Enojado por el informe adverso del organismo, el presidente se la agarró con Rodrigo Valdés, el chileno que supervisa la relación con Argentina. Mientras tanto, Caputo busca que el organismo le preste dólares.
El desacuerdo se da en paralelo con la intención de las autoridades locales de renovar el acuerdo con el FMI para asegurarse una provisión de dólares que le permita levantar el cepo cambiario. La falta de avances en las relaciones con otros posibles aportantes y la errática deriva del Banco Central en su acumulación de divisas (compra dólares a los exportadores y acumula deudas en la misma proporción con los importadores) convencieron al gobierno de que el Fondo terminará siendo, como siempre, el prestamista de última instancia.
La queja de Milei fue porque en su momento el FMI admitió que el entonces ministro Sergio Massa ofreciera “puts” (opciones de venta) a los bancos que compraban títulos en poder del Banco Central. Ese recurso les asegura que la entidad les recomprará los bonos a cierto valor, si el precio en el mercado abierto cae por debajo de ese piso, funcionando así como un seguro de cambio.
En una entrevista con Radio Mitre, en un alto de su gira por Europa, Milei se quejó de que esos “puts” son un obstáculo para que el BCRA avance en la limpieza de sus pasivos remunerados, la gran obsesión del Presidente. “Eso no sólo es responsabilidad del gobierno anterior y del Banco Central anterior, sino también de algún técnico del Fondo Monetario Internacional que avaló esto, o que hizo la vista gorda con esto”, dijo Milei.
La acusación parece dirigida directamente al chileno Rodrigo Valdés, el director del Departamento para el Hemisferio Sur. Exministro de Hacienda durante el gobierno de Michelle Bachelet, fue quien consintió que el BCRA aplicara ese recurso, en medio de una relación traumática para ambas partes, en las que Massa no sólo desoyó todas las exigencias sino que acusó al funcionario de exigir una devaluación del 100 por ciento. Finalmente el ajuste fue bastante menor (22%), en las postrimerías del gobierno del Frente de Todos.
Si bien el FMI quedó sorprendido por la profundidad del ajuste fiscal que realizó Milei apenas asumió, en el informe del staff técnico difundido la semana pasada asoman muchos puntos de desacuerdo. El organismo insiste en dotar de “mayor calidad” al ajuste para hacerlo sustentable en el tiempo, pidió respaldo político y social en ese proceso (algo que el trámite parlamentario de la Ley Bases está dejando entrever que no existe) y realizó fuertes cuestionamientos a la política monetaria y cambiaria. Además marcó una discrepancia muy clara con el plan de competencia de monedas que plantea el Presidente: no sólo quiere que el Banco Central no sea liquidado, sino que lo erige en defensor del peso para esa competencia.
Sería ingenuo pensar que el FMI plantea las observaciones para poner palos en la rueda. Todo lo contrario: quiere asegurarse de que el ajuste triunfe para demostrar que puede ser exitoso y mostrarlo como ejemplo a otros países.
En su diatriba, Milei aludió a Valdés como “técnico del Fondo Monetario Internacional que pueda tener vínculos con el Foro de San Pablo”. Lo curioso es que ese foro multilateral, creado en 1990 como respuesta a la avanzada neoliberal de aquella década, agrupa a partidos de izquierda, movimientos y organizaciones sociales que tratan de articular “propuestas de unidad de acción consensuales en la lucha antiimperialista y popular (…) en contraposición a la propuesta de integración bajo el dominio imperialista”, según su declaración fundacional.
Nada de esas intenciones podría aplicarse a Valdés, quien se doctoró en el MIT estadounidense, trabajó para la banca Barclays y se desempeñó en el FMI entre 2009 y 2012 para regresar el año pasado. Por el contrario, el chileno (que desde su área supervisa la relación del organismo con la Argentina) tiene muy buena relación con Federico Sturzenegger, el ideólogo de la Ley Bases, a quien Milei busca hacerle un lugar en el gobierno sin despertar los celos del ministro de Economía, Luis Caputo.
Ese tóxico cuadrilátero de relaciones muestra aristas cada vez más filosas. Para conseguir dólares que permitan levantar el cepo (15 mil millones es el objetivo, 7 mil millones la meta mas factible), Caputo tendrá que lidiar con Valdés, amigo de su gran enemigo Sturzenegger, que fantasea con robarle el sillón de ministro. Este, a la vez, es ídolo de Milei, que discute con el chileno sabiendo que depende de él para obtener las divisas necesarias para sus planes. Como en una partida de póker, la habilidad para mostrar las cartas en el momento justo será clave para decidir quién gana.
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