Crónica de los alrededores de la reaparición televisiva de CFK.
Sobre las vallas hay gente que no mira hacia el canal. Miran a la gente, se miran entre sí. Hay un operativo, es evidente por los círculos concéntricos de efectivos: en las esquinas de la cuadra ordena el tránsito la Policía de la Ciudad, un poco más adentro la Policía Federal, en el medio de la gente pasan los custodios con el auricular en la oreja y el traje negro. Pero también están los y las militantes organizados para cuidar a la vicepresidenta. Cuidarla es desconfiar. Nada personal, parecen decir con la mirada.
Hay unos parlantes que no se ven pero que dominan el sonido de la calle. Reproducen el audio del programa que ahora Gustavo Sylvestre le pasa a Pablo Duggan, que a su vez recibe a Cristina en el piso. La gente agita un primer Cristina Presidenta y enseguida se arman las charlas alrededor de celulares que reproducen la imagen que se desengancha del sonido.
Llega primero la palabra y después el verde violeta de la indumentaria que esta noche protagoniza. Hay risas ante los giros de la entrevista, comentarios entre amistades, complicidades. Un rato antes en el CCK, Axel Kicillof dijo que la militancia peronista es una forma de red social. Se confirma en Colegiales.
En la camioneta de Explosivos de la Federal hay relajación. No hubo amenaza de bomba ni nada por el estilo, confirman. Todo de rutina. Sin embargo, al preguntarles a los diversos agentes de todas las fuerzas (hasta hay una ambulancia del gobierno bonaerense) todas y todos agregan algo más. «Y, con lo que le pasó…»
Esa especie de asterisco les eriza la piel a quienes miran a los que miran hacia el edificio de C5N. Este cronista nota que, en su deambular preguntando y anotando, ya le hacen discreta marca personal dos fornidos individuos. Todo de rutina si tenemos en cuenta que desde el 1 de septiembre de 2022 la rutina es muy distinta. Cristina lo confirma en el estudio, ante la pregunta de Duggan.
La única preocupación de los empleados de Big Pizza, mínimo local a la calle, es no dar abasto con los pedidos de la gente. La posición es ideal ante el hambre popular. Anda extraordinaria la velada, se gritan los nombres de quienes pidieron. La economía popular está ahí también: sobre la melodía del Cristina Presidenta que cada tanto vuelve a arrancar, se escucha Comprá el piluuuso, comprame la remeeera desde el puestito repleto de merchandising kirchnerista. La métrica de la letra no da bien, pero hay que hacer el día y recuperar la inversión.
La entrevista atraviesa momentos duros, casi de confesión para Cristina. Son momentos de recogimiento entre la gente, porque el atentado de Sabag Montiel está presente y muchos acá estuvieron en Recoleta. Dolor y gloria es la rítmica de estos tiempos para la vice; amor, agite y salto es la contraprestación sentimental de la gente cuando Duggan pregunta qué va a hacer en este 2023. Las voces tapan los parlantes y de la entrevista no sabemos nada más por unos minutos.
Lo que pasa, vale aventurar, es que ella no será candidata pero es presidenta para la mayoría de los presentes en un plano que excede lo formal. No es que no haya comprensión de texto, como dijo CFK. La métrica del canto da mejor con Presidenta que con líder, digamos.
La entrevista se cierra y se abre la paranoia. Un prolijo custodio de traje y corbata negra -prendedor rojo y dorado del Senado de la Nación en la solapa- aborda a este cronista, que ya había visto las señas militantes. Con mucho respeto revisa el interior de la mochila, el documento, el carnet de Tiempo Argentino. Agradece la deferencia. «Y, con lo que le pasó…», explica.
La articulación entre el operativo militante y el de las fuerzas de seguridad se revela especialmente interesada en todo aquel que se acerque a la valla con bolso o mochila. No menos de 150 de las y los presentes están abocados a impedir otra desgracia planificada.
Envuelto en cantos se abre de a poco el portón. Gorila no te va a alcanzar / la nafta no te va a dar / si la tocan a Cristina / qué quilombo se va a armar. Cristina se asoma, dos metros del lado de adentro, tres segundos. Saluda y se sube al auto que sale con la carburación negada por las gargantas. Es improbable que Lía haya podido darle el cuadro a su musa, pero otra vez será. El 25 de mayo en la Plaza ya ilusiona.
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