En el mundo se consumen 8 kilos de legumbres secas por persona por año, mientras que, en Argentina, apenas una décima parte de esa cantidad. Casi toda la producción local se destina al exterior.
Los pequeños y medianos productores, que establecen un balance a largo plazo en sus campos, alternan entre granos, cereales y legumbres, tomando en cuenta factores económicos, ecológicos y climáticos. En los planteos “soja sobre soja” llega un punto en que la caída del rinde por la degradación del suelo, más la inestabilidad del precio y el aumento de costos, complican la ecuación.
Por eso, los que se manejan con la rotación tienen más alternativas, como ocurre con las legumbres invernales que, si bien tienen un mercado interno reducido, presentan una demanda externa creciente y con buenos precios. Basta saber que a nivel local se consumen apenas 800 gramos/habitante/año, mientras que a nivel global esa ratio se multiplica por diez.
El avance del veganismo, la alimentación saludable y la influencia local de inmigrantes latinoamericanos está cambiando la cultura culinaria y la dieta en el país, con una incorporación cada vez mayor de arvejas, garbanzos, lentejas, porotos, habas, guisantes, poroto mung, chía, algarroba y maní, que se piensa como fruto seco, pero es una leguminosa.
En Argentina la producción de legumbres se divide entre pequeños y grandes cultivadores con una distribución federal, concentrados en las provincias del centro y el NOA y unos 20.000 puestos de trabajo en las diferentes zonas productivas. La cadena productiva tiene algunas empresas que sólo trabajan para el mercado interno, otras especializadas en los granos secos, y una mayoría orientada al comercio exterior.
En el sector legumbrero señalan que el negocio hoy, comparado con cultivos como soja para el caso de los porotos y trigo, cebada o colza para el caso de las especies invernales asoma como promisorio. Pero, advierten, hay que tomar en cuenta que la sobreproducción puede afectar en forma importante a los valores de comercialización.
Jorge Vidal es un gran productor, que tiene cultivos en tres provincias y además preside la Cámara de Legumbres de la República Argentina (CLERA), desde donde las introdujo en el Banco de Alimentos y busca incorporarlas en los comedores escolares. En su actividad cumple a rajatabla la rotación para preservar el suelo de sus plantaciones, tanto al norte como al sur: en la provincia de Buenos Aires implanta arvejas y lentejas, que más tarde rota con soja y maíz.
Mientras que en Salta y Santiago del Estero, durante el verano siembra porotos negros y colorados, y si en el invierno se dan las condiciones de humedad continúa con garbanzo. Si no, deja los campos en descanso hasta la próxima campaña, cuando los que vienen de poroto pasan a maíz. “El año pasado se complicó el panorama por la ‘chicharrita’, pero mi objetivo es continuar con la rotación como norma”, comentó al sitio Bichos de Campo.
Para el rubro de las legumbres el año pasado fue complicado, ya que una fuerte helada a fines de mayo comprometió fuertemente la producción salteña de los diferentes tipos comerciales de porotos, sobre todo los denominados ‘colores’ y los blancos tipo alubia de siembra tardía, lo que repercutió con grandes mermas en los saldos exportables. Sin embargo, en la campaña invernal se dio vuelta la taba.
Se dieron desempeños mixtos en las lentejas, arvejas y sobre todo garbanzos que se producen en diferentes zonas del país, en relación a las reservas hídricas al momento de sembrar. Las dos primeras tuvieron en general un buen rinde, sobre todo en los tipos invernales plantados en el ámbito bonaerense, que mostraron un excelente desempeño a pesar de las fuertes heladas de junio y julio.
En síntesis, la producción del año pasado marcó un crecimiento en arvejas (+200%), recuperación en lentejas (+100%) y garbanzos (+80%), y caída en porotos (-40%), según la Bolsa de Comercio de Rosario. En consecuencia, las exportaciones totales de legumbres tuvieron una baja interanual del 12% en volumen y del 24% en monto, comparado con el promedio en dólares de los últimos cinco años.
“Pese a esta coyuntura adversa para las legumbres, el panorama venidero para la demanda es muy alentador«, señalan desde la entidad, algo que ya se vio en las exportaciones del arranque de 2025. Y desde CLERA quieren recuperar este año las 650.000 toneladas exportables.
Esta esperanza se explica no sólo porque en la última década el comercio mundial aumentó en 4 millones de toneladas (Mt) –de 15Mt en 2014 a 19Mt en 2024– sino por la expectativa global de crecer un 16% en la próxima década y superar las 22Mt en 2033. Si la Argentina recupera su producción, la demanda externa está asegurada.
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