Como el queso gruyere

Por: José Castro

Un lector y socio de Tiempo reflexiona sobre los desafíos para la economía popular.

Los hombres y mujeres de las comunidades wichi y avá guaraní de la provincia de Salta, antes de adentrarse en el monte o en el río para recoger los frutos o pescar, piden permiso al dios del monte y del río. Luego de compartir el alimento en el hogar, se lleva a los hogares de los familiares y luego, si sigue habiendo, a los de la comunidad.

Las economías de los pueblos originarios de América Latina se caracterizaban por tener como sujeto principal a la comunidad, integrada en base a formas de propiedad comunitaria, al trabajo colectivo y a relaciones de reciprocidad y cooperación. (Razeto, 1999)

No es un detalle menor aclarar que, la mayoría de las lenguas originarias, no tienen tradición escrita sino oral. Es por ello que la tradición, la reproducción de la vida, la producción y la comercialización no han llenado libros, manuales o teorías como las de aquellos dueños de las palabras, que son los dueños de todo.

En el barrio Francini de Pichanal, provincia de Salta, en 2016 Doña Marta reabrió un merendero y comedor en su casa. Ese espacio de contención y de alimentación había sido abierto en la década del 90 y antes del 2010 lo había cerrado “porque los chicos comían en su casa, como debe ser”. Historias como estas se repiten en todo el país.

En cualquier manual de nivel secundario leemos que la definición etimológica del concepto “economía” es la ´dirección o administración de una casa.’ Sin embargo, podemos leer numerosos textos de teoría y análisis económico de las más variadas corrientes y escuelas sin encontrarnos nunca con la solidaridad. A lo más, comparece en ocasiones la palabra cooperación, pero con un significado técnico que alude a la necesaria complementación de factores o intereses más que a la libre y gratuita asociación de voluntades. (Razeto, 1999)

Quedamos plantados en la realidad de la escasez de bienes y en cómo se distribuyen-utilizan eficientemente. ¿Y quién define la eficacia? ¿Acaso no es la solidaridad un pilar de la vida familiar y comunitaria?

Esta “distancia” entre lo que acontece realmente en los territorios y el pensamiento económico hegemónico es uno de los principales desafíos de las “economías alternativas” (social, solidaria, civil, popular, circular, feminista, etc) que, más o menos institucionalizadas, estudiadas o escritas, acontecen día a día en todo el mundo. Pero particularmente en el Sur. Ya ni siquiera es una división de Oriente y Occidente, creo que aquí se caracteriza más por un clivaje Norte-Sur o, mejor dicho, Centro-Periferia. Existe en este momento una fuerte disputa paradigmática en el interior de la economía como disciplina científica y como campo de conocimientos. (Vázquez, 2014)

La economía es sustancialmente el cómo administramos nuestra casa. Para ello debemos analizar qué consideramos por nuestra casa. No es lo mismo el concepto de casa u hogar para una comunidad wichi de Salta, un barrio popular de la ciudad de Salta o el departamento 9°B en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Y cada una de las teorías económicas se sustenta aquí, en una visión del otro/a, de la comunidad, de los vínculos. La economía civil habla de la falta de relacionalidad, entienden que la solución pasa por permitir la aplicación e implementación de la reciprocidad en la práctica económica mediante organizaciones y empresas civiles que operen en igualdad de condiciones dentro del mercado, aquellas que se orientan principalmente por la lógica de la reciprocidad. (Calvo, 2013) El mundo popular, puesto a hacer economía, la hace a su modo, con sus valores, con sus modos de pensar, de sentir, de relacionarse y de actuar. (Razeto, 1999)

Coraggio sintetiza está “disputa” entre modelos de la siguiente manera: desde la Economía del Capital se ve el conjunto de la economía como una economía institucionalizada por el solo principio de mercado, en la que participan individuos utilitaristas y calculadores, donde la capacidad de competir y ganar está en la base del acceso a la riqueza y al potencial de autodesarrollo, y cuya orientación de conjunto está dada por la lógica de la acumulación de capital. Desde la Economía del Trabajo se ve el conjunto de la economía a partir de la constitución de un sistema que combina cinco principios de integración social: a) autarquía de la unidad doméstica; b) reciprocidad intra e intercomunidades; c) redistribución a diversos niveles de la sociedad; d) intercambio en mercados regulados o libres; e) planificación de lo complejo (en particular de los efectos no intencionales de las acciones particulares), y que se orienta solidariamente por la lógica de la reproducción ampliada de las capacidades de todas las personas y de la calidad de sus vidas en sociedad. (Coraggio, 2009)

¿Cuáles son los desafíos? Seguramente muchos, algunos principales y otros secundarios. En cuanto a los principales, planteo dos que tienen que ver con la institucionalización de las economías alternativas en un mundo en crisis dominado por el sistema financiero internacional.

La disputa política popular en primer lugar. La conquista de derechos y de espacios de poder ad intra del sistema y de los Estados y gobiernos. Llenar de barro la alfombra roja del Estado como dice siempre Emilio Pérsico. Con los métodos populares que no siempre son los institucionales e institucionalizados, aunque estos últimos también pueden ser canales viables para conquistar espacios. Los Movimientos Sociales en América Latina son claro ejemplo de este camino. El caso del MST en Brasil y la política pública orientada a la distribución de la tierra y el compre estatal a la agricultura familiar. Bolivia y los movimientos sociales y originarios casi 100% dentro del gobierno (García Linera hace un gran análisis en su texto “Las tensiones creativas de la Revolución”). Y en Argentina el caso de la Economía Popular, con la Ley de Emergencia Social aprobada casi por unanimidad en la cámara de diputados y senadores y, recientemente, la creación de la herramienta gremial del sector: la UTEP.

Por último, utilizando un término de Laville, la institucionalización como desafío democrático. Que tiene que ver con construir el andamiaje que sostenga la posibilidad de que estas economías alternativas coexistan entre sí y con el capitalismo actual. Que el principio de la diversidad y la pluralidad sean los que rijan el quehacer económico. Y este andamiaje, esta institucionalización, tendrá que fortalecerse en pos de no retroceder aun cuando los gobiernos cambien. Deben ser derechos adquiridos que con la lucha y el tiempo vayan generando los consensos necesarios, como ha sucedido con la lucha LGBT+ en Argentina y en muchos países del mundo (sin poner en el mismo plano ambas cuestiones).

El queso gruyere es famoso por sus agujeros, los cuales son causados por bacterias en su interior que se comen el queso desde adentro a medida que el tiempo posibilita el proceso de maduración. Las economías alternativas pueden y deben ser las “bacterias” de este sistema capitalista deshumanizante. Hasta comérselo. Hasta la Revolución. Hasta ese otro mundo posible.

Trabajos citados

1 Calvo, P. (2013). Fundamentos de la economía civil. Revista Internacional de Organizaciones, 65-84.

2 Coraggio, J. L. (2009). coraggioeconomia.org. Obtenido de coraggioeconomia.org:

3 Razeto, L. (1999). LA ECONOMÍA SOLIDARIA: CONCEPTO, REALIDAD Y PROYECTO. Persona y Sociedad.

4 Vázquez, G. (2014). UNA PERSPECTIVA DE ECONOMÍA SUSTANTIVA CON PLURALIDAD DE PRINCIPIOS E INSTITUCIONES. Red Sociales, 118-134.

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