El cantante y compositor lanzó Oasis, el disco que cierra la trilogía iniciada con Linyera y al mismo tiempo adelanta su próximo proyecto: una ambiciosa ópera audiovisual. La creación en tiempos de cuarentena y la naturaleza decidida a recuperar lo que es suyo.
El disco cuenta con invitados notables y mensajes todavía más sorprendentes. «Yo no soy un hombre. Soy un virus en tu mente y no puedes conmigo», recita Enrique Symms en «Soy tu virus». Andrés Calamaro, por su parte, se presenta con un «Al principio fue in virus», en el «Blues rebétiko de 7 vidas». Se trata apenas de dos ejemplos. El disco fue grabado bastante antes de que el Covid-19 sacudiera al mundo y no pretende oficiar de profético. Sin embargo, en su ontología psicodélica y existencialista las alegorías de microorganismos insidiosos y momentos trascendentales se hacen recurrentes. Escucha a escucha Oasis multiplica sus significados y posibles interpretaciones.
El noveno disco solista del cantante, compositor y multiinstrumentista plantea un viaje sinuoso y estimulante. Ya mucho más allá del tango primal, orillero y algo desvencijado –recordemos que Tangos bajos (1998) fue casi un símbolo de la reconciliación del rock con el 2×4 prepiazzolliano–, Melingo construye un horizonte de formas más laxas que no abandonan la música de Buenos Aires, pero que también llega mucho más allá. Elementos de la música rebética, electrónica, dub, blues, psicodelia, la aparición de una orquesta típica y bastante más se conjugan con resultados únicos. En ese contexto aparecen y se destacan, entre otras, la adictiva «Camino y hablo solo», el aire más trance de «Navegantes», la elegancia nostálgica y metamórfica de «Cavalier King Charles» y la despedida triste, con ecos murgueros y otra vez aires proféticos de «Sueño del éxodo» («No recuerdo como era todo antes»).
En diálogo con Tiempo, Melingo reflexionó sobre su presente, parte de su historia y su futuro, un recorrido cada vez más productivo de un verdadero sobreviviente.
–¿Por qué considerás a Oasis como el cierre de la trilogía que comenzó con Linyera?
–Siempre me atrajo el número tres y me gusta el concepto de trilogía. Pensé de la misma manera los discos Santa milonga (2004), Maldito tango (2007) y Corazón y hueso (2011). Estos últimos tres discos que terminan con Oasis están unidos por el personaje del Linyera, pero también por cierta búsqueda tímbrica y musical. Pero Oasis también va un par de pasos más allá. Es un adelanto de una pequeña ópera que constará de 47 canciones con todos los personajes que aparecen en este disco, pero obviamente con un desarrollo de sus características y de la historia mucho más exhaustivo. Se podría decir que Oasis es una cuarta parte de lo que se verá en la ópera. Ya tengo todo muy avanzado, mi idea es poder presentarla en un teatro el año que viene. Así que Oasis es el cierre de una trilogía de discos, pero al mismo tiempo funciona como un puente hacia una obra que considero muy ambiciosa y me entusiasma mucho.
–El disco articula influencias y sonoridades muy distintas, pero nunca pierde un hilo conductor.
–Es un poco lo que buscamos. Que tenga variedad, pero no que suene a muchos discos en un disco. No me interesaba hacer un compilado. Creo que esa unidad a la que te referís tiene que ver con varias cosas. Mi voz, el personaje del Linyera, la historia que se abre a partir de un sueño y el encuentro con otros personajes. Pero también con cierto criterio musical que fui desarrollando y profundizando con el tiempo.
–Oasis fue grabado bastante antes de la pandemia. Pero la palabra y el concepto de virus están muy presentes.
–Sí, uno escucha ahora esas cosas que tanto tienen que ver con nuestro presente y un poco se sorprende. Alguna vez hablando con el maestro (Charly) García coincidíamos en que nadie sabe exactamente de dónde viene la inspiración. Pero siempre me pareció que hay mensajes que flotan en el aire y que con un poco de suerte y la antena en su lugar uno puede percibirlos y hacerlos música. Decididamente lo logran García, Fito (Páez), Andrés (Calamaro) y otros grandes. Ojalá uno pueda aportar algo. La forma de trabajo del arte se relaciona mucho con el inconsciente y ahí puede aparecer lo premonitorio. El relato que hace Enrique Symns es muy potente, tiene ciertos aires de epifanía, incluso.
–Te conocimos con los Abuelos de la Nada, con Los Twist aportaste una ironía que el rock argentino no se permitía, experimentaste con la música bailable en Lions in Love, te metiste en el tango lunfardo y ahora casi, casi creaste tu propio género con un montón de influencias diferentes.
–Antes que nada me siento un creador. Y siempre fui buscando y aprendiendo. En su momento, Cachorro López me contactó para sumarme al proyecto de rearmar Los Abuelos de la Nada. Yo en aquel momento estudiaba psicología, composición y dirección de orquesta. En mi familia había mucha tradición de música clásica y mi madre venía de cuna tanguera. Yo aprendí a tocar rock arriba del escenario, con Miguel Abuelo. Quizás ese espíritu me ayudó a no conformarme. A siempre ser curioso. A buscar afuera y adentro de uno, porque las dos cosas son igual de importantes. Creo que con los años, el esfuerzo, el laburo y cierto espíritu lúdico encontré un estilo. Y eso me pone muy feliz. Por eso trato de disfrutar y hacer cada vez más cosas.
–¿Cómo estás llevando la cuarentena desde lo personal y qué repercusiones te parece que puede tener?
–Desde lo personal, muy bien. Intentó evadir todo el pánico que causa la mala información que circula casi todo el tiempo. La gira por Europa se suspendió, pero ya la reprogramaron. Así que mientras tanto disfruto de mi casa y mi familia. Sigo creando música, letras y nuevas ideas. Trato de escuchar esa tensa calma que viene de la calle. Es un momento muy extraño y muy duro a la vez. No se puede predecir qué pasará con el mundo exterior. Por eso mientras le sigo poniendo energía a jugar con la música y compartir con mi hijo y mi pareja. Después se verá.
–Algunas personas consideran que la pandemia puede favorecer una reorganización del mundo en términos más solidarios. ¿Compartís esa mirada optimista?
–Creo firmemente en la frase que dice «lo que no te mata, te fortalece». Así que si logramos sobrevivir a esta experiencia, considero que es probable que salgamos fortalecidos. Pero ya produjo y va a producir mucho dolor en todo el mundo. Lo del reordenamiento solidario no lo sé… Pero todo esto deja claro que los humanos somos el gran virus de este planeta. Es notorio que nos guardamos en nuestras casas un par de semanas y el cielo está más claro, los animales más felices, las aguas menos contaminadas… Era una locura cómo venía el mundo hasta ahora. Entiendo que las decisiones las toman unos pocos, pero no son tan pocos. Y el resto no hicimos nada para detenerlos. Ojalá tengamos la oportunidad de corrernos de ese camino tan destructivo.
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