Jugó en 13 equipos durante los 17 años de su carrera. Y ahora entrena a chicos y chicas en las divisiones inferiores de Estados Unidos. Enfocado en la formación, es una voz autorizada para medir el "boom Messi" en las raíces de la MLS, más allá del show.
-¿Se perdió el amor por el juego?
-El gran problema en el fútbol infanto-juvenil no son los chicos: somos nosotros, los adultos. Hace muchos años les hemos robado el juego a los niños para beneficio propio, y es tiempo de devolvérselo. Los entrenadores, el exitismo por ganar, por el resultado, se ha trasladado del fútbol profesional al infanto-juvenil, y masivamente. Cuando éramos chicos utilizábamos a los formadores para crecer y mejorar. Ahora se ha invertido: son los entrenadores los que utilizan a los niños para ellos crecer y trepar al profesional, a dirigir en Primera. Ese es el dilema. En las formativas hay muchos entrenadores y muy pocos formadores. Antes los formadores sabían la diferencia entre fútbol juvenil y profesional. Ahora no. Tenemos que tratar de educar, pero no a los niños, sino a los adultos, tanto entrenadores y coordinadores como padres. El amor a la pelota no es el mismo, porque ésta circunstancia se globaliza en el mundo y porque la tecnología hace que los niños no jueguen. Antes nuestro juguete era la pelota, y nada más. Llegábamos de la escuela y la diversión era ir a jugar a la pelota al potrero, a la calle, al campito, al baldío. Por la inseguridad y por la urbanización, el niño juega cada vez menos. La única hora en que ellos juegan es cuando van a la escuela y a las inferiores, pero ya no juegan, los hacen “entrenar”.
-¿Se puede enseñar a jugar?
-Un niño puede nacer con talento y después ir mejorándolo y desarrollándolo a través de los años. Como formadores podemos darle información. Después, no sabemos si va a aprender. No podemos enseñar: el niño aprende, que es diferente. Hoy los entrenadores piensan que pueden enseñar. Lo único que podemos hacer es que aprendan. Pero no los dejamos aprender, explorar, descubrir. Antes aprendíamos silvestremente, en la calle. Después, cuando íbamos a la academia, nos acomodaban un poquito el puesto, nos orientábamos, pero la técnica individual la aprendíamos en la calle porque jugábamos de cinco a seis horas.
-¿Qué es lo que te fascina de formar jugadores?
-En el fútbol formativo tenés más tiempo para trabajar. En el profesional no se puede ver la evolución de un jugador: a los tres partidos si perdés te quieren echar. Pero ahora los entrenadores en el formativo ponen al grandote y tosco de delantero para que le tiren pelotazos y haga goles de cabeza y ganar, y después chequean la tabla general. Si están arriba, es un trabajo impresionante; abajo, un desastre. Los dirigentes analizan un trabajo según las tablas de las inferiores, y es una vergüenza. Los dirigentes, sin darse cuenta, están empujando a los entrenadores a hacer lo grotesco: les enseñan a los chicos a ganar y no los dejan aprender a jugar. Primero se aprende a jugar a la pelota y después al fútbol. El problema es que, después de tres años, se dan cuenta de que ese niño grandote y tosco no tiene tanto talento y lo dejan libre. Y nos perdimos del chiquito habilidoso con técnica, de un Saviola, de un Aimar, al que no lo hicimos jugar porque no tenía poderío físico.
-“Estados Unidos tiene todo para ser potencia -dijiste-, pero el soccer no es popular”.
–El soccer tiene poco de fútbol. Juegan mucho al soccer y poco al fútbol, no hay cultura futbolística. Ahora, con Messi, se ha hecho una revolución, la gente le está prestando un poquito más de atención, pero si saliera a la calle, parara a diez personas y les preguntara si conocen a Messi, siete me van a decir que no. Recién ahora lo están descubriendo y hace nueve meses Argentina fue campeón del mundo. Ahora vienen padres de la academia y me dicen: “Darío, Messi es argentino como vos, no sabía”. Y me conocen hace siete años. Consumen mucho lo del país. Piensan que saliendo de Estados Unidos se termina el mundo. Muy yanquis. Evolucionaron mucho, la MLS creció un montón, pero que adquieran conceptos y hábitos del fútbol es un trabajo de hormiga que lleva años. En el béisbol viene la pelota y tienen que batear y tirarla lo más lejos posible y ahí empiezan a correr. En el fútbol americano el quarterback agarra la pelota, la lanza, y todos empiezan corren. Trasladan ese concepto al fútbol. Y los nenes y las nenas lo primero que hacen cuando le viene una pelota es pegarle un patadón y correr para adelante. Messi va a subir la liga, la MLS se va a ver en todo el mundo, hay ventas de camisetas, un boom. Pero no sé cuánto va a durar, si el día que se vaya va a seguir igual, como pasó con Pelé, Beckenbauer y Cruyff en Estados Unidos. Ojalá que no vuelva a la normalidad, que con Messi quede impregnado el amor por el soccer. Pero no le veo mucho futuro, porque no hay cultura futbolística. No es como Argentina, que se sale a la calle y el fútbol está en el aire, se vive en el bar, se palpita en cada barrio, en cada pared con un mural de Maradona, de Messi, del Dibu Martínez.
-¿Chocaste contra el fútbol europeo, “estructurado” y “mecanizado”, apenas llegaste al Panionios de Grecia, en 2005?
-Soy un fiel protector del fútbol sudamericano. Y me tocó un técnico checo (Josef Csaplár). Siempre jugué de la misma manera: gambetear, tocar, sombrero, caño, asistencias. Y en la primera práctica gambeteé a dos, metí un pase y mi compañero hizo un gol. Me quedé contento. Y después también, la paré, amagué, enganché, gambeteé a dos, metí una bocha de gol y mi compañero lo erró. Y el técnico paró el entrenamiento y se me vino a los gritos. En ese momento, cero inglés. Me gritaba y hacía ademanes, no entendía. Después del entrenamiento me agarró con el traductor: “Acá no se juega así. Simple y rápido”. Me quedé sorprendido. Cuando Riquelme habla de van Gaal, que lo quería hacer jugar de wing izquierdo, lo comprendo. Hay un choque cultural muy grande entre el fútbol sudamericano y europeo. En Europa el fútbol tiene que ser más eficaz, prefieren jugar a uno o dos toques. Y el fútbol no se juega a un toque. Se puede jugar a uno, dos, tres toques, según lo que pida la situación de juego.
-Paradójicamente, la gambeta suele ser lo que más “vale” en las transferencias de jugadores.
-Hay cinco mejores de la historia. Di Stéfano, Pelé, Cruyff, Maradona y Messi. ¿Qué tenían en común? El desequilibrio, la buena técnica. ¿Por qué no vamos a estimular la gambeta? Le estamos errando. Estamos tratando de formar jugadores homogéneos. Que todos se parezcan y jueguen igual. ¿Cuántos gambeteadores hay en el fútbol argentino? Hay, pero te cuesta. En la década del 70, del 80, había diez para nombrar, como mínimo. Ahora no hay porque queremos copiar al fútbol europeo. ¿Por qué? Si nosotros tenemos tres Copa del Mundo, cinco Brasil y dos Uruguay. Lo que tenemos que copiar de Europa es la organización, la disciplina, no la manera de jugar. No podemos traicionar nuestras convicciones, nuestro ADN, la esencia. No es casualidad que Di Stéfano, Maradona y Messi nacieran en Argentina. ¿Por qué no nacieron en Estados Unidos? ¿Por qué Pelé, Rivelino y Garrincha nacieron en Brasil y no en Japón? Tenemos que cuidar al fútbol sudamericano. La liga española contrata a Vinícius (Real Madrid) y la MLS a Thiago Almada (Atlanta United) porque lo que tienen ya no lo consiguen en Europa. Es un bien escaso. ¿Por qué vamos a formar a nuestros jugadores como a los europeos si lo que ellos buscan es lo que tenemos nosotros? Pase y control está perfecto, pero pase y control en los 60, 70 y 80 era lo básico para poder jugar al fútbol. Los sudamericanos tenemos algo más, no somos tan académicos como los europeos, somos de un fútbol atrevido, espontáneo, intuitivo, de picardía y técnica, de esconder la pelota. Hay que estimularlo. Cuando un entrenador vea a un niño de siete años en las inferiores que gambetea a uno, a dos, que no le grite: “¡Largala! ¡Tocá! ¡Jugá en equipo!”. No, dejalo, porque esa es la impronta nuestra. Después, cuando tenga 14, ahí sí. “Vení, la cancha se divide en tres: iniciación, gestación, finalización. Acá no podés gambetear todo el tiempo porque si la perdés estás cerca del arco. Acá tratá de jugar más rápido. Y acá hacé lo que quieras, gambeteate a todos”. La gente joven cree que el fútbol empezó con Guardiola. Y el fútbol es viejísimo. El fútbol del futuro está en el pasado.
-Y sin embargo, la Argentina de Messi salió campeona en Qatar 2022.
-Lo que más me emocionó, más allá de salir campeones, es que jugamos con “la nuestra”. Argentina, contra Francia, alzó la bandera de nuestro fútbol. El de potrero, el de pase y gambeta, el de “toco y me voy”. ¿Cuántos jugadores de la selección tienen gambeta y picardía? Messi y Di María. Pero en cualquier momento se nos van. ¿Quiénes nos quedan? ¿Tenemos en el fútbol argentino? Parecen todos más jugadores homogéneos, europeos. Tenemos que tratar de formar más jugadores con nuestro ADN, porque cada vez se nos van más jóvenes a Europa y terminan siendo más jugadores europeos que argentinos. Tenemos que tratar, desde el fútbol infantil, de impregnar nuestro potrero, de educar a los entrenadores jóvenes que están en el fútbol formativo, hacerles entender que existió el Charro Moreno, Don Adolfo Pedernera, Ernesto Duchini, para tratar de formar más jugadores criollos, más argentinos, y que no se pierda por favor la gambeta, que es nuestra impronta. No pido que los once gambeteen, pero en nuestra selección tenemos que tener tres, cuatro, cinco.
-Cada tanto aparecen noticias: “El nuevo Messi”. Entre 2009 y 2010, en el Aris Salónica de Grecia, fuiste compañero de Freddy Adu, “el nuevo Pelé”. ¿Qué experimenta un chico cuando lo etiquetan?
-Hablaba mucho con él. Cuando llegó empecé a pensar qué le había pasado, porque con 15 años iba a ser “el Pelé de Estados Unidos”. A esa edad, me contaba, ya era multimillonario, con Nike y Pepsi de sponsors de por vida, una suite en Las Vegas. Ahí sintió la presión, y con todo Estados Unidos atrás, porque cuando ven que está naciendo una estrella ponen todas las ilusiones y sueños en ellos. Y sabemos cómo son los estadounidenses con la publicidad y el show. Eso lo sobrepasó, no pudo manejar tanta expectativa. Me decía: “Soy un jugador más o menos bueno, pero no extraordinario”. Por eso hablamos en el fútbol formativo que hay que tener muchísimo cuidado cuando vemos que un chico sobresale del resto, porque el periodismo empieza a inflar, “el nuevo Messi”. Y las presiones de los padres, entrenadores, dirigentes. No quiero ser drástico, pero el 70% de la gente que trabaja en las inferiores del fútbol argentino no está capacitada para trabajar con chicos. No hablo de los entrenamientos, de la táctica. Hablo de la pedagogía y la docencia de trabajar con niños, que es muy diferente. Hoy cualquiera puede recibirse de entrenador, hacerse el cursito, meterse en YouTube. Pero trabajar con chicos, ser formador y docente, y usar la pedagogía, es muy diferente. Si un niño pierde la pelota dos veces y lo empezás a insultar, a humillar, y te peleás con los árbitros, no servís para el fútbol formativo. En Estados Unidos, una mayoría, cuando llegan a los 15 años, renuncia a los deportes, porque se aburrieron, porque van a los entrenamientos y no juegan, porque los entrenadores los humillan, porque sólo quieren ganar, porque les roban el juego.
-¿El profesional se olvida por qué y para qué se juega al fútbol?
-¿Por qué cuando nos volvemos profesionales no podemos seguir sintiendo ese amor por la pelota, por el juego? Es difícil, fui profesional, y a veces el entorno te lleva a no divertirte porque hay que ganar, hay que tener un contrato, hay que poner un plato de comida en la mesa. Pero los entrenadores tenemos que tratar de que esa parte de la niñez no se muera, de que reviva en cada entrenamiento. Después, sí, hay que jugar con responsabilidad, con seriedad. Roberto Perfumo siempre decía que los jugadores son muy afortunados, porque su trabajo consiste en hacer a las personas lo más humanas posibles. “¿Qué hacen? Jugar, se la pasan jugando, y al jugar humanizan a las personas. No hay nada más lindo que jugar”. Hay negocios, intereses, pero sigue siendo un juego. Hablo con muchos jugadores para que no se olviden de ese lado lúdico por un entrenador que los presiona, que quiere imponerse. Traten de rebelarse, saquen al niño y rebélense. De última, estás adentro de la cancha, sos vos, no él. Son muy pocos los jugadores que se diverten. Messi y Neymar. Y son de la vieja guardia. La camada que viene detrás de ellos es más de un fútbol mecanizado que recibe instrucciones del entrenador. Ahora los jugadores le ponen la técnica al cerebro del entrenador, porque le han dado muchísimo poder al entrenador. Y vemos cada vez más un fútbol de videojuego, teledirigido. Muy poquitos jugadores profesionales juegan para divertirse, porque el problema viene desde las inferiores. Si desde los seis años vienen diciéndote que juegues a dos toques, que no gambetees, cuando ese niño llega a Primera a los 17, 18 años, ya está aburrido, ya no siente el fútbol de la misma manera, es un robot al que le robaron la alegría de jugar. Y quiere debutar para hacer una diferencia económica y salvar a la familia. En el fútbol infantil déjenlos que disfruten; en el juvenil, ahí sí, empezamos un poco con la táctica. Pero no le roben la inocencia.
-¿No te tienta el fútbol profesional?
-Se extraña la competencia, esa locura de la presión por ganar. Lo viví 20 años. Es como tirar a un tiburón a una pileta con sangre. Pero tengo bien registrada la diferencia entre formativo y profesional. Y si paso al profesional sé que lo importante es ganar, no como sea, porque no existe. Uno de mis objetivos es trabajar en inferiores en Argentina y tratar de cambiar la mentalidad, de educar a la nueva camada de formadores. El fútbol no es solamente ganar, hay que tratar de jugar lo mejor posible para tener mayores posibilidades de ganar; hay que tratar de cambiar los mensajes de jugadores y entrenadores, porque hay muchos chicos que miran televisión y están enfocados en eso. Tevez llegó a Independiente y dijo: “No quiero jugadores que jueguen en puntitas de pie, quiero que se tiren de cabeza”. Lo escuchaba y decía: “Pero Carlitos, fuiste un crack, ¿por qué ese mensaje?”. Correr y sacrificarse es un complemento, hay que hacerlo. Pero hay que tratar de jugar bien. Después, al formador que dice que hay que animarse y tratar de combinar, cuando haga la charla técnica con la Séptima le va a saltar un chico: “Pero Tevez dijo que lo único importante es ganar”. ¿Y qué le vamos a decir, si los adultos no damos los mensajes? No es una crítica: es un pedido de auxilio. Háganlo, cambien el mensaje, háganlo por y con los chicos, por lo menos.
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Una vez más, el Beto Parrottino elige una historia que en definitiva, nos recuerda que lo que vale para el "buen" arte (del fútbol en este caso)