Crean una osteoteca en Mendoza: «Nuestros muertos, en sus huesos, nos hablan»

Es coordinada en la UNCuyo por el Equipo Mendocino de Arqueología y Antropología Forense. Fue impulsada a partir de una investigación por la desaparición de una niña de 13 años. Se nutrirá de cementerios locales. Detalles de un proceso y una iniciativa inédita.

En septiembre de 2012 desapareció Johana Chacón en el departamento mendocino de Lavalle. En aquel momento los bioarqueólogos Daniela Mansegosa y Sebastián Giannotti tomaron muestras en el terreno donde vivía la familia Cuarallanca, que cuidaba temporalmente a la pequeña de 13 años. Debieron pasar seis años para que avanzara el juicio que terminó encarcelando a Mariano Luque. Esas pruebas, conocidas en 2018, fueron fundamentales al constatar que dos pequeños fragmentos de costillas que estaban cabornizados y deteriorados, y un metatarso hallados en ese terreno correspondían a una persona de entre 11 y 18 años. A partir de ese análisis, el equipo de investigadores avanzó en algo que acaban de concretar: una osteoteca que ayude a resolver casos forenses.

La biblioteca de huesos humanos, coordinada por la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo), será la primera del oeste del país, y la más grande fuera del AMBA, donde actualmente funcionan seis, a las que se suman dos en formación en Córdoba y Río Negro. Estará conformada por un conjunto de esqueletos donados por cementerios locales que están siendo clasificados en la Facultad de Filosofía y Letras por los integrantes del Equipo Mendocino de Arqueología y Antropología Forense (EMAAF), que lideran Mansegosa y Giannotti.

Según explicaron, se trata de «una colección osteológica documentada e identificada» de esqueletos o huesos humanos de los que se tiene información individual, generalmente sexo y edad, y que responde a un concepto que se asemeja al de la biblioteca: “Así como un libro tiene una identificación básica que queda registrada en fichas –fecha de edición, imprenta, título–, en el caso de una osteoteca es exactamente lo mismo».

Si bien en el caso de Johana no pudieron analizar el ADN de los huesos, por estar quemados, el hallazgo sirvió para determinar que se trataba de los restos de la niña. «En estado tan carbonizado, lo que se tiene de ese resto óseo es solamente el componente mineral porque la parte orgánica –de donde se obtienen muestras para hacer análisis genéticos– se ha quemado», explicó en aquel momento Mansegosa.

A partir de ese suceso fatal los profesionales pasaron a trabajar junto al Ministerio Público Fiscal en investigaciones judiciales que requieren la identificación de restos humanos, y avanzaron en el armado de la colección, con un interés científico forense: desarrollar metodologías propias para estimar sexo y edad en los procesos de reconstrucción de perfil biológico cuando aparecen restos óseos humanos NN en Mendoza. 

Los huesos hablan

Por el momento, la osteoteca está integrada por esqueletos –no todos completos– de 111 individuos de ambos sexos y de edades muy diversas, desde 7 años hasta cerca de 90. Proceden de dos cementerios públicos municipales: el de Luján y el de Mendoza Capital. El equipo remarca que para obtenerlos se cumplió con todas las reglamentaciones vigentes y con el marco ético que establecen organismos internacionales en el campo de la antropología biológica: se trata de sepulturas vencidas que, luego de comunicaciones a los familiares, los cementerios tienen la potestad de trasladar o cremar para aumentar el espacio. «Lo que nosotros hacemos es interferir en ese proceso, antes de su destrucción total, para recuperarlos con fines científicos y forenses», explicó Giannotti.

«Los métodos que nosotros utilizamos para identificar huesos que provienen de contextos arqueológicos o en casos forenses han sido desarrollados por investigadores de otras partes del mundo, con poblaciones muy diversas –remarcó–. Lo que necesitamos es validar o testear con muestras locales esos métodos desarrollados afuera. Y de esta forma nos permitirá tener mayor precisión en nuestras pericias».

El especialista apuntó que la osteoteca servirá también para formar recursos humanos de la carrera de Arqueología de la Facultad, y tendrá un objetivo patrimonial: «Hay que pensar que tal vez los cementerios no tienen una visión desde el punto de vista de la conservación patrimonial de algo que en definitiva es un patrimonio cultural de la toda la sociedad. Nuestros muertos, en sus huesos, nos hablan. Los huesos se pueden leer y se tienen que interpretar, y en este sentido la información que tienen es verdaderamente un patrimonio cultural mendocino enorme. Entonces la idea de esta colección es ser un reservorio patrimonial».

El objetivo entonces es realizar identificaciones periciales basadas en estándares científicos validados y rigurosos. Pero el proceso no está exento de problemas. Cuando los convocan, generalmente los restos aparecen en superficie ya afectados por otros factores tafonómicos, como los perros carroñeros, lo que genera que se pierda mucha información, sobre todo de huesos como la pelvis que son claves para lograr mayor precisión en la identificación: «Entonces necesitábamos conocer cómo funcionan las estimaciones con otros huesos que por ahí sí quedan en el lugar del hecho y que no son consumidos por los carroñeros, como el cráneo o algunos huesos largos», añadió Mansegosa, bioarqueóloga y doctora en Ciencias Naturales.

“La pelvis de una mujer en China es muy diferente a la de una mujer en Argentina”

El dúo de investigadores subraya que con la osteoteca persiguen otras líneas de estudio, más allá de servir a las causas judiciales. Por ejemplo, conocer qué hay detrás de los huesos. «Se ha detectado que en el mundo existe una enorme diversidad en términos biológicos que responde a muchos factores: genéticos, culturales, estilos de vida, entre otros. Esto hace que la expresión ‘en nuestros huesos’, entre una persona que vive en Corea del sur y una que vive en Brasil, en Portugal o Estados Unidos, sea muy diferente. No solo la estatura y la masa corporal sino las características propias. La pelvis de una mujer en China es muy diferente a la de una mujer en Argentina», ejemplificó Mansegosa.

Por otro lado, incursionan en tafonomía forense, la disciplina que analiza los procesos que ocurren durante la descomposición de cadáveres. Para ello, trabajan con entomólogos (especialistas en insectos) del Conicet en Mendoza estudiando fauna cadavérica para reconstruir «intervalos post mortem» que permiten saber de la fecha o rangos de días que transcurrieron desde que una persona fallece hasta que se encuentran sus restos. «Estamos viendo lo que les pasa a los restos óseos humanos o a los cadáveres cuando acceden a ellos distintos factores, concretamente los perros, que destruyen, dispersan y hacen desastres en muy poco tiempo», detalló Giannotti. Comentan que hay causas judiciales en las que se cree que cuerpos que fueron desmembrados y tirados en un campo en realidad son producto de la acción de perros cimarrones.

La tercera línea de investigación del equipo de la FFyL es mejorar la búsqueda de personas en contextos de fosas clandestinas, como parte de un proyecto en conjunto con el Instituto Universitario de Seguridad Pública. «Queremos desarrollar modelos experimentales con el uso de los perros de la División de Canes de la Policía de Mendoza, un área que está muy poco explorada. La idea es utilizar muestras de la osteoteca para potenciar y desarrollar la capacidad de identificación por parte de los perros, sobre todo restos óseos con tejidos, algo que siempre resulta complejo y tiene una altísima demanda en las causas judiciales de Mendoza», amplió Mansegosa.

Por último, también hacen estudios geofísicos del sedimento en los suelos, un aspecto clave a la hora de determinar si un cadáver fue «plantado» en el lugar donde se encontró. «A partir de una colaboración con geólogos y antropólogos forenses de la Universidad Nacional de Tucumán, estamos analizando el fósforo que queda fijado en el sedimento luego del proceso de descomposición cadavérica de un cuerpo –agregó Giannotti–֪. Es una herramienta muy útil, especialmente ante hipótesis de traslados de cadáveres dónde el fósforo puede ser un indicio para localizar fosas clandestinas de inhumación. La osteoteca es el epicentro de toda esa información que se está generando».

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