Se llama Gustavo Gatica y como más de 100 chilenos y chilenas perdió la vista como consecuencia de la brutalidad de los Carabineros desatada en las manifestaciones contra el gobierno de Sebastián Piñera. Mientras toda la sociedad pide justicia, sus compañeros de facultad estudian braille para facilitarle el regreso a las clases y su familia asegura que lo más doloroso sería que las marchas no modifiquen la realidad del país.
Así llegó hasta la plaza Baquedano el 8 de noviembre, acompañado por su hermano. Empezaron los incidentes y empezó a sacar fotos. De repente, los perdigones de las balas de goma impactaron de lleno en su rostro, rompieron la cámara nueva en mil pedazos y lo dejaron ciego.
Todo Chile está conmovido por la historia de este joven de 21 años, estudiante de piscología en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. El parte médico de la clínica Santa María provoca desolación de solo leerlo: “La gravedad de sus lesiones determina que su condición sea visión cero bilateral permanente. Mantendrá controles ambulatorios, que incluyen terapia kinesiológica, ocupacional, apoyo psicológico y psiquiátrico. Además, será controlado durante las próximas semanas por un equipo multidisciplinario de especialistas.”
Gustavo Gatica, como más de cien chilenos y chilenas reprimidos en las marchas contra el gobierno de Piñero, quedó ciego. La cantidad de víctimas determina claramente que la orden para los Carabineros era tirar a las cabezas de los manifestantes, lo que agrava aún más la responsabilidad política de los que dieron las órdenes, desde el propio Sebastián Piñera hasta el ministro del Interior y el director general de la fuerza.
El diario La Tercera de Chile reconstruyó de manera dramática el momento en que Gatica recibió las balas que le quitaron para siempre la visión. La crónica, escrita por las periodistas Ivonne Toro Agurto y Paulina Toro Góngora , se llama “La mirada rota de Gustavo Gatica”. Uno de sus fragmentos cuenta: “A las 18.07 horas, el muchacho -vegano, animalista, músico autodidacta- le envió un mensaje de audio a Matías Campos, uno de sus compañeros de la universidad Academia de Humanismo Cristiano con el que acudía a las protestas. Había avanzado en solitario por la calle Vicuña Mackenna hacia el sur de la Alameda y buscaba reencontrarse con él. En ese momento, la convocatoria pacífica, de más de 75 mil personas según cifras de la Intendencia, coincidía con el inicio de disturbios: grupos de encapuchados causaban un incendio en la sede de la U. Pedro de Valdivia y saqueaban la Parroquia de la Asunción. Otros intentaban ingresar a la embajada argentina. La zona cero hervía. Los dos amigos fijaron un punto de reunión en una construcción cercana a la calle Carabineros de Chile, pero Gustavo no llegó. En esos momentos, la policía uniformada disparaba proyectiles disuasivos cuya composición hoy está en entredicho, lo que forzó a Carabineros a restringir el uso de escopetas. Gustavo, delgado y de 1.80 metros de estatura, tambaleó herido. Sus párpados estaban cerrados y su rostro, cubierto por dos hileras de sangre”.
Lo que siguió es conocido. El esfuerzo inútil de los médicos por salvarle la vista, la falsa promesa de Carabineros de investigar lo sucedido y encontrar a los culpables, Piñera escribiendo tuits pidiendo por paz social…
La crónica del diario La Tercera cuenta que los compañeros de facultad de Gustavo Gatica planean estudiar braille para facilitarle el retorno y que pueda seguir estudiando. Y concluye con una declaración de su hermano Enrique, tratando de contestar cómo se repara un daño tan grande. “Con justicia en el sentido amplio de la palabra, ya sea justicia para quienes han sido violentados por el Estado, que paguen quienes tengan que pagar, pero a la vez que haya una sociedad distinta. La normalidad que se nos ha querido imponer es la normalidad de la que queríamos salir: la normalidad de pensiones miserables, de listas de espera, de salud precaria, de educación de mercado. De eso era lo que queríamos salir y si eso cambiara, eso sería un sentido de justicia. Lo más doloroso que podría pasar sería volver a esa normalidad de la que queríamos salir y, a la vez, que haya impunidad”.
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