De los 21 futbolistas Sub 20 que viajaron al Mundial de Corea, más de la mitad terminó la secundaria. A otros les falta el último año. El índice es parecido al contexto nacional.
El dato no coincide con el prejuicio de que el ambiente del fútbol es, supuestamente, poco afín a la escolaridad. Y se vuelve más importante todavía si se considera que son juveniles que, en su mayoría, han debutado en Primera y su carrera futbolística no parece parte de un proyecto, sino de una realidad. Lo concreto es que en los últimos años, de la mano de la aparición de escuelas primarias y secundarias en los clubes y del mayor cuidado individual en las pensiones, se ha incrementado la cantidad de jóvenes que terminan la escuela.
Juan Manuel Herbella, ex jugador de fútbol, médico especialista en Medicina del Deporte, realizó su maestría de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde estudia la escolaridad de 362 jugadores de 18 años. «Tres no habían terminado el primario, 89 habían abandonado secundaria, 173 continuaban en la secundaria, 72 habían terminado su escolaridad obligatoria sin continuar más allá y 25 decidieron iniciar estudios terciarios o universitarios», dice el trabajo que, si bien lo publicó este año en el sitio especializado , es de 2012. La deserción escolar es del 27%, concluye.
En entrevistas, muchos jugadores suelen repetir que «no sirven para el estudio», que «son burros» o frases similares. También puede escucharse que los futbolistas «sólo tienen una pelota en la cabeza» o afirmaciones de ese tipo. Pero en ese ambiente se reproducen las medias que figuran a nivel nacional. Por ejemplo, en los centros urbanos hay menos abandono escolar que en las zonas rurales; los jóvenes del NOA y del NEA tienen menor tasa de escolaridad; y la escolaridad de la madre resulta fundamental para el desarrollo educacional de chico.
También, claro, aparecen particularidades propias del deporte más popular en el país. Según indica Herbella, una de las hipótesis que pudo probar con su estudio es que los futbolistas que juegan en una posición que requiere de una buena interpretación del juego y no tantos recursos técnicos poseen una tasa de escolaridad es mayor. O sea: los volantes centrales y los zagueros estudian más que las diferentes posiciones, incluidos los arqueros.
Por otra parte, en relación con los que comienzan la educación terciaria, el porcentaje de futbolistas de la B Nacional casi duplica al de la Primera: 5,3% (10 de 190) contra 9,2 (14 de 153). Eso tiene que ver con que cuanto más cerca ven el éxito deportivo, más alejado en el horizonte queda el estudio. La diferencia en el salario también lleva a que futbolistas de categorías menores consideren la posibilidad de formarse pensando en el futuro, algo que muchos jóvenes de Primera no ven necesario.
«Se ha equiparado la gente que le da importancia al estudio y la gente que no -cuenta Herbella a Tiempo-. Carlos Timoteo Griguol fue un pionero cuando a nadie le interesaba, o incluso pensaban que era contraproducente. Es difícil que ahora lo vean así. Los técnicos decían que era disruptivo para la carrera. Ahora nadie lo ve así. Aunque hace poco un coordinador de los más reconocidos dijo en un congreso de fútbol que lo que le importa es que sea inteligente para resolver dentro de la cancha, y que si va a la escuela no le preocupa ».
El lunes pasado, después de que el pibe de 18 años brillara en el triunfo de Boca en La Bombonera ante Arsenal, Gonzalo Maroni fue entrevistado por Sebastián Vignolo, el relator estrella de Fox Sports, la cadena que adquirió los derechos televisivos del fútbol argentino. Oscar Ruggeri, campeón del mundo en México 1986, le sugirió en el programa que estudie y entrene duro. Vignolo lo cortó: No lo jodan con el estudio. Está en la Primera de Boca. Herbella piensa: El ser culto hace que termines siendo más libre. El ser libre en un negocio en el que hay tantas cosas de por medio hace que por ahí el pibe se avive de algo que le corresponde. Maroni, que juega de enganche, una posición que requiere de una buena interpretación del juego, llegó desde Córdoba a los 16 años. Allí, mientras descollaba, estudió el Instituto Peña. Hoy todavía estudia en Buenos Aires. Porque en la pensión del club es obligatorio, más allá de cualquier sugerencia mediática.
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