No hay dudas de que en semejante giro haya incidido, entre otros factores, la campaña basada en noticias falsas que supo instalar la versión de una suelta masiva de violadores y asesinos. Una maniobra impulsada por el macrismo, su espacio político de pertenencia. Pero que, involuntariamente, puso de relieve el alocado punitivismo de la gestión anterior. Su cosecha: 13 mil presos, casi todos por narcomenudeo y otros delitos menores, aumentando así la población penitenciaria de 37 mil a 50 mil internos, sin que se edificara infraestructura alguna para absorber tamaño aluvión. Y desde su cargo, el doctor Conte Grand fue un artífice de tal epopeya.
Conviene por lo tanto reparar en él.
Su gran salto a la luz pública data del otoño de 2012, cuando Mauricio Macri –por entonces al frente del gobierno porteño– le tomó juramento como procurador de la Ciudad a instancias del aliado peronista Emilio Monzó. Con anterioridad, este abogado “católico y desarrollista” –como le agrada resumir su visión del mundo– fue asesor del intendente Carlos Grosso y, después, pasó con idéntico cargo al Ministerio de Educación del menemismo. En la actividad privada, compartió un estudio con su tío segundo, el ya olvidado ex dirigente de la Coalición Cívica, Gerardo Conte Grand. Y es autor de textos jurídicos contrarios a la despenalización del aborto y el matrimonio igualitario. Al jefe del PRO le gustaba –según dijo– su “perfil técnico”. Esa virtud también atrajo a María Eugenia Vidal.
De modo que en diciembre de 2015 se lo llevó a La Plata en calidad de secretario Legal y Técnico de la Gobernación. Y desde su despacho el doctor aguardó con indisimulada ansiedad que ella se deshiciera de la procuradora María del Carmen Falbo –un propósito favorecido por el inicio de su trámite jubilatorio– para así ocupar su sitial. Finalmente, aquello pudo cristalizarse en diciembre del año siguiente. La gloria estaba ya en sus manos.
Lo cierto es que el vínculo del procurador con la mandataria tuvo visos conmovedores. Prueba de ello es que –tal como lo consigna la revista Noticias en un simpático artículo publicado el 6 de noviembre de 2018– él le obsequió para su cumpleaños dos pequeños muñecos de Heidi y su Abuelito, adquiridos en China por Internet. Bien vale transcribir un breve diálogo al respecto entre la cronista y Conte Grand:
“–¿Se considera su Abuelito?
–Me encantaría. Pero la figura de Abuelito no la defino yo, la tiene que definir ella.
–¿Vidal sigue siendo Heidi?
–Hay que ver bien la serie, con visión adulta. Porque Heidi tenía mucho carácter. Yo creo que le cuadra muy bien. Por eso quiero ser su Abuelito.”
Más allá de aquella delicia, Conte Grand le aportó al Poder Ejecutivo un sistema de trabajo que a los fiscales les exigía mano dura, acusar por las dudas y condenas sin pruebas. De esa manera se convirtió en el cateto menos visible de un triángulo completado por otros dos inquisidores de fuste: el ministro de Seguridad, Cristián Ritondo, y el de Justicia, Gustavo Ferrari. El desplome del Estado de derecho, las presiones a jueces díscolos y el autogobierno policial fueron sus logros más notorios.
Otra mancha en el historial de Conte Grand es la protección que brinda al (aún) fiscal general de Mar del Plata, Fabián Fernández Garello, un antiguo agente de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (Dippba), el brazo político de esa fuerza durante la última dictadura. Ya procesado por delitos de lesa humanidad, el procurador ordenó a fines de 2018 suspender y archivar el trámite disciplinario en su contra. Ambos acostumbran a mantener encuentros amigables cuando Conte Grand visita la Ciudad Feliz o durante las breves estadías del represor en la capital provincial.
Fue notable ver a Conte Grand el 12 de diciembre pasado al aplaudir a rabiar el vibrante discurso de Axel Kicillof, ya con los atributos de gobernador provincial. Y a continuación, sin un ápice de rubor, se prestó a la requisitoria de la prensa para decir: “Comparto la opinión de las nuevas autoridades sobre la Justicia”. Y agregó: “Yo también soy muy crítico”.
La flamante ex gobernadora lo miraba entonces con las cejas enarcadas, aun a sabiendas del deseo de “Abuelito” por conservar el cargo.
Pero él no es un hombre que pueda con su genio: las muestras de empatía que desplegó hacia las nuevas autoridades bonaerenses ya se hicieron añicos a raíz de su penoso papel en la reciente crisis carcelaria. Conte Grand malgasta así sus últimos principios.
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