Cómo afecta la pirotecnia a las personas autistas: cuando la celebración es padecimiento

Por: Martín Suárez

Los petardos les generan taquicardia, nerviosismo y estrés que no pueden regular. La reciente decisión histórica de dejar de fabricarlos y la experiencia inédita de Formosa.

Hay quienes no celebran las fiestas, por el contrario, las padecen. Cada fin de año vuelve a salir a la luz una situación que preocupa a millones de personas que sufren las consecuencias de los impactos sonoros de alta intensidad. Para niños, niñas, jóvenes y adultos que padecen Trastornos del Espectro Autista (TEA) –una discapacidad que puede provocar problemas sociales, comunicacionales y conductuales y que afecta a todas las edades–, o para hiperacúsicos que presentan mayor sensibilidad a los ruidos fuertes, la pirotecnia es un sufrimiento que desregula las emociones y los comportamientos. Cada año, cada fiesta, la sociedad avanza un paso más en comprenderlo.

La pirotecnia con sonidos de alta intensidad, ya sea en personas con TEA o con hipersensibilidad auditiva, provoca taquicardia, nerviosismo y estrés. Ante un sonido de alto impacto, como un estruendo, el cerebro de una persona con TEA recibe todos estos estos estímulos pero no puede regularlos.

Una clave es la integración sensorial. “Ayudamos a organizar las diferentes sensaciones, porque cuando ellas fluyen bien, nuestro cerebro puede organizarlas y podemos prestar atención, en la escuela, en el trabajo, en reuniones; pero cuando se tiene TEA, es muy difícil”, explica la licenciada Silvina Antonela Cafferata, terapista ocupacional que desde hace años trabaja con personas que sobrellevan esta problemática. “La cuestión de los sonidos a gran intensidad es solamente una de las cuestiones que tratamos, lo ideal sería llegar a la conciencia social de que no usen pirotecnia estruendosa, pero igualmente las personas con TEA deben convivir con varios sonidos intensos, en esto se basa la terapia también.”

Históricamente, las diferentes gestiones gubernamentales apelaron a campañas de concientización en el uso de la pirotecnia como única salida para sosegar sus consecuencias. Una de las más recientes y originales se desarrolla en Formosa Capital. El municipio instaló una cabina sensorial para que se pueda experimentar lo que sienten las personas con autismo ante cada estruendo. La campaña se denomina “30 segundo de empatía”.

A nivel nacional se dio un avance histórico en los últimos días: luego de varios encuentros, el Sindicato de la Industria de la Pirotecnia (Sueipa) y empresarios del rubro acordaron eliminar la producción de bombas y petardos de suelo, por el daño que provocan. El sector deberá reformularse.

“No hay un precedente de no fabricar estos productos en el país para proteger la salud y la calidad de vida de miles de personas que sufren esta discapacidad”, afirma a Tiempo Vera Vera, coordinadora de la Red Federal de TGD Padres TEA, y presidenta de la Red Provincia Buenos Aires. “Igualmente hay que ver cómo se cumple porque es un proceso muy largo. Hay grupos que siguen con los carteles de ‘Pirotecnia Cero’, nosotros consideramos que hay que cambiar ese discurso porque ningún absolutismo es bueno. No podemos ir en contra de una fuente laboral, ir por el todo cuando realmente no se logra nada”, agrega Vera.

Ganar tiempo

El último relevamiento sobre autismo de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, en inglés), reveló que la prevalencia de autismo en niños de ocho años continúa en aumento. El reporte, basado en información recolectada en el 2018, estima que 1 de cada 44 niños de ocho años de edad fue identificado con esta patología. En el reporte previo había sido 1 en 54, y en el anterior, 1 cada 68 niños y niñas. A estos números se le agregan las consecuencias de la pandemia y el aislamiento, que acrecentaron encierros y excesos en el uso de pantallas. La telemedicina quitó el factor personal, clave en estos tratamientos, pero permitió acceder a consultas rápidas, lo que hizo aumentar la demanda.

Sin embargo, quienes se especializan en la problemática solo acceden a relevamientos internacionales porque Argentina no realiza estudios propios. “Y no son solo números, contar con nuestra propia estadística de personas con TEA en el país nos ayudaría a trabajar en la prevención y en la detección temprana de esta discapacidad, y en la formación de todos los equipos de profesionales. Nos permitiría hacer mucho más de lo que estamos haciendo”, destaca Cafferata. Enfatiza que contar con una base propia de datos que incluya la prevalencia de niños y niñas que sufren esta discapacidad, permitiría detectar los problemas más temprano y cada paciente contaría con más posibilidades de evolucionar y convivir de la mejor manera con este trastorno. “Está claro que cuando uno detecta patologías entre los cero y los tres años de edad, se gana muchísimo tiempo de trabajo con el niño y con esa familia, y su pronóstico seguramente va a ser mejor que al detectarse ya de joven y adulto, como ocurre en muchos casos”, agrega.

La mitad de los heridos son niños

Desde el Ministerio Público Tutelar porteño llaman a festejar sin pirotecnia. Y se basan en datos que funcionan de alertas: el 50% de las personas heridas son niñas y niños, y el 25% son solo espectadores. El organismo focaliza  acerca de las lesiones auditivas que puede provocar el uso de pirotecnia sonora, principalmente en bebés, niñas y niños cuyo sistema auditivo es más vulnerable. Además, hacen un llamado a ser solidarios con aquellos que sufren diferentes patologías: “quienes se encuentran atravesando una internación o son usuarios de los servicios de salud mental son muy vulnerables a los ruidos. Como así también quienes tienen diagnosticado Trastorno del Espectro Autista, ya que tienen hipersensibilidad auditiva y la sufren con particular intensidad». Y remarcan que «llegado el caso, para evitar accidentes y hacer un uso responsable, se debe adquirir pirotecnia autorizada, es decir, aquella que tiene la inscripción o el número de registro otorgado por el RENAR (Agencia Nacional de Materiales Controlados)».

Tras la histórica decisión de dejar de fabricar los petardos de suelo , y bombas de estruendo, quienes salieron a hablar fueron los propios trabajadores. “La actividad estaba por desaparecer por las prohibiciones que iban a suceder en lo inmediato, y había sectores que no querían cambiar nada”, contó Guillermo Cantatore, secretario general del Sindicato de la Industria de la Pirotecnia (Sueipa). «Todas las actividades evolucionan con el correr de los años y nosotros teníamos que hacer eso”.

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