Tras 52 años de conflicto, se logró un acuerdo que incluye una reforma rural integral y cambios profundos en el sistema electoral.
Con sendas presentaciones en ese momento histórico para Colombia, los jefes de los equipos Humberto De la Calle (gobierno) e Iván Márquez (FARC) manifestaron desde orillas distintas- sus sentimientos y posicionamientos sobre el acuerdo. Coincidieron en reconocer que está trazada la hoja de ruta para la paz, empezando así la tercera fase del proceso, que es la implementación y el cumplimiento cabal de los contenidos de los seis puntos acordados . «No hubo vencedores ni vencidos, nadie claudicó en sus posiciones, ideologías o convicciones», advirtió De la Calle como representante del gobierno.
Habló del acuerdo posible para transitar hacia la democracia y permitir la disputa de proyectos de país sin que nadie sea asesinado por su militancia política. Los mensajes fueron un baño de realidad para la sociedad colombiana y para los entendidos de la política internacional, sobre todo por aquellos que vienen criticando desde posiciones extremas de derechas o de izquierdas- que desconocen, cada una con pocos argumentos, la legitimidad de este acuerdo.
La guerrilla de las FARC está hablando en clave política, invitando a la sociedad a movilizarse para conseguir la Justicia Social. Márquez afirmó que «los acuerdos y el pueblo son una sinergia como el mar y las olas, siendo el mar los acuerdos y el pueblo las olas» que harán posibles las transformaciones sociales en Colombia. Mensaje que ratifica el planteamiento de realidad, según el cual la firma de un acuerdo no garantiza nada, no es mágico, no es una esencia; será el movimiento popular con su participación protagónica el que logre los cambios sociales y políticos que consoliden la paz. El acuerdo se cierra con muchos contenidos.
El proceso giró en torno a seis puntos de discusión, de los cuales resultaron una Reforma Rural Integral; una transformación del sistema electoral y de garantías para el ejercicio de la política de todos los sectores de la sociedad; una Justicia Especial para la Paz, que juzgará a personas de ambas partes que hayan cometido delitos de guerra, incluyendo a civiles financiadores o instigadores del paramilitarismo; un esquema no punitivo para la modificación de la matriz productiva en el campo, que pase del monocultivo de la hoja de coca hacia productos agroalimentarios (un desafío para la visión punitiva de la fracasada guerra contra las drogas); un esquema de cese al fuego y dejación de las armas con un cronograma definido para que ocurra en 180 días; un mecanismo de incorporación a la actividad legal de los ex combatientes de las FARC, que tendrán cinco voceros en el Parlamento entre 2017 y 2018, y diez parlamentarios (cinco en cada Cámara) desde 2018 hasta 2026.
Además, se creará una comisión conjunta gobierno y FARC que dirigirá la implementación de los acuerdos. El 2 de octubre, este acuerdo tendrá su primer gran desafío en el plebiscito, el país concurrirá a las urnas para decir SÍ a la paz pensando en el futuro, o para saltar al pasado de guerra y despotismo con un No. Serán 40 días de campaña donde se tendrá que desatar toda la creatividad que acabe con las matrices que persisten de la terrible guerra de IV generación que fue aplicada en los últimos 15 años.
Es preciso recordarle a la población colombiana, que todo lo bueno comienza con un SÍ y que en el plebiscito le dirán SÍ a Colombia, es preciso recordar que en el exterior la migración colombiana podrá votar y aportar a este momento tan importante para el país y para el continente. Como se puede ver, serán muchos retos los que tendrá la sociedad colombiana en el post acuerdo, entre otros, ampliar los debates y disputas en contra del neoliberalismo, modelo en crisis que está tratando de ser rescatado con más recetas que destruyen el trabajo y concentran la riqueza en pocas manos.
El conflicto social no se acaba. Pero con este acuerdo, se amplía la democracia para que los distintos modelos de país se sometan al escrutinio de las mayorías. El acuerdo suscrito el miércoles es el comienzo de la paz que podrá contagiar de ánimo a la región golpeada por la ofensiva neoliberal, mucho más si tenemos en cuenta que los diálogos de paz son resultado del proceso integrador de la región, por cuanto fueron impulsados por la CELAC y la Unasur, quienes han jugado un papel fundamental. Cuba, Chile y Venezuela fueron garantes y facilitadores que juntaron dos visiones de país completamente distintas y contrapuestas en el campo de batalla durante tantas décadas. «
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