También prestaron testimonio Valeria del Mar Ramírez, Santos Boria y Eduardo Castellano. Recordaron a Hebe de Bonafini.
La mujer, quien en 2012 gracias a la Ley de Identidad de Género recibió el documento con su identidad autopercibida brindó un desgarrador relato donde contó haber sido violada sistemáticamente desde su detención.
Valeria del Mar Ramírez fue la tercera testigo en prestar declaración. Su testimonio es fundamental porque visibiliza el ataque a la comunidad travesti-trans durante los años de la dictadura cívico militar. En 2020 se presentó como querellante por haber estado detenida en dos oportunidades: a fines de 1976 y a principios de 1977. Estuvo en el Pozo de Banfield, donde fue torturada y violada sistemáticamente, “no sabe por cuántas personas”.
“Estuve privada de mi libertad. Yo trabajaba en Camino de Cintura (Ruta 4) entre Seguí y la rotonda de Llavallol. Mi trabajo era ejercer la prostitución”, se presentó. En su primera detención, en 1976, dijo, fue una razzia donde detuvieron a 14 personas que fueron trasladadas en un patrullero hacia la Comisaría de Llavallol alguna y a Banfield otras.
La primera detención de Valeria fue por dos días. Pero luego dio precisiones de la segunda detención. “Para un Ford Falcon, nos agarran del brazo y nos meten”, y precisó que fue trasladada a Banfield. “Acá tienen las cachorras que pidieron”, dijo uno de los represores a otros que estaban en el predio. Ella estaba con una compañera, Romina. “No sabíamos por qué estábamos ahí. Después vinieron dos policías que me violaron, después de darme algunos golpes”, detalló.
Contó que no le daban de comer si no tenía sexo con sus torturadores. “Me mostraban el plato y me mostraban el miembro. ‘Chupamela un poco y te doy el plato’, me decían. A veces, lo hacía”, explicó. Señaló que en otro momento se “rebeló” y se negó. Había conseguido agua para no tener que comer, pero se la descubrieron y se la sacaron al grito de “puto, te hacés el vivo”.
“Después vinieron cuatro y me violaron. Y así, venían hasta que un día aparecieron y me sacaron para el lado izquierdo. Me llevaron a un lugar con colchones y vinieron otros tres y me violaron también. Preferiría que Dios me lleve, no sabía qué hacer. Lo peor fue que otro día me pusieron un pedazo de madera, eran seis que se reían mientras yo gritaba y pedía auxilio”, manifestó. Incluso, la amenazaron con una rata o una laucha. “Siguieron viniendo todos los días, tres o cuatro, para violarme. Estaba agotada de llorar y de gritar”, dijo.
Contó también que escuchó el nacimiento de un bebé y que a la madre la enviaron a limpiar “la mugre” del parto. Pudo estar con ella unos segundos. “Cuando salgo, veo que el policía tenía el bebé en brazos”, amplió.
Como no volvía, sus allegados comenzaron a buscarla. Su mamá presentó un hábeas corpus en su favor. “Una compañera a la que le decíamos ‘La Mono’ iba a la comisaría de Llavallol a llevarme cosas, pero no estaba. Fueron a otras comisarías de la zona y no me encontraban. Estuve esos 14 días en Banfield. Una mañana vienen y me dicen ‘hoy vas a tener la última diversión porque lamentablemente te tenemos que largar’”, manifestó. Pudo regresar a su casa, pero le advirtió, el abogado que intervino para que la liberen, que no podía volver a Camino de Cintura porque la iban a matar.
“Ya tenía miedo de salir por lo que ya me habían hecho ahí adentro. Me iban a matar y a quién le iban a reclamar. Iba a ser una trava menos, un puto menos. Me corté el pelo y tuve que disfrazarme de vuelta de Oscar”, mencionó. Corría el año 1999, cosa que obliga a pensar en la falta de distinción entre la dictadura y la democracia. Aún hoy tiene atención psicológica.
«Mi deseo es hacer justicia por esos compañeros y compañeras que hoy no están»
Además de Valeria, ante el Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata (conformado por Walter Venditti, Esteban Rodríguez Eggers y Ricardo Basilico) declararon los sobrevivientes Santos Boria y Eduardo Castellano, quienes brindaron detalles de sus detenciones y las torturas a las que fueron sometidos. El primer testigo fue el sobreviviente Santos Boria, quien precisó que fue trasladado al Pozo de Quilmes donde fue torturado. Fue secuestrado en Claypole (partido de Almirante Brown), en septiembre de 1977 y liberado en febrero de 1978.
Ana Oberlin, integrante del Ministerio Público Fiscal, se encargó de hacer las preguntas. El testigo explicó que ingresaron por un portón de chapa e “inmediatamente” lo empezaron a torturar. “Me hicieron sacar la ropa, me ataron a una especie de mesa y me torturaron con la picana eléctrica”, detalló. Fue trasladado, luego, al tercer piso del Pozo donde lo alojaron solo en un calabozo.
“Había otras personas más abajo, pero en ese piso estaba yo solo”, comentó. Relató que en la sala de torturas vivía un efectivo. Como vivía cerca del centro clandestino, pudo dar precisiones de obras que se realizaron para acondicionar en ese lugar antes del 24 de marzo de 1976. “Estoy preocupado de lo que pueda llegar a pasar, pero no tengo miedo. Mi deseo es hacer justicia por esos compañeros y compañeras que hoy no están. Somos la voz de ellos”, sostuvo en el cierre del testimonio, y lamentó que muchos testigos no declaran por miedo. Una vez que lo liberaron se fue a vivir a Italia, donde tenía parientes.
El defensor oficial Gastón Barreiro marcó una contradicción en la declaración del testigo. Intentó leer el documento del Juicio de la Verdad, pero el Tribunal decidió no cotejarlas luego de que la Fiscalía y varias querellas manifestaran su oposición.
En una reflexión final, Castellano apuntó contra el ministro Sergio Berni y advirtió que “la conducción de la Policía bonaerense es un descontrol” y “las cosas no cambiaron”. Andrés Núñez, Julio López (ambos desaparecidos en democracia) y Lolo Regueiro (murió durante una brutal represión en la cancha de Gimnasia y Esgrima La Plata recientemente) fueron los nombres a los que mencionó Castellano.
Por otro lado, manifestó que “los genocidas tienen que ir a la cárcel común” e hizo un pequeño homenaje a Hebe de Bonafini, quien falleció el domingo pasado y cuyos restos descansarán en la Plaza de Mayo.
En este juicio se juzgan a 16 represores por los crímenes de lesa humanidad cometidos contra casi 500 personas, alojadas en tres ex centros de cautiverio.
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