En enero de 2018, 258 trabajadores fueron despedidos y se militarizó el predio. En las últimas dos semanas, la Justicia ordenó reincorporar a cuatro. Historias de profesionales y técnicos cuyas líneas de investigación quedaron paralizadas, y que se esperanzan con volver.
A más de 20 meses de aquel atropello, consumado en línea con un modelo de país que da la espalda al desarrollo industrial, sus víctimas –que entonces protagonizaron junto a sus compañeros 47 días ininterrumpidos de paro y acampe– conformaron una Comisión de Despedidxs por la Reincorporación de Todxs. En las últimas semanas, la Justicia decidió efectivamente reinstalar en sus puestos a tres trabajadores, dos de ellos beneficiados por fallos de segunda instancia y que las autoridades del INTI no apelaron. La expectativa de este colectivo, que de momento integran 91 de los despedidos el año pasado, es que el proyecto político que sobrevenga tras las presidenciales de octubre tenga a la innovación científica aplicada a la industria como uno de sus pilares, y de hecho vienen reuniéndose con referentes del sector y equipos técnicos de diferentes partidos para comprometerlos en la recuperación de un área estratégica para reactivar la productividad de las pymes industriales.
Tiempo dialogó con cinco despedidos del INTI (ver aparte) que debieron reformular sus carreras profesionales y el modo en que se ganan la vida (ver aparte), y cuyo denominador común es el hecho de que los desarrollos en los que trabajaban fueron virtualmente discontinuados, echando por la borda años de esfuerzo en tecnología aplicada a la industria. Algunos debieron conseguir empleo como docentes en escuelas secundarias, otros, aún jóvenes, apostaron a continuar formándose, o emigraron, pero ninguno logró seguir en contacto, tampoco en la actividad privada, con las líneas de investigación que venían desplegando dentro del instituto.
Desde la Junta Interna de ATE del INTI informan que, entre despidos, retiros voluntarios y jubilaciones obligadas, la planta del organismo se redujo en 950 trabajadores. Pero este éxodo, en vísperas de un eventual cambio de rumbo político, está empezando a revertirse.
El pasado martes 17 de septiembre se produjo la reincorporación definitiva –ya sin instancias de apelación judicial por parte de la dirección del INTI– de Germán Araníbar, especialista en análisis sensorial de quesos, lácteos, alimentos y bebidas, despedido en enero de 2018, y que estaba en el sector de Análisis Sensorial y Vida Útil del INTI desde el año 2000. Elegido delegado mientras estaba vigente su cautelar, el fallo reconoció a Araníbar ese fuero y afirma que hubo persecución política.
Seis días más tarde, otros dos trabajadores fueron reinstalados por la Justicia en sus empleos en la sede central del INTI en el partido de San Martín. Uno fue Andrés Novas, que desde 2014 se desempeñaba como diseñador audiovisual, realizando videos promocionales y diseños de imagen corporativa para el organismo, y que también había sido elegido delegado. El otro constituye un caso testigo para el reclamo de decenas de despedidos, pues Germán Posse, un antropólogo que trabajó durante 14 años en el INTI, en el área de capacitación y asistencia técnica a emprendedores y pymes, es un reconocido activista de la lista Naranja. El fallo de la Sala V de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo consideró que también en su despido hubo persecución política y sindical por parte de las autoridades.
Por fin, el miércoles 25 fue reincorporado Alfredo Fernández, un trabajador discapacitado, diseñador y constructor de prototipos de sillas de ruedas y posturales, además de capacitador sobre el tema en escuelas públicas. Su sector, INTI Salud y Discapacidad, fue completamente vaciado.
Cuatro regresos, entonces, en apenas ocho días, dictaminados por la justicia, un aliciente que permite pensar en la recuperación, no sólo de más de 200 puestos de trabajo, sino de todo un organismo vital para un modelo de desarrollo.
«Vinieron a vaciarlo»
Jorgelina Traut es economista y desde 2007 se desempeñó en diferentes áreas del INTI, primero dentro del programa de asistencia a cooperativas y empresas recuperadas, luego como asesora en la gerencia general y finalmente en el programa de tecnología industrial para la economía familiar, hasta que fue despedida. Hoy trabaja como docente universitaria. “Uno de los motivos de ese despido masivo fue vaciar al INTI. De hecho, gran parte de los despedidos nos dedicábamos a denunciar la reestructuración, que en realidad suponía tercerizar los servicios que brindaba el Instituto”, explica Jorgelina. “Desde que se fundó el INTI, en 1957, los centros de investigación se dedicaron cada uno a una temática específica de la industria. Eso se rompió. Ahora es un solo bloque con una estructura sobredimensionada de gerencia, direcciones y subgerencias, al tiempo que se disminuyeron los cargos técnicos y se fusionaron laboratorios”. De los programas que promovían el desarrollo sustentable de cooperativas a través de transferencia tecnológica y que buscaban industrializar la producción agrícola familiar, la web del INTI ya no ofrece información.
«A ponerlo de pie»
Matías Parra soñaba con trabajar en el INTI desde que estudiaba para técnico en microsoldadura y pasaba por la puerta del Parque Tecnológico Miguelete, sobre la colectora de la General Paz, cuando iba a comprar electrónicos a un mayorista de Liniers. Entró en 2011 y se desempeñó en una tarea muy sensible: el diseño de la plaqueta de un prototipo capaz de detectar eficazmente enfermedades infecciosas como el mal de Chagas o la brucelosis. En 2016, sus compañeros de micro y nanoelectrónica lo eligieron como el primer delegado de ATE en el sector. Dos años después, fue el único despedido del área, y hoy se gana la vida como docente en colegios secundarios. “Claramente, en los despidos masivos del INTI hubo persecución sindical”, cuenta. Matías fue a juicio, en junio del año pasado reingresó por un fallo favorable de primera instancia, pero en diciembre volvió a quedar afuera. “En el INTI comprendí lo que significaba hacer un aporte a la sociedad desde el Estado, y cuál es el rol de una institución que genera tecnología con y para las empresas con la idea de desarrollar la industria nacional. Es algo valioso y hay que recuperarlo, ponerlo de pie.”
En el INTI desde el secundario
Matías García entró al INTI cuando todavía estaba terminando el secundario. «Fue en 2008, por una pasantía del programa Aprender Trabajando. Y después me contrataron», cuenta hoy, a los 30 años, despedido después de una década en el organismo como técnico químico en el laboratorio de cromatografía líquida. «Mi trabajo consistía en verificar que fueran aptos sanitariamente los materiales plásticos elaborados para estar en contacto con alimentos, o para ser usados en aplicaciones médicas, o bien piezas de juguetes y elementos de puericultura». Matías era delegado de INTI Plásticos, donde despidieron a cinco de 40 trabajadores. En cromatografía eran tres y quedó uno. «Yo estoy en juicio. Las dos sentencias definitivas que hubo obligan a reincorporar a los compañeros y reconocen que hubo persecución sindical», sostiene. Expectante por una posible reincorporación, está concluyendo la carrera de Ingeniería en Energía en la UNSAM.
Homenajeada por los mismos que la echaron
Sara Reidel, bioquímica, 30 años, llevaba más de dos meses despedida cuando vio en el Twitter oficial del INTI, celebrando el Día del Investigador Científico, una foto suya en el laboratorio de células animales que ella misma había montado. Se indignó y siguió buscando trabajo. «Yo venía de trabajar en cáncer de mama en el Roffo. En el INTI estuve cinco años en el Centro de Biotecnología, donde se testeaba la inocuidad de dispositivos biomédicos, y después desarrollando una técnica de inmunoensayo que hubiera permitido evaluar la potencia de vacunas sin utilizar animales. El servicio de test se siguió ofreciendo pero ya no hay quien lo haga en el INTI», cuenta Sara desde Barcelona, adonde viajó para hacer una maestría en Bioestadística. «La verdad es que las entrevistas a las que fui cuando me despidieron eran desmoralizantes. Me ofrecían control de calidad y yo quería trabajar en innovación y desarrollo. Así que primero me volví a Gualeguaychú y después aposté a continuar mi formación afuera. Me da miedo volver y no tener adónde, por eso es importante pelear por la reincorporación».
Adhesivos paralizados
Julián Beviglia entró al centro INTI Caucho a los 21 años. Técnico químico, hacía asesoramiento en adhesivos para empresas, pero además trabajaba en un nuevo desarrollo que quedó paralizado. «Era un adhesivo de origen natural para la fabricación de tableros de aglomerado para la construcción, con el fin de suplantar el uso de los adhesivos que se utilizan actualmente, como el fenol-formaldehído, que son cancerígenos y afectan a los operarios que los fabrican. Además de inocua, la materia prima de este nuevo adhesivo, a base de harina de sangre, significaba reutilizar desechos de la industria cárnica», cuenta. Desde su despido, Julián (en la foto, durante el acampe de 2018) trabaja como docente, itinerando por cinco escuelas técnicas, y fue contratado part time en una fábrica de adhesivos. En el INTI también diseñaba ensayos mecánicos para adhesivos, tarea que ya nadie realiza. «Somos optimistas respecto de la reincorporación. Por otro lado, supimos que estuvieron tomando pasantes por dos mangos, y que pedían un formulador de polímeros, o sea, lo que hacía yo».
Visita de Salvarezza
El diputado Roberto Salvarezza, ex presidente del Conicet, se reunió en la semana con despedidos y trabajadores del INTI. “Durante cuatro años nos reunimos para ver cómo resistíamos. Hoy nos juntamos a pensar qué hay que hacer. Todo el sistema industrial argentino está en emergencia. Necesitamos potenciar la ciencia y la tecnología como elemento fundamental para el desarrollo, y para eso hay que volver a poner a todos los organismos de ciencia y tecnología de pie, también al INTI”, expresó el referente científico del Frente de Todos.
Audiencia pública
El próximo jueves 3 de octubre a las 17, la Comisión de Despedidxs del INTI brindará una audiencia pública en el Congreso de la Nación, para denunciar el vaciamiento del organismo y sumar voluntades al proyecto de reincorporar a los trabajadores, como parte de la recuperación de una institución clave para el desarrollo industrial.
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