso la pandemia finalmente me dio la oportunidad de concretarlo ahora. Me gustan (Arthur) Rimbaud, Olga Orozco, (Jorge Luis) Borges, (Charles) Baudelaire, (Fernando) Pessoa y muchos más. Pero no soy un lector voraz. Tampoco me considero un poeta, ni mucho menos. Se trata de textos que pueden encajar en las formas de la poesía, de los aforismos o simplemente funcionar como postales. Algunos son más cortos y otros tienen más desarrollo, pero todos están dominados por cierta urgencia», destaca Capusotto.
Lo que teme la noche propone un viaje sin concesiones por los abismos del más allá del interlocutor. La noche y lo que transcurre en ella son territorios inhóspitos y desangelados. Capusotto los retrata con desazón, cierta melancolía y una virulencia que alumbra. Esta vez no hay espacio para el humor. Pero sí para un ida y vuelta entre los textos y la taciturna fotografía de Daniel Berbedés.
–Recién comentabas que estos poemas tienen una relación con Violencia Rivas. ¿Cómo es eso?
–Claro. Para Violencia Rivas teníamos un acuerdo con Pedro (Saborido). Él escribía la historia en general y yo esa especie de monólogo o discurso final en el que gritaba frente a la cámara. Eran cosas que podría decir yo tranquilamente, sin necesidad de ningún personaje. Esa mirada digamos febril está en el libro. Son textos que nacen como chispazos, no tiene pretensiones autobiográficas ni son crónicas pandémicas. Pero son miradas del afuera, son como síntesis de una forma de pensar el mundo que siempre es personal.
–Desde afuera uno te asocia más a la poesía que a la novela, por ejemplo. Quizás porque tiene una gramática fragmentada y más posibilidades lúdicas. ¿Puede haber algo de eso?
–Sí, sí. Es para ese lado que me sale. Aunque también escribo algunos monólogos para personajes. Pero quería escribir un libro de poemas. Creo que los motores son la contemplación y la incomodidad. Uno no escribe porque está en paz, por lo menos yo no escribo desde ahí. Uno abraza algunas certezas y unas cuantas dudas, pero sobre todo sabe lo que no quiere ser. También hay una cosa de escribir dejando que fluyan ciertos estados afiebrados del espíritu.
–¿Cómo surgió la idea de acompañar los poemas con las fotos de Berbedés?
–Creo que completan los textos. Que les dan otra intensidad. Quizás otra dimensión. Son como intenciones y sentidos que se entrecruzan y complementan entre sí. Daniel es un amigo de mi hermano que conocí de adolescente y era un poco más grande que yo. Con el tiempo nos volvimos a juntar. El es actor, mimo y también fotógrafo. Para este proyecto, yo le mandaba los textos y el buscaba las imágenes que le parecían más alusivas. Algunas ya las tenía y otras las hizo especialmente, inspirado en lo que le mandaba. Creo que el aporte de Daniel le suma espesor expresivo al libro.
Sin atriles
Una charla con Capusotto es cosa seria. Funciona como la antítesis de tantos colegas que interpretan las entrevistas como un showroom de «productos culturales» en las que hay que meter la mayor cantidad de PNT posibles. Con los años el actor también se transformó en una referencia vital a la hora de pensar lo que sucede en nuestro país. Sin atriles ni pretensiones y siempre en zapatillas, ejerce el legítimo derecho de reflexionar y compartir sus opiniones cuando se lo consulta. En algún lugar entre Alejandro Dolina y Groucho Marx, pero con un estilo inconfundible, Capusotto tira diagonales que alumbran, duelen y, al mismo tiempo, sacan más de una sonrisa. En los ’80 el Indio Solari cantaba «Me voy corriendo a ver que escribe en mi pared la tribu de mi calle». Hace rato que no está de más también leer lo que dice Capusotto.
–¿Cómo vas llevando la pandemia?
–No le veo nada bueno a esto. Desde lo personal y familiar nos cuidamos y por ahora estamos bien. Podría decir que estoy contento por el libro… Pero no le veo nada bueno a esto. Teníamos la esperanza de que durara menos, pero no. Entonces la incertidumbre se agranda. Es como vivir una serie en Netflix en tu casa. El impacto social y global es muy fuerte.
–¿Cómo te imaginás el día después?
–Me parece que nos va a quedar un dejo de bastante paranoia. Miedo al otro: Rosa de lejos, pero de muy lejos (risas). Y quizás miedo a una próxima pandemia, todavía peor. Vaya a saber. Todo esto subraya que por más que creamos otra cosa, somos seres pequeñitos que van y vienen. No mucho más. Todos sabemos que nos vamos a morir. Pero esto nos recuerda que también se pueden morir los que más queremos. Y eso siempre es muy duro. A su vez, el virus es algo que circula y no se ve. Mata y también atemoriza. Por eso hay que cuidarse y esperar. Ojalá las vacunas y los tratamientos aparezcan pronto. Pero eso también va a necesitar un proceso de adaptación. Después están los vivos que sacan ventaja siempre. Que ganan más o a lo sumo ganan un poquito menos. Este no es un virus tan transversal como muchos creían al principio.
–¿Cómo ves las manifestaciones anticuarentena?
–No se puede tener demasiada esperanza de la humanidad (risas). También se mete la política partidaria, eso es notorio. Pero no hay que obsesionarse. Hay que estar atento a todo y darle su justa dimensión. Treinta tipos quemando barbijos son una foto, pero está lejos de ser algo profundo. Tampoco veo un millón de personas cuando se manifiestan contra casi todo. Por eso me gustaría que el gobierno logre retomar la agenda. Que en definitiva pasa por el impacto que la pandemia tiene en la salud, y en la economía de los que menos tienen.
–Se escuchan discursos muy raros.
–Y sí. Lo que pasa es que es muy difícil hablar con un tipo que dice que Alberto Fernández es comunista, que vivimos en un país comunista. O los que se inventan que vivimos en una dictadura para darse una falsa épica vaya a saber con qué necesidad… Algunos de ellos transitaron la verdadera dictadura y se encerraron sus casas para escribir libros autobiográficos, de cocina o folletos. No dijeron nada. Mientras tanto salen Macri y otros ex funcionarios a hablar de política y economía. Tampoco me sorprende: nunca les importó nada, menos ahora. No van a hacer una autocrítica o hacerse solidarios justo ahora. Pero no es fácil: ni a mi peor enemigo le deseo cuatro años de macrismo y una pandemia. «
El año pasado Diego Capusotto participó de Tadeys, la versión de Analía Couceyro y Albertina Carri del texto de Osvaldo Lamborghini. La obra realizada en el Teatro Cervantes exhibió una gran audacia. El tono provocador y casi subversivo del texto encontró una puesta acorde a su espíritu oblicuo.
Capusotto destaca que antes de Tadeys hacía años que no formaba parte de una experiencia tan demandante de teatro de autor. Pero también señala que ese desafío potenció su dedicación y entusiasmo, lo que finalmente lo ayudó a enriquecer sus recursos como actor.
–Fue todo muy intenso. Muy demandante. Mucho texto, muchas particularidades de la obra… Pero ver que los resultados fueron tan buenos te deja muy satisfecho. Estoy muy agradecido que me hayan convocado Analía y Albertina. Y de trabajar con un equipo de mucha experiencia. Fue reconectarme con un lenguaje y a la vez incorporar muchas cosas. Por momentos sentía que recién aprendía a nadar y me tiraban al medio del mar. Entonces tuve que decidir si me bajaba o pataleaba y braceaba con todo. Elegí lo último. Creo que son procesos por los que pasan todos los actores. Con las sucesivas presentaciones creo que la obra fue ganando mucho y todos nos sentimos más afilados. Por eso tenemos muchas ganas de volver a hacerla. Íbamos a lograrlo este año, pero ya todos sabemos qué pasó… Ojalá en el 2021 podamos concretar este deseo. La pandemia tendrá la última palabra.
Poema de Diego Capusotto
extraído de Lo que teme la noche
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