Luego de doce temporadas, el cáustico guionista y actor concluyó su serie con las botas puestas y múltiples guiños al pasado. Neurosis, misantropía bien entendida y humor políticamente incorrecto.
A lo largo del primer cuarto del siglo XXI, Larry nos ha acompañado como una suerte de extraño foro ético, un personaje en el que se mezcla el sentido común con el egoísmo más brutal, un tipo que cree siempre tener razón aún cuando esté profundamente equivocado. Pero todo concluye al fin y Curb Your Enthusiasm, después de 12 temporadas distribuidas a lo largo de 25 años (ocho seguidas entre 2000 y 2011, las otras cuatro espaciadas entre 2017 y 2024) ha terminado. Disponible en Max, la serie es una continuación y profundización de muchos de los temas de Seinfeld, la sitcom que el propio David creó junto a Jerry Seinfeld y que fue una de las comedias televisivas más exitosas e influyentes de los ’90.
En aquella clásica serie David no actuaba, pero su manera de ver el mundo estaba representada por el personaje de George Constanza (Jason Alexander), un tipo igualmente gruñón, brutal y fastidioso que secundaba a Jerry. Seinfeld concluyó en 1998 y, dos años después, David retomó muchas de sus ideas y las llevó a un territorio personal. La historia ya no sucede en Nueva York –donde este tipo de personalidades intensas y conflictivas son habituales– sino en la más plácida y si se quiere falsa Los Ángeles, una ciudad que ofrece una superficial cordialidad urbana, una saga de hipocresías sociales que Larry no está dispuesto a tolerar. En algún sentido lo que hace Curb Your Enthusiasm es poner a un neoyorquino a vivir en California y dejar que los planetas choquen entre sí.
Como en Seinfeld, lo que fastidia de un modo cómico a Larry es lo que él percibe como falsedad, las distintas maneras en las que las personas no hacen ni dicen lo que piensan. Y eso, que para la mayoría es algo así como seguir las reglas básicas para que una sociedad funcione, a David lo exaspera. En ese sentido, el personaje presenta un choque de tensiones contradictorias. Por un lado, se trata de un tipo del siglo XX (David nació en 1947) que intenta acomodarse a un siglo XXI en el que, siente, uno no puede hacer o decir lo que quiere sin temor a ser considerado problemático, marginado o «cancelado», figura retórica que se hizo popular cuando la serie ya llevaba años al aire. No se trata de un luchador contra la corrección política por cuestiones ideológicas (el personaje es, de hecho, bastante progresista) sino, simplemente, por fastidio, ya que esas limitaciones le ponen un freno a eso que Freud llamaba «ello», a su posibilidad de decir y hacer lo que se le canta.
Por otro lado, y casi irónicamente, Larry termina representando a muchos millennials y centennials consumidores y usuarios de redes sociales, de esos que sueltan allí todos sus fastidios del mismo modo que él lo hace en la vida real. Si bien casi no hay jóvenes en Curb Your Enthusiasm –es una serie con una mayoría de personajes adultos mayores–, ellos se ven representados en el rechazo de Larry a no poder decir lo que piensa. Es, sin quererlo, algo así como el padrino de los actuales trolls. De todos modos, hay algo profundo que lo diferencia de ellos: no hay (no suele haber) virulencia como descarga, como expresión de otras frustraciones.
Tampoco hay una línea política por detrás de sus «días de furia». Los fastidios de Larry son por nimiedades de la vida diaria. Se fastidia con la conductora de un coche que no lo deja bajar de una autopista, con una masajista que termina su sesión antes de tiempo, con un restaurante «tenedor libre» que no es tan libre como dice ser, con el dueño de un café en el que los scones son malos y así. Verlo como «representante» de las nuevas derechas, como algunos analistas han hecho, es un error. El tipo ha hecho miles de bromas con Donald Trump, al punto de usar en un momento la típica gorrita roja de sus partidarios sólo para evitar a ciertas personas o zafar de algunos problemas. A su manera, Larry aboga por la honestidad intelectual. Sólo que el mundo no está hecho para personas como él.
La serie concluye con un juicio. Como sucedió con el controvertido final de Seinfeld, David elige retomar la idea de que las acciones del (o los) protagonista/s sean juzgadas en una corte. Como en aquella serie, aquí hay una ley inventada que Larry rompe y eso lo lleva a enfrentar a un juez y a un jurado. A diferencia de lo que sucedía en Seinfeld, lo que Larry hace acá acrecienta la ironía de todo: se trata de un acto solidario –darle agua a una mujer afroamericana en una larga cola para votar, algo que está prohibido según el planteo absurdo de la serie– y es eso lo que lo lleva a un juicio en el cual irán subiendo al estrado decenas de personas que lo «sufrieron» a lo largo de estos 25 años. Larry puede haber intentado actuar aquí de modo correcto, pero ante los ojos del mundo lo que quedará a la vista serán sus malos modos y sus agresiones que, mirados desde el punto de vista de los que lo padecieron, son injustificados y hasta crueles. Y el cierre, sin spoilear, tendrá también sus diferencias con el de Seinfeld.
Pero, en lo esencial, nada ha cambiado. Larry no tiene lecciones para aprender (de hecho, ese es el título del último episodio) y tampoco hay señales de arrepentimiento. Ambas series llevan sus respectivas y similares tesis hasta las últimas consecuencias, al punto que el propio Jerry Seinfeld regresará para el final de Curb Your Enthusiasm, subrayando las similitudes entre ambas y la idea de que sus protagonistas están dispuestos a «morir» con las botas puestas. «
Creada por Larry David. Elenco: Larry David, Jeff Garlin, Cheryl Hines, Susie Essman y J. B. Smoove. Disponible en Max.
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