La disparidad de géneros toma diferentes formas: en Argentina, el 1% de los entrenadores son mujeres y la participación en cargos dirigenciales apenas llega al 6,8%. Sólo el 4% de la cobertura deportiva de los medios se dirige a eventos femeninos.
En Argentina, el contexto no es muy diferente. La desigualdad de género en el fútbol, incluso, toma diversas formas: el 30% de las jugadoras de la máxima categoría aún son amateurs, el 3,3% de las jugadoras de Primera son madres, el 1% de los entrenadores son mujeres, la participación femenina en los cargos dirigenciales es del 6,8%, sólo el 4% de la cobertura deportiva de los medios de comunicación se dirige a deportes femeninos y 6 de cada 100 árbitros son mujeres.
“El torneo femenino argentino creo que es más semiamateur que profesional. Hoy todavía deben existir dos o tres jugadoras nomás que viven de esto. Después una no puede vivir del contrato que le dan”, declaró hace tres años la jugadora de Boca y la Selección argentina, Lorena Benítez. Y sus palabras aún perduran. El salario mínimo –que percibe la mayoría de las futbolistas profesionales– es de 565.000 pesos brutos, similar al de un jugador varón de la cuarta categoría del fútbol argentino.
“A simple vista se puede observar una desigualdad de brecha salarial y una descalificación a la jugadora profesional que, en su lucha por ser reconocida como profesional, es igualada a una categoría más baja del fútbol masculino”, explica Melisa García, presidenta y fundadora de la Asociación de Abogadas Feministas de la Argentina (Abofem), en su artículo “Profesionalización del fútbol femenino en Argentina”. De los 17 equipos que integran la máxima categoría, sólo 7 tienen más de 20 jugadoras con contrato: Boca, River, San Lorenzo, Belgrano, Newell’s, Ferro y Gimnasia La Plata. De estos clubes, ninguno cuenta con un plantel 100% profesional.
Un estudio publicado en 2023 por el Sindicato Internacional de Futbolistas (FIFPro) revela que “la mayoría de las jugadoras no siente que pueda hacer del fútbol su método de subsistencia, ni tampoco dedicarse exclusivamente a él. Más de la mitad (66%) han tenido que pedir permiso (retribuido o no) en su segundo empleo para asistir a las competiciones”
Boca no sólo es el club más ganador en la era semiprofesional del fútbol femenino. También es el club que posee más jugadoras profesionales (27) y más futbolistas madres (5) en la máxima categoría del fútbol femenino.
En estos últimos años, las regulaciones internacionales y nacionales con respecto a la maternidad y el fútbol evolucionaron. Y no sólo por un cambio de época, sino también por la lucha de jugadoras que en el camino tuvieron que abandonar el deporte.
En junio, la FIFA amplió una serie de medidas para proteger a las futbolistas durante la maternidad: una licencia remunerada mínima de 14 semanas para jugadoras y entrenadoras; la posibilidad de que los clubes inscriban a una jugadora fuera de plazo para sustituir temporalmente a otra futbolista que haya ejercido sus derechos vinculados a la maternidad; licencia por adopción; y licencia familiar para una jugadora o entrenadora que sea madre, pero no gestante.
En Argentina, el 3,3% del total de las futbolistas de la Primera son madres. Desde el semi profesionalismo, en 2019, AFA y Agremiados aprobaron el régimen para jugadoras embarazadas, el cual establece, entre otras cosas, que las futbolistas conservarán su empleo y remuneración ese tiempo.
Pero las reglamentaciones aún no alcanzan. No del todo. Un estudio de la Asociación Española de Mujeres Futbolistas (Futpro) publicado en 2023 señaló que “el 90% de las jugadoras profesionales de España siente que es complicado conciliar la maternidad con el deporte, a pesar de que el 72% no descarta ser madre”.
“El deporte, especialmente el fútbol, tiene un gran potencial para promover la igualdad de género y empoderar a las mujeres, contribuyendo a romper estereotipos -sostiene un informe de ONU Mujeres-. A pesar de los avances, persisten desigualdades en el fútbol femenino, como la falta de representación femenina en roles de liderazgo”.
Según los últimos datos disponibles relevados por la Coordinadora Sin Fronteras de Fútbol Feminista y pertenecientes a 2020, de los 1.243 cargos dirigenciales en los clubes de Primera y Segunda División del fútbol argentino, 84 puestos son ocupados por mujeres. Es decir, la participación femenina es del 6,8%.
“La carrera me enseñó que de la raya para afuera es otra cosa. Por más que, como jugadora, haya tenido una gran trayectoria y conseguido muchos logros, es distinto al otro lado. Si bien se empezaron a abrir caminos y se comenzó a dar lugar a las mujeres en los clubes, creo que es más por un tema político y por las exigencias de tener una figura femenina, no porque confíen en que una mujer pueda lograr cosas”, confiesa Belén Potassa, ex jugadora de la Selección argentina, dos veces mundialista y campeona de la Copa América 2006.
En Argentina, el 1% de los entrenadores son mujeres. A este porcentaje se le suma, también, la poca participación de las mujeres en el ámbito arbitral. Según un estudio de FIFA publicado en 2023, de los 625 árbitros que hay con licencia en el país, sólo 37 son mujeres.
Salomé DI Iorio es árbitra de AFA desde 2001. En 2015 se ausentó de las canchas y, tras reclamar para que la AFA le pagara lo que le correspondía durante el embarazo, sentó un precedente para quienes decidan tener hijos. Hoy forma parte del plantel de árbitros VAR de la LPF, Libertadores y Sudamericana masculinas. ¿Por qué decidió ser árbitra? Porque su opinión a la hora de hablar de fútbol, dentro de su grupo de amigos varones, era descalificada.
“Así que empecé a leer el reglamento por mi cuenta, cosa que nadie hace, y un día dije ‘esto no es así’. Me entró la curiosidad de aprender y tener más fundamentos”, cuenta.
En cuanto a la cobertura mediática, a nivel sudamericano, las mujeres suelen ser el tema central en solamente el 4% de las noticias que relatan “deportes, eventos, jugadores, entrenamientos, financiamiento”, según el “Monitoreo de medios latinoamericanos”, realizado por el Observatorio de Género de los Juegos Olímpicos de 2016.
“El 40% de los participantes en los deportes son mujeres, pero los deportes femeninos sólo reciben alrededor del 4% de la cobertura de los medios de comunicación deportivos. Y, de esa cobertura limitada, las mujeres a menudo son objetivadas o degradadas”, señaló la Unesco en el informe “Igualdad de género en los medios deportivos”, publicado en 2018.
Y cuando las mujeres son representadas en los medios de comunicación, existen varias marcas del sexismo que aparecen en el lenguaje deportivo. Por ejemplo, nombrar a las mujeres por su nombre de pila; referirse a las mujeres como “las chicas”; o tener una mirada androcéntrica como decir “es la Messi femenina”.
¿Cuáles son los efectos de ese tratamiento mediático y que repercute después en el desarrollo profesional de las mujeres en el ámbito deportivo? Desvalorizar a las mujeres mediante el paternalismo y la condescendencia; ellas son objetos a disfrutar, no agentes deportistas; el término de comparación y referente universal en deporte son los varones. «
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