El documental Línea 137 detalla el compromiso de las trabajadoras del programa de asistencia a las víctimas de maltrato frente a situaciones de extrema gravedad.
En 2016 Lucía Vassallo necesitaba ayuda con un guion para su próximo documental, y se la pidió a su amiga y compañera de militancia Marta Dillon. Dillon le dijo que no podía, pero que tenía un guion “escrito, desarrollado e investigado; entonces me presenta a toda la gente de la línea 137 y a Eva Giberti, que fue la creadora del programa y que lo desarrolló en 2006 por un pedido de Néstor (Kirchner). Yo como directora lo adapté para presentarlo al Incaa”. Declarado de interés por el instituto, empezó la tarea de campo.
“Pensé que iba a ser medio imposible que las víctimas, además de estar metidas en ese bardo, dieran testimonio; creí que iban a decir todas que no. Y salvo una en el Chaco, todas respondieron: cuando se animan hablar, ya está. Incluso la chica que termina el documental estaba muy golpeada, tenía la cara desfigurada y tenía ganas de hablar. ‘Mira cómo me dejó, filmame”, me decía.” Y sí, esas y otras situaciones del documental superan: “Son personas en situación de mucha vulnerabilidad que no pueden enfrentarse a un juzgado, a la policía; yo he participado de casos donde las chicas que denunciaban no tenían teléfono, ni siquiera cargada la Sube (para llegar a hacer la denuncia), y si el dispositivo de la línea 137 no llegaba a buscarlas, no habrían hecho la denuncia”.
El Programa tiene un Call Center que está en el Ministerio de Justicia y tiene cobertura en todo el país (“si se puede, se resuelve por teléfono”), y un dispositivo de rescate a la víctima que funciona sólo en CABA, Resistencia y algunas localidades aledañas (Chaco) y Posadas, Garupá, Eldorado y Oberá (Misiones). Luego de seis meses de guardias “con las chicas de la 137 en el Call Center y en las comisaría para entender bien de qué se trataba”, Vassallo armó su equipo. Y aunque no resultó como esperaba (“la primera jefa de producción me dijo que le daba miedo, que tenía hijos”), con unos ajustes salió a acompañar al equipo de la 137 que iba a rescatar víctimas. “En la primera jornada ya me di cuenta de que era más duro de lo que pensaba. Una cosa es escuchar los relatos y otra el rodaje con un auto atrás que te sigue, que cuando llegas a un barrio a buscar a la víctima que te está esperando en la calle llega al agresor, o que el agresor por ahí está cerca y está armado, y hay que ir a pedir apoyo a una comisaría para una allanamiento.”
Al diseño de producción aún le faltaba un ajuste. En uno de los primeros de los 50 casos que documentó en Resistencia y Buenos Aires, como para mostrar el contraste de situaciones, se encontró con que “el diseño de la violencia en Capital Federal es más perverso, como que hay más plata. Un tipo tenía a su mujer prácticamente secuestrada, no la dejaba manejar dinero, la vigilaba con una cámara que monitorea va desde celular, y estaba armado. Fui con la cámara y me temblaban las manos. Ahí me di cuenta de que necesitaba que otra persona filmara; no podés estar mirando por una cámara y estar pendiente de si sale un tipo armado.”
Pero lo duro no termina ahí. “En el Chaco había llamado la hija y cuando llegamos a la comisaría, la víctima, en medio de la declaración, se arrepiente y se va a la casa con el agresor. Eso también es re duro, porque por más que se arrepientan hay que respetarlas: hay que mostrarles que lo que ellas decidan importa; eso es un aprendizaje”.
Sin embargo, la frustración no la lleva a la desesperanza. “Hay que entender que esto quizás 20 años atrás pasaba pero no se hablaba, y la línea tiene que ver con eso: con que las mujeres llamen y hablen.” Y no bajar los brazos es la mejor manera de seguir metiendo presión para implementar más dispositivos en contra de la violencia. “La (línea) 144 -de denuncia de violencia de género- está muy bien pero no alcanza. Creo que recién ahora estamos empezando a escuchar, con el Ministerio de la Mujer, que la violencia puede ser algo tan exagerado como que te violen en la calle y algo más cotidiano como que no se distribuyan las tareas domésticas de la casa en forma equitativa entre un hombre y una mujer. Es un tema muy grande, muy complejo y lo tenemos que empezar a trabajar en nuestras casas y con nuestros hijos.”
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