Tamara Tello Borisovky denunció al gerente de la empresa donde trabajaba. Al poco tiempo, la despidieron. La justicia falló en primera instancia a favor de sus derechos laborales pero no reconoció el acoso. En segunda instancia, la justicia insinuó que ella había consentido el acoso. El acosador hoy sigue trabajando en el mismo puesto.
A meses de haber entrado, este gerente comenzó a acosarla: primero con frases ofensivas disfrazadas de piropos, después con comentarios y bromas fuera de lugar y luego por mail. La situación que era cada vez más violenta y desagradable comenzó a afectar a Tamara que ya no tenía ganas de ir a trabajar, sufría crisis de angustia y hasta llegó a tener ataques de pánico.
La mujer denunció este acoso sistemático, sin embargo, fue ella la que perdió su trabajo. Él en cambio, recibió el aval de la empresa y conservó su puesto.
La demanda de Tamara atravesó dos procesos judiciales donde la justicia falló una vez a su favor pero sin reconocer el acoso y la segunda vez directamente la culpó a ella por haber sido acosada.
Tamara compartía su lugar de trabajo con mujeres, entre ellas su jefa. “Cada vez que pasaba el gerente, mi jefa le decía ‘mirá cómo vino Tamara’”, cuenta Tamara a Tiempo Argentino. “Él llegó en 2015, y venía de otras empresas, no sé qué pasó en sus trabajos anteriores”, agrega.
“Ando necesitando un espaldarazo, no sé quién me lo podrá dar”, decía un correo que llegó un día mientras ella estaba hablando con auditores de la empresa que se comunicaban desde los Estados Unidos. “Era porque yo tenía una blusa escotada en la espalda. También una vez que yo tenía puestas unas botas de goma para la lluvia, él y otros jefes empezaron a decirme ‘bomberita’. Un rato después me llegó un mail desde su casilla con una foto de una chica sexy vestida de bombera diciéndome ‘esta sos vos’, y otra foto del Pocho Lavezzi vestido de bombero que decía ‘y este soy yo’”, cuenta Tamara.
Otro episodio sucedió cuando ella estaba recaudando plata en la oficina para un regalo. Él pasó por su escritorio y le arrojó 100 pesos. “Tamara, por lo de anoche”, le dijo. “Me lo dijo delante de todos, que se rieron. Yo me puse muy nerviosa, ni le contesté pero tomé agua”, cuenta. “Tamara, ¿por qué te ponés a tomar agua de la botella delante de este hombre, lo estás provocando”, la retó su jefa.
Fue el colmo. Para entonces, ella ya había presentado una denuncia ante Recursos Humanos, sin embargo el acoso continuaba. Tamara ya no daba más. “A las horas de esa vez, lo volví a cruzar y le dije: ‘vos no me podés hablar así’. Ahí me pidió disculpas. Yo ya lo había denunciado. En esa época me iba al baño a llorar, no sabía qué hacer, me había paralizado”.
Tiempo después, el 5 de enero, la mujer tomó una licencia por sus continuos ataques de pánicos y cuando quiso volver, a los siete meses, la empresa se lo negó.
La denuncia de Tamara fue al mes de que su gerente le enviara los mails. “Vivía una situación tremenda angustiante, estaba decaída, no quería ir a trabajar, no entendía por qué, la autoestima se me estaba destruyendo hasta que entendí lo que me pasaba”, expresa. “Ahí fue cuando hablé con mis delegados y una compañera me ayudó. En noviembre lo denuncié en Recursos Humanos porque en la empresa hay un código de conductas, donde explicita que si uno recibe mails o comentarios fuera de lugar es acoso sexual y tiene que denunciarse. En mi caso, no me resguardaron, no velaron por mi integridad ni psicológica ni física. Una vez, en diciembre me quedé trabajando hasta la medianoche, y él trabajaba en el sector de Tesorería. Nadie de recursos humanos se dio cuenta que yo me quedaba trabajando con este tipo. Creo que eso terminó de angustiarme”.
De las compañeras de Tamara de ese entonces, en su mayoría no están trabajando en la empresa. Entre ellas, hubo una que también tuvo problemas con el mismo gerente. “Una compañera fue acosada sexualmente por él, cuando ella se lo reclamó, tuvieron una discusión y luego empezó a acosarla laboralmente. Un día tuvo una crisis porque ya no sabía qué hacer, se fue de la empresa y no volvió nunca más”, cuenta Tamara. Hubo también otro caso. “Una de las chicas me contó ciertas situaciones donde él también le mandaba mails o le dejaba cosas en su escritorio. Tiempo después, cuando a compañeras de otra área les conté por qué me había ido, ellas ya sabían de cuál gerente les hablaba. Ese hombre está en un lugar de poder, tiene que entender que no puede actuar de ese modo”.
Una justicia patriarcal y machista
Tamara viene peleando hace al menos tres años en la justicia. Ninguno de los dos fallos que dictó la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo contempla el acoso. “En primera instancia reconoce que me tienen que pagar todo lo que no me habían pagado en su momento y que tenía que volver a mi trabajo, pero tampoco reconocía el acoso sexual. Hace unas semanas la Cámara dictó la segunda sentencia, que fue la que más nos indignó por eso estamos peleando con los abogados y compañeros. Este hombre tenía un cargo jerárquico, y él reconoció todo lo que me dijo, lo reafirmó, no lo negó. Y los jueces omiten hablar de este acoso sexual cuando ellos tendrían que ser los más objetivos. Él hoy conserva su trabajo como gerente de la empresa, sigue cobrando aguinaldos y premios”.
Guillermo Pérez Crespo es el abogado que lleva el caso de Tamara. Para él, los jueces tienen una definición limitada del acoso. “No responde en absoluto a las definiciones de acoso que hay en los tratados internacionales ratificados por Argentina y en nuestra ley de protección de la mujer. En todos estos instrumentos legales la definición de acoso es mucho más amplia y ahí sí entra lo ocurrido con Tamara”.
Según Pérez Crespo, uno de los motivos por el que la Justicia rechaza es porque no habría testigos directos del acoso. “A pesar de que los hechos denunciados fueron acreditados con los correos reconocidos por el gerente, y aunque algunos testigos mencionaron con bastante precisión que este gerente tenía antecedentes. Además se registraban los casos de por lo menos dos empleadas que renunciaron por el mismo problema”, comenta. “Por otro lado, pasaron por alto que la norma contra la violencia de género establece claramente que son suficientes las pruebas de indicios ante la evidente dificultad de acreditar una conducta de acoso sexual”.
“El expediente tiene sentencia de primera instancia y de Cámara (Sala X, votos de los jueces Corach y Stortini), esta última la más negativa. Ahora sólo queda la vía extraordinaria ante la Corte de la Nación. Se trata de una alternativa sólo posible en casos donde están en juego derechos fundamentales», describe. «De acuerdo a nuestro sistema procesal, el recurso extraordinario a la Corte se presenta inicialmente ante la Cámara que decide si lo manda o no. En este caso la Cámara no aceptó abrir la instancia, pese a una presentación de la Asociación de Abogados y Abogadas Laboralistas (AAL) como amicus, pidiendo se abriera esa instancia y se remitiera el expediente a la Corte atento la gravedad institucional del caso. Ahora está la queja a estudio de la Corte”, agrega.
En contra los delegados
El delegado Juan Cruz Canel, del cuerpo de delegado de los trabajadores de la empresa, acompañó a Tamara durante todo el proceso. Se ocupó de enviar un correo desde la dirección institucional para denunciar la situación y la empresa, inició un juicio en su contra por no cumplir el «código de conducta» acerca del uso de esta cuenta.
«Cuando entré en licencia psiquiátrica, Juan Cruz le solicitó a los delegados que hagan circular una nota donde yo explicaba lo que pasó. Entonces se envió un mail a todos los trabajadores adjuntando mi nota para que estén al tanto del accionar de la empresa. Quince días después, le mandaron una carta documento y le iniciaron un juicio para sacarle los fueros y despedirlo con causa».
Que no pase nunca más
Tamara no sólo está enojada, si no también preocupada. “Hay una gran violencia de género en esa sentencia. Nosotros pedimos dos cosas, en primer lugar que se reconozca el acoso sexual y en segundo lugar, yo en su momento pedí volver a su trabajo y tampoco me dejaron volver. Este caso marca un precedente, una jurisprudencia, yo denuncio a un gerente en una multinacional y me echan la culpa a mí, este hombre sigue trabajando en la empresa no toma ni ninguna medida y yo me que me quedé sin trabajo”, dice.
En ese segundo fallo se explica además que Tamara “no frenó a tiempo la situación”, es decir, se la revictimiza. “Ignorando la relación de poder, en vez de controlar si Tamara dijo claramente que sí a las insinuaciones se fijaron que al principio no dijo claramente que no, a contramano de toda la doctrina especializada en el tema”, explica, por su parte, el abogado. “En mi opinión, la importancia del caso excede claramente a Tamara. Pasó a ser un caso testigo de cómo la justicia responde a los casos de violencia de género (el acoso es una forma de violencia). Hasta ahora no son tantas las sentencias que han respondido bien y con argumentos sólidos. Este fallo de la Sala X es un claro retroceso en toda la política de género”, finaliza Pérez Crespo.
Y Tamara afirma, “esta sentencia atenta contra mis derechos fundamentales, me dejan afuera, no me indemnizan, no me ofrecen nada, me dejan en la calle. Una empresa multinacional que factura más de 90 millones de pesos por mes, que procesa Visa, Mastercard, Posnet, dejan a una trabajadora desamparada y estos jueces los avalan”.
Desde su denuncia en los medios, recibió muchísimos mensajes de solidaridad y también mensajes de muchas mujeres que le contaban los acosos que ellas sufrieron en su ámbito laboral. Hoy Tamara se siente menos sola y su preocupación ya no es por ella, si no por todas las demás mujeres que viven situaciones de violencia en sus lugares de trabajo. “Estamos en una instancia de elevar la queja para que la Corte Suprema tome mi caso para que revise mi causa. Sigo gritando porque quiero que me escuchen, que escuchen mi voz. Para mí fue atroz, pero si este caso no se siente en cuenta, marca un precedente aún más atroz para todes”.
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