El cineasta y escritor comparte con el lector una poética versión del cuaderno de trabajo que llevó casi como un diario durante el rodaje de una serie de cortos realizados en pandemia.
Sin embargo, aunque privados, no son pocos quienes toman la decisión de compartir con los otros esos textos de naturaleza íntima. Suelen ser artistas, poetas de la palabra, del sonido, de la imagen o la forma, que a través de ese gesto nos otorgan el doble privilegio de espiar por la cerradura de sus vidas, dejando al descubierto nuevas perspectivas desde las cuales abordar sus obras.
Algo de eso… Perdón: todo eso está presente en Del Natural, el cuaderno de notas que el cineasta y escritor Gustavo Fontán acaba de publicar a través de Verpoder Ediciones, un libro cautivante en todos sus aspectos, del contenido a la forma. En efecto, se trata de un cuaderno de notas que el director de películas como La orilla que se abisma (2008) o Elegía de abril (2010) escribió durante los largos meses del aislamiento social obligatorio, decretado tras la aparición de los primeros casos de Covid-19 en el país, en marzo de 2020.
Impedido de salir a hacer su trabajo, Fontán alumbró la certeza de que este podía ser realizado desde el encierro. “Tracé un programa: hacer una serie de pequeñas películas que tomaran como punto de partida el territorio que estaba frente a mí”, explica el cineasta en la “Nota aclaratoria” que oficia de prólogo.
Convencido de que “lo que tenemos frente a nuestros ojos es inagotable”, Fontán realizó cuatro cortometrajes: Jardín de piedra, Luz del agua, Del natural y Árboles y pájaros. Todos están compuestos por imágenes pertenecientes a aquellos paisajes cotidianos que él mismo podía ver desde las ventanas o la terraza de su propia casa. Pero además, el rodaje doméstico de los dos últimos títulos estuvo acompañado por una serie de anotaciones que el director fue tomando para “dar cuenta de lo que miraba y los interrogantes que surgían sobre la representación”.
Como complemento, Fontán comenzó a recolectar hojas y flores que luego fue pegando en las páginas de sus libretas, junto a los textos. Esa relación entre palabra escrita e imagen terminó por volverse tan simbiótica, que cuando decidió publicarlas le resultó imposible prescindir de cualquiera de ellas. Eso nos lleva a hablar de la forma.
Esta no se limita a la prosa de Fontán y a su particular método de ir encadenando textos, que pueden ser propios o ajenos, porque todo el libro está orlado de citas, versos o fragmentos tomados de las obras de grandes escritores, pensadores o cineastas. El libro mismo fue diseñado prescindiendo del tradicional lomo que mantiene unidas las páginas de la mayoría de las publicaciones, rol que aquí es cumplido por un espiral de alambre. Así, Del natural reúne la doble calidad de ser libro y libreta al mismo tiempo, jugando con la idea de conseguir que la experiencia de lectura se asemeje, aunque sea de manera lúdica, a la de la escritura.
Lo mismo ocurre con una serie de láminas semitransparentes intercaladas entre las páginas del libro, sobre las que están impresas aquellas hojas y flores secas que el autor fue recolectando. Incluso podría pensarse a la presentación de Del natural como una prueba fáctica de que disciplinas como el diseño también son capaces de producir poesía. No es extraño que todo esto ocurra en un libro de un artista con la sensibilidad de Gustavo Fontán.
En sus textos reaparece esa amorosa capacidad de mirar el mundo que quienes hayan atravesado la placentera experiencia de sus películas no tardarán en identificar. Así escribe: «Hay una luz dorada sobre el muro; manchas fugaces que titilan en la piedra. Hay que apurarse para verlas porque duran solamente unos minutos. Las descubrí de casualidad, mirando otra cosa. Es la última luz; ya no habrá sol sobre las casas después de este momento. Mañana tendré la cámara preparada. Alrededor de las cinco de la tarde, si está despejado».
Como si caminara en reversa el sendero del cine, que suele convertir en imagen y sonido las palabras amontonadas en un guion, en Del natural Fontán reconstruye por escrito el surgimiento de la mirada previa, aquella que descubre en la realidad los fragmentos que eventualmente se volverán luz proyectada sobre la pantalla. La poética de ver antes de hacer.
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