La fuerte caída en la venta de carne, leche y yerba en el último año expone la crisis alimentaria que padece una gran parte de la población. El contrapunto: cuáles son los tres productos que aumentaron su volumen exportado.
En su primer año el gobierno se dedicó a ordenar la macroeconomía y dejó que el mercado maneje la microeconomía. Liberó los precios de la canasta básica sin controlar los excesos y hasta autorizó la importación para generar competencia.
En ese contexto, dos ONG’s presentaron un informe conjunto que revela la gran caída en el consumo de leche, carne y yerba en 2024. No es una sorpresa para los que hacen las compras, pero es útil ver la magnitud y sus consecuencias.
El consumo de carne por habitante fue el segundo menor en 110 años, el de leche el más bajo en 34 años y el de yerba en una década, de acuerdo con los datos del estudio realizado por Matías Tombolini de Innovación con Inclusión y Cecilia Garibotti de Encuentro.
Sobre el consumo de cortes bovinos indicaron que hay registros desde 1914, y que los menores niveles relativos se dieron en 1920 y en 2024, cuando alcanzó a 47,7 kilos per cápita. Es cierto que el rodeo argentino sufrió con la sequía y todavía la padece, así como que la liquidación de vientres redujo el stock, pero el tema es más complejo.
En la comparación interanual la producción bajó un 3,4% (3,17 millones de toneladas res con hueso), el consumo interno se desplomó el 8% (2,24 millones de toneladas) y las exportaciones crecieron un 9,8% (936.000 tn).
En el sector pecuario, antes había una división bastante clara entre los que venden al mercado interno y los frigoríficos de exportación, pero esto fue cambiando y ahora que China se transformó en el principal destino de la carne argentina, todo lo que no se vende acá, allá lo compran.
Por precio y abundancia, el pollo y el cerdo se transformaron en las carnes alternativas a la vacuna, incluso en las parrillas. Pero con la leche fluida, sobre todo en la dieta de los niños y niñas, no hay opciones equiparables, así que una caída del consumo en 2024 a niveles de los años 90 representa una señal de alarma.
Si bien es un promedio e incluye a toda la población, los 171 litros consumidos por habitante por año, sólo fueron mayores a los 162 litros de 1990 (en plena hiperinflación), y están muy lejos de los 217 litros de 2015 (cuando estaba en Precios Cuidados y hasta había campañas de entrega).
En 2024 la producción de leche fluida bajó un 6,5% (10.590 millones de litros), la venta interna cayó el 9,1% (8.042 millones de litros) y, como con la carne, las ventas al exterior subieron un 7% (2.662 millones de litros).
Ingresos versus precio. En noviembre de 2023 se podían comprar 260 litros de leche (entera en sachet de la marca tradicional) con un salario mínimo vital y móvil, mientras que en enero de 2025 con el SMVM actualizado sólo se accede a menos de 180 litros.
Sin el valor nutricional de los otros, el mate es la infusión nacional y un paliativo para engañar al estómago en tiempos de platos vacíos. Sin embargo, el consumo interno en 2024 fue el menor desde 2016, con una baja interanual del 9,2% en el volumen total. La producción también se retrajo un 6,8% con relación al año anterior, y como en los otros dos productos la exportación aumentó un 10,9%.
La inflación acumulada del 2024 fue del 117,8%, pero la de alimentos rozó el 87%, con un pico interanual del 308% en marzo, al que bautizaron de manera oficial sinceramiento de precios.
El precio de la carne aumentó un 88% en todo el año, el de la leche trepó un 130% y la yerba por kilo aumentó en sólo dos meses un 30% tras la desregulación por el DNU 70. El Estado ausente y el mercado libre no son gratis, lo pagan los bolsillos flacos y las panzas vacías.
Poco se habla de la inseguridad alimentaria, si bien la duplicación del índice de indigencia en los aglomerados urbanos el año pasado y su expansión hacia el interior profundo muestra una situación urgente, crítica y sin políticas públicas de contención.
Precisamente, leche y yerba son dos de los productos que la ministra de Capital Humano dejaba descomponerse en los galpones, mientras se negaba a repartirlos so pretexto de desvíos o corrupción. También había preparados con carne, para más datos.
La caída del poder adquisitivo provocó un cambio de hábitos en la mesa de los argentinos, estos tres alimentos y muchos otros de la canasta tuvieron aumentos injustificados de precios, que el gobierno provocó con la devaluación, la falta de control y un margen empresario cada vez más alto.
Diversas organizaciones mencionan la desigualdad que existe entre las ganancias extraordinarias de las alimenticias y el precio que reciben los productores por lo que ofrecen desde el campo. Ni que hablar del salto en valor que muestran algunas grandes cadenas. El 2025 avanza, y los precios también.
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