Protagoniza La sombra del gallo, la película de Nicolás Herzog que retrata el funcionamiento de las mafias de la prostitución. Reflexiones de un actor sin protocolos.
Por eso, cuando Nicolás Herzog le pasó el guión de La sombra del gallo, la película que se estrena este jueves, Rissi se dio cuenta de que le interesaba más el tema central de la película que su personaje. «Este es un tema crucial, más en estos tiempos. La película tiene climas tan interesantes, tan tensos, que de alguna manera invita al espectador a tomar conciencia no sólo de un hecho particular, sino de lo que sufren las mujeres. La sociedad no puede seguir indiferente ante la trata, el abuso y los femicidios. Muchas mujeres son obligadas a entrar en ese limbo del horror, donde las secuestran y drogan para prostituirlas. Herzog intenta acercarse lo más posible, aunque es inasible imaginar las sensaciones y sentimientos que pasar por eso les provoca», dice el actor.
Rissi se comprometió con el film porque conjuga varios elementos: climas de suspenso, dosis de western y policial negro, elementos paranormales y una trama que se ubica en un pueblo marcado por el patriarcado y la misoginia. Tras ocho años en prisión, el expolicía Román Maidana (encarnado por Lautaro Delgado Tymruk) sale con libertad transitoria y vuelve a su casa natal en un pueblo que se encuentra en vilo por la desaparición reciente de una adolescente. Allí algo parece alentarlo a desarmar un entramado de prostitución y trata de mujeres del que fue parte.
«Nicolás me contó que fueron casi ocho años de desarrollo y que la génesis del proyecto tiene que ver con sus ganas de reflexionar al respecto de cómo la cultura patriarcal y la misoginia están tan presentes en nuestra sociedad. La violencia de género existe, lamentablemente, y por suerte los feminismos hacen que sea algo que esté en agenda, y que seamos conscientes de injusticias y de la vulnerabilidad de muchas mujeres aun hoy», admite el actor, quien encarna a un policía ambiguo, en el que conviven un tipo siniestro con un pasado oscuro, pero también cierta sensibilidad y empatía.
«Este personaje es un negacionista absoluto, oculta cosas, como muchos, es una manifestación de una parte de la sociedad que sigue guardando lo inaceptable bajo la alfombra, manejando una doble moral, diciendo que cree en algo aunque también es responsable de todo tipo de atropellos a la comunidad. Este tipo es parte de los males que dice combatir. La corrupción se mete en todos lados. Es un tipo bonachón, familiero, cariñoso, pero que en nombre de proteger eso no le importa nada. Es un perverso», explica Rissi.
Para el actor la sociedad está inmersa en un estado de violencia inusitado, y estima que el grado de insatisfacción es tal que raya con la locura. «Esta fea la cosa», comenta. Pero es de los que cree que del horror se puede hacer una obra de arte.
«Creo que no debemos evadirnos más, tenemos que afrontar la realidad. Si evitamos el tema, la realidad sigue existiendo. Vivimos inmersos en el miedo, y ese temor es lo que ha dominado al mundo y lo sigue haciendo. No puede ser tan demencial esto de que, si una mujer sale a la calle, no sabe si va a volver. Estamos re locos. Es espantoso. La verdad es que hay que tomar conciencia, y no esperar que le suceda a alguien cercano para involucrarse. El a mí no me va a tocar es una excusa inaceptable», reflexiona.
El 19 de abril se estrena en HBO una ficción argentina llamada Entre hombres, donde Rissi repite dupla con Nico Furtado, como en El marginal. Participan del proyecto Gabriel Goity, Diego Cremonesi, Pompeyo Audivert y Diego Velázquez. «Es un elenco increíble, a la altura de la novela de Germán Maggiori, que es considerada una obra de culto. Está ambientada a finales de los ’90 y en el mundo criminal de Buenos Aires. Va estar tremenda, encima dirigida por Pablo Fendrik, que es un fenómeno. Es un proyecto muy valioso y propone otra reflexión de la locura que vivimos», concluye Rissi. «
Una historia más allá de la ficción
La sombra del gallo se desarrolla mayoritariamente en la ciudad de Concordia (Entre Ríos), donde Nicolás Herzog vivió toda su adolescencia. «El guión era bastante complejo y exhaustivo para el diseño de producción que tenía la película. La idea era filmar en seis semanas, pero sólo contamos con tres o cuatro. Tuve que trabajar fuertemente para ajustar el guión y poder rodar. Luego de pensar otras opciones, decidí volver a filmar en Concordia porque conocer el paño me facilitaba muchas cosas. Por otro lado, creo que también estuvo bien porque Concordia es una ciudad de muchos contrastes, muy populosa, pero con un centro burgués muy fuerte. Es una ciudad donde el hampa tiene mucha presencia. Fue una ciudad fuertemente industrial a la que llamaban la Perla del Litoral. Pero hoy tiene los niveles más altos de desocupación y es una de las más pobres del país. Esto se nota mucho en las calles, en la personas, en las fábricas cerradas y en la estética de la película», destaca el director y guionista.
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