Actualmente, persiste una brecha digital de género que se va profundizando en cada etapa de la vida de las personas. Se utiliza la metáfora de las “tuberías rotas o con fugas” para describir el proceso en el que las mujeres y personas LGBTIQ+ inician un recorrido educativo o profesional en las áreas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), pero poco a poco lo van dejando sea por razones personales, o debido a barreras institucionales, estereotipos y otras formas de discriminación.
Infancia y adolescencia
En la niñez, los estereotipos en la crianza generan intereses particulares: se construye cierta idea de qué actividades son las que niños y niñas son capaces de realizar. Este camino es profundizado durante la escolarización, con expectativas y estímulos diferentes según el género, producto de los sesgos de quienes acompañan estos procesos.
Por ejemplo en Argentina, el 45% de los/as docentes de nivel primario considera que hay una diferencia de rendimiento según el género en la materia tecnología, y el 81% considera que esa diferencia favorece a los varones (Chicos.net, Grow, Aula Abierta, 2019). Este mismo sesgo lo reproducen las familias: un 30% considera que los niños tienen mejor rendimiento en tecnología, y tan solo un 8% cree eso de las niñas (UNESCO, 2017).
En la adolescencia continúan estas diferencias sobre lo que se espera de cada uno/a. Escuchando estereotipos como que los varones “son mejores” para matemáticas y tecnología, y las mujeres para lengua y artes, empiezan a pensar en su futuro laboral. Es así como en Argentina, las mujeres son el 32,5% de estudiantes en escuelas técnicas de nivel secundario (INET, 2016).
Juventud y adultez
En la educación avanzada, a los sesgos se les suman los prejuicios y la discriminación, que hacen más difícil el recorrido para las mujeres que desean desarrollarse en estas áreas. Como resultado de esto, no es casualidad que predominen los varones en las carreras STEM: las mujeres en América Latina y el Caribe representan tan solo el 30% de graduadas universitarias en programas afines.
Después de toda esta trayectoria educativa marcada por barreras para las mujeres, son pocas las que llegan a efectivamente participar laboralmente en estas industrias. Ellas simbolizan el 25% de la fuerza laboral en puestos STEM alrededor del mundo (BID, 2022), y ocupan 1 de cada 10 puestos tecnológicos en Silicon Valley, la meca de la tecnología a nivel mundial (Equals).
Sumándose a esta falta de representación, las instituciones son más hostiles ante las pocas que llegan, quienes difícilmente acceden a puestos jerárquicos y de dirección, que son ocupados por varones.
La necesidad de la representación
Una mirada diversa en el desarrollo de la tecnología y demás carreras afines asegura que los productos que se crean sean representativos de la sociedad. Si la tecnología sigue estando creada en su mayoría por varones, se invisibiliza otro tipo de necesidades que podrían hallar solución con otras personas insertas en los procesos. Debemos promover que haya más mujeres involucradas en el diseño, desarrollo y debates acerca de la tecnología, para que la industria siga avanzando sin dejar afuera ni desfavorecer a ningún grupo de personas.
Es fundamental que el Estado, las escuelas y universidades y las organizaciones empleadoras, asuman el compromiso de estimular y promover la participación de las niñas, mujeres y personas de otras identidades de género en las carreras relacionadas a la tecnología. Es necesario empezar desde la educación temprana, para que estas “fugas” en las tuberías, comiencen a remendarse desde la primera edad. La igualdad de género solo será posible si se garantizan las mismas oportunidades de desarrollo para todos y todas.
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¡Excelente nota! Igual, hay que reconocer que el hecho de que "las mujeres son el 32,5% de estudiantes en escuelas técnicas de nivel secundario" en la actualidad, es un avance muy significativo con respecto a lo que pasaba tiempo atrás. En mi mocedad, las niñas en escuelas técnicas no superaban el 5%....así que vamos bien! Saludos cordiales. Delio