El humorista, actor y conductor llegó al Picadero con el unipersonal Súper Dady (El mago del tiempo). El teatro en los tiempos del coronavirus, la memoria, el humor, su peronismo irreductible y la provincia de Buenos Aires "africanizada".
Brieva estrenó este viernes en el Teatro Picadero Súper Dady (El mago del tiempo), un unipersonal en el que desgrana algunas de sus obsesiones –el amor, la pasión, la infancia, la fe, la vida familiar, el barrio– con el humor, cierta búsqueda identitaria y el tono pasible de algún desborde que lo caracterizan. El ex Midachi nunca aspiró a la «finura» ni impostó nada y en Súper Dady busca complicidad y risas combinando personajes, canciones y su reconocida personalidad.
Luego de un breve paso por la Costa que encendió algún revuelo en las redes –de las que no participa por consecuente convicción–, Brieva le pone el cuerpo al escenario pandémico mientras continúa con otra de sus pasiones: la radio. De lunes a viernes a las 17 conduce Volver mejores en El Destape Radio 107.3.
–¿Con qué se van a encontrar los espectadores cuando vean Súper Dady (El mago del tiempo)?
–De alguna manera, sobre todo en cuanto a la estructura, es la continuación de Dadyman, un espectáculo que hice durante ocho años en todo el país. Lo interrumpí recién en 2017 por el regreso de Midachi. Súper Dady (El mago del tiempo) propone repasar historias, recuerdos, todas cosas que no tienen archivo ni registro. Sucesos que se mantienen vivos a través del relato. Es una tradición con la que labura gente como Cacho Buenaventura o Luis Landriscina, en su momento. Son anécdotas, historias, muchas veces exageradas, que provienen de nuestra infancia y un poco más. Son cosas que no aparecen en las redes sociales ni se guardan en ninguna nube.
–El recuerdo o la evocación van mucho más allá que una foto. Incluso pueden ir más allá de la estricta realidad para transformarse en algo distinto y quizás más querible o importante que la experiencia original.
–Claro. Hoy están de moda las fotos. En las redes sociales, en los celulares: ahora no necesitan una cámara y un rollo. Entonces sacan fotos todo el tiempo, casi siempre al pedo. Pero la memoria, el recuerdo, la evocación es mucho más que una foto. Tengo una teoría: las fotos son siempre la escenografía. Estás la playa y te sacás en el mar, en Bariloche con el perro San Bernardo y la nieve… Y sonreís, obvio. Pero esa foto no te dice si ese día te peleaste con tu mujer, si tu hijo se torció el tobillo, si la comida fue una mierda… El recuerdo evoca algo que sentiste, algo real, lindo o feo, modificado por el paso del tiempo o no, con mayor o menor rigurosidad, pero que está vivo adentro tuyo y que representa algo. Eso conmueve, moviliza y/o hace reír al que escucha y se siente identificado de alguna manera. Hace rato que trabajo con este formato de monólogo y disfruto viendo a la gente pasándola bien.
–¿La memoria, aunque juegue con las pequeñas cosas de la vida y el humor, también es una forma de interpelar al presente?
–Es lo que yo creo. El progresismo o los socialdemócratas por un lado, y los neoliberales por el otro, parecen querer olvidar. Tienen esa muletilla del hoy, del ahora y en todo caso también te hablan de un futuro que prometen mejor casi porque sí. Como eso del emprendedurismo: te venden una novela new age para cagarte en lo político y en lo social. El ser humano no es así, las personas necesitan recordar. Nuestro país padeció cosas lo suficientemente terribles como para que nunca esté de más mirar cada tanto para atrás, refrescar algunas cosas y seguir aprendiendo. En lo político y en lo cotidiano. Hasta no hace tanto, por ejemplo, un médico te atendía fumando. O parecía aceptable que cuando pasaba una mina le dijeran «qué linda factura para llenarla de crema pastelera». Por suerte, en algunas cosas evolucionamos. Recordar puede ser una herramienta muy útil para entender en qué avanzamos y en qué no.
–¿En qué no avanzamos?
–Para mí, convivimos con mucha historia que no está bien contada o que, al menos, se cuenta parcialmente. Para dar un ejemplo casi grotesco: la Segunda Guerra Mundial parece que la ganaron los EE UU. ¡Y caminando! En todas las películas ellos la rompen. Pero la posta es que la ganaron los rusos. ¿En cuántas películas ves eso? En casi ninguna. Leningrado y un par más, a lo sumo.
–Hollywood hace que hasta parezca que ganaron en Vietnam.
–Sí, sí, sí. Imaginate, si hacen ese tipo de cosas a la vista de todo el mundo, manipular la historia en un país como la Argentina es más sencillo. Yo nunca había escuchado ni en el primario ni en el secundario lo de la Batalla de la Vuelta de Obligado, por ejemplo. ¿Cómo puede ser que un hecho tan relevante recién se pone a consideración de todos hace unos pocos años? Por lo menos ahora tenemos el día de la Soberanía Nacional. ¿Cuántas cosas están ocultas o manipuladas de nuestra historia? Hay mucho por desandar. Hoy mismo vemos cómo muchos medios nos la quieren vender cambiada.
–¿Cómo ves el gobierno de Alberto?
–Yo creo que bastante bien, está haciendo lo que puede. Venimos de la pandemia del macrismo y después llegó la pandemia del coronavirus. Creo que darles medicamentos gratis a los viejos es revolucionario. La guita que se destinó a asistencia social durante todo este tiempo para que mucha gente pueda comer también lo es. Aunque creo que a Alberto no le gusta la palabra revolución, no pude leer bien en qué contexto y cómo lo dijo. El problema es que Alberto gobierna sin poder. Los poderes fácticos son muy fuertes y no les importa la pandemia ni tres carajos. Analicemos, por ejemplo, el impacto de cómo se maneja la Justicia. Cualquier funcionario ve lo que le hicieron a (Amado) Boudou y tiene miedo: su familia y sus amigos también tienen miedo. Esos tipos no van a querer ir contra el poder real. El disciplinamiento viene por la Justicia y también por los grandes medios. Tenemos que lograr vencer eso para poder avanzar en un camino de justicia social y mayor felicidad para los que menos tienen.
–¿Y si la pandemia llegaba con Macri en la Casa Rosada?
–Ah, no. Olvidate. Solo quedaríamos aquellos que tenemos algún tipo de respaldo económico. A los demás no les quedaría ni para la esperanza.
–Con los años la gente suele ser menos apasionada. Pero vos te pusiste cada vez más peronista. ¿Alguna vez pensaste cómo fue que lo viviste de esa manera?
–No, yo trato de pensar lo menos posible (risas). Yo me expreso libremente, me gusta decir lo que pienso y ser fiel a eso. Pero no soy un dirigente político, ni un funcionario. Simplemente me gusta vivir la vida como la siento y, si me sale, aportar mi granito de arena.
–Volviste al teatro en este contexto de pandemia, con aforos muy acotados. ¿Es por pura pasión?
–Lo hago porque me gusta, porque es lo mío. Por suerte, hace muchísimo tiempo no tengo necesidad económica de trabajar. Obvio que no voy a laburar por tapitas de cerveza. Soy un profesional. Pero me puedo dar el gusto de priorizar lo que me gusta a la necesidad económica. «
Súper Dady (El mago del tiempo. Jueves y viernes a las 22, domingos a las 21:30. Teatro Picadero, Pasaje Enrique Santos Discépolo 1857.
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