Los casos se repitieron en centros de testeo y hospitales de distintos puntos del país. Los más graves incluyeron golpes. También hubo agresiones con gritos e insultos. Desde los gremios coinciden en que el personal está agotado y se necesitan medidas e inversión para garantizar su seguridad.
“Si no estás capacitada para estar las 24 horas parada haciendo testeos, no vengas”, le gritó un hombre a una médica en un centro de salud de Tunuyán, Mendoza. La mujer, al borde del llanto, le explicaba que no tenía ni tiempo para ir al baño. Algo similar se dio en un centro de testeo marplatense, donde un grupo de personas gritó e insultó a tres trabajadores que hisopaban en Playa Bristol. «¿No entendés que no me dan las manos?», les dijo uno de ellos.
“Desde Cicop venimos manifestando nuestra profunda preocupación y obviamente el repudio ante la recurrencia de situaciones de violencia hacia el equipo de salud, que ponen en riesgo la integridad psicofísica de sus integrantes”, dijo Silvana Scali, vicepresidenta de la Asociación Sindical de Profesionales de la Salud de la Provincia de Buenos Aires (Cicop). “Estas situaciones de violencia se están dando hacia un equipo de salud que viene sosteniendo con mucho esfuerzo y compromiso la atención durante estos dos años de pandemia, y que cotidianamente viene garantizando el derecho a la salud de la población, dentro de un sistema de salud que sabemos que tiene muchas deficiencias, producto de décadas de desinversión. Se necesita una fuerte inversión presupuestaria para mejorar sus condiciones de trabajo, que son las condiciones de atención de la población. Falta recurso físico y humano. Justamente, muchas veces para agilizar esta atención. Todos querríamos que no existan las colas”, apuntó.
“La situación preocupa”, coincidió Héctor Ortiz, referente de Hospitales de la Ciudad, en CABA. “Son tan largas las colas para atenderse, y el personal es escaso. Le pedimos al GCBA que las UFU (Unidades Febriles de Urgencia, para casos con síntomas de Covid) funcionen las 24 horas, pero no hay personal. Obligan a nuestras enfermeras, están cerrando servicios para obligar a que trabajen en las UFU. Obligan a hacer horas extras por 100 pesos la hora. La exposición, el trabajo enorme que hay, el agotamiento. Tendrían que habilitar las UFU para bajar un poco la ansiedad de los ciudadanos ante largas esperas. Y esto se pone cada vez más tenso. Los compañeros trabajan nerviosos, en una situación en la que en cualquier momento les empujan las puertas y los maltratan. No es fácil y el Gobierno de la Ciudad mira para otro lado”, cuestionó. También en territorio porteño Gabriel Rosenstein, médico del Hospital Tornú y miembro de la Asamblea Permanente por el Derecho a la Salud, consideró que “las agresiones no son nuevas, pero son crecientes. Y hay violencia institucional desde la gestión también”.
Junto con la Ciudad de Buenos Aires, Córdoba es otro de los puntos que concentra mayor cantidad de contagios y mayor demanda de atención sanitaria. Federico Giuliani, secretario general de ATE en esa provincia, alertó que “hay maltratos permanentes” y apuntó también contra la situación de “ajuste y precarización laboral” que viven las y los profesionales de la salud allí.
“Hay una estructura de precarización laboral, muchos de quienes testean y están en la primera línea de combate son contratados, monotributistas, pasantes, ganan por debajo de la línea de la pobreza. Es una situación muy difícil desde lo laboral. Se debería cuidar a los que nos cuidan y reforzar los presupuestos para incorporar más personal, que es lo que hace falta. En este contexto, el gobierno achica. Hay un maltrato permanente porque la provincia está estallada”, graficó. Y denunció que “se está haciendo trabajar a personal de la salud aunque sean grupos de riesgo, han hecho volver a embarazadas, quienes son Covid tienen cinco días de aislamiento contra siete del resto de la población. La situación es desastrosa, es de colapso sanitario. En estos días vamos a presentar un amparo, una medida cautelar para frenar este protocolo que está haciendo trabajar a personal que no debería hacerlo, por la falta de personal”.
Lejos quedaron los aplausos que todas las noches reconocían el trabajo de trabajadores y trabajadoras de la salud en la primera etapa de la pandemia. Al poco tiempo comenzaron los ‘escraches’ a médicos y médicas en sus edificios, donde les dejaban carteles para que se mantuvieran lejos por miedo al contagio. En esta tercera ola, con cifras de testeos y positivos apabullantes, las agresiones se están volviendo moneda corriente.
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