Una entrevista con el narrador y ensayista argentino, sobre su libro-ensayo "Ciencia ficción capitalista", en el que analiza la relación entre los multimillonarios tecnológicos, los relatos de la ficción especulativa y el rol de las ultraderechas globales.
Escribe Nieva: “La ciencia ficción capitalista ha devenido en la fantástica narración de una ‘humanidad sin mundo’; de turistas que viajan por el cosmos sacándose selfies mientras la Tierra se prende fuego. Este ensayo, que reivindica la literatura y hace una crítica política a la estetización tecnológica, nos muestra las perversas conexiones que existen entre la ciencia ficción y la historia del capitalismo”.
En Ciencia ficción capitalista. Cómo los multimillonarios nos salvarán del fin del mundo (Anagrama), Michel Nieva expone cómo estos magnates high-tech buscan llevar a otros planetas sus relatos mesiánicos de redención de la Humanidad mientras siguen explotando a la Tierra. Así, los proyectos de viajes interplanetarios y de aceleración tecnológica devienen un neocolonialismo sin fronteras a medida de Silicon Valley y de las mismas corporaciones responsables del cambio climático y de la crisis socioambiental.
Nieva, de 36 años, estudió Filosofía en la UBA; es profesor asociado en la Universidad de Nueva York y publicó las novelas ¿Sueñan los gauchoides con ñandúes eléctricos? (2013), Ascenso y apogeo del imperio argentino (2018), La infancia del mundo (2023) y el libro de ensayos Tecnología y barbarie (2020). En 2021 fue elegido -por la revista Granta– como uno de los mejores escritores jóvenes en castellano y en 2022 ganó el Premio O. Henry de Ficción Corta con su cuento “El niño dengue”. Y todas sus expertas visiones, con una pluma afilada y veloz, están condensadas en Ciencia ficción capitalista.
Mientras investigaba para una novela sobre el cambio climático y las soluciones corporativas al calentamiento global, Nieva notó que “el propio capitalismo se nutre de la ciencia ficción para producir soluciones utópicas a los problemas que va creando”. Amplía Nieva en diálogo con Tiempo Argentino: “Estos multimillonarios motorizan sus empresas con la especulación financiera y eso fue lo que me interesó en relación con ese punto en común con la ciencia ficción especulativa. Son proyectos muy delirantes y muchos son imposibles de llevar a cabo en el corto plazo”.
–¿Por ejemplo?
–Hay empresas que reducen la cadena de costos en la exploración espacial cuando todavía no existe esa cadena de costos, por ejemplo, o estos proyectos que también menciono en el libro de alcanzar la inmortalidad o de vivir quinientos años. Son empresas que empiezan a cotizar en la bolsa de valores sin que esos proyectos sean para nada realizables en el presente. La estructura de su pensamiento, que fue lo que más me interesó, comparte con la ciencia ficción esa capacidad especulativa de fantasear algo que es completamente irrealizable, pero que funciona en lo financiero, porque se sigue especulando de una manera económica. Lo más paradójico, para mí, es esta utopía capitalista de trasladar a la humanidad a Marte, que tiene que ver con terminar de destrozar el planeta y repetir esas lógicas en otro, porque lo que caracteriza a Marte es que es un planeta demasiado frío y para volverlo habitable hay que liberar masivamente gases de efecto invernadero para constituir una atmósfera.
Amplía Nieva: “La ciencia ficción capitalista tiene una pulsión necrótica, que es acelerar los mecanismos que destrozaron la Tierra para exportarlos a otros planetas. Eso me parece lo más delirante, que también parte de la idea de que no importa salvar este planeta, sino que hay que acelerar esa destrucción porque eso va a permitir viajar al espacio y colonizarlo”.
–¿Es inherente al capitalismo el no asumir la propia explotación que genera, y trasladarla a otros mundos, o es la visión puntual de estos magnates ultra-tecnológicos?
–Yo escribí este libro porque estaba trabajando en una novela previa sobre el fin del mundo, La infancia del mundo, y me di cuenta de que, mientras los discursos progresistas sobre el cambio climático eran muy monótonos en su manera de imaginar qué ocurría con la crisis climática, el capitalismo es muy creativo para proponer estas utopías épicas de viajar a otros planetas, pero al mismo tiempo es muy repetitivo en su manera de lograrlo: eso implica mantener la misma matriz energética y acelerarla. Hay una creatividad muy grande con la fascinación de la tecnología para salvar a la humanidad, pero de formas que repitan todo lo que llevó a las crisis ecológicas que existen en el planeta, porque tienen que ver con acelerar la extracción de minerales y la producción de carbono.
–¿Estos tecno-oligarcas descreen del cambio climático? ¿O lo niegan cínicamente para defender sus intereses?
–Yo creo que se adaptan a sus intereses empresariales. Por ejemplo, pensemos en Elon Musk con su empresa Tesla, de autos eléctricos, con todo el marketing que dice que son coches sustentables y que no producen gases contaminantes, lo cual es completamente falso. En realidad, esos autos exportan la contaminación a otros continentes, porque requieren la extracción de litio, como ocurre en Argentina, en Bolivia, en Chile o en Australia, que es sumamente contaminante para las aguas, especialmente en lugares con déficit hídrico y muy desérticos.
Aquí distingue Nieva: “También creo que este mundillo tecnológico de Silicon Valley cambió su idiosincrasia respecto de lo que fue la época de Steve Jobs o Bill Gates, que respondían más a un tipo de magnate tradicional, filántropo y más sobrio, frente a estos personajes que son figuras mesiánicas, muy performáticas y abiertamente fascistas. No es casual que todos estos grandes oligarcas nuevos hayan estado en la asunción de Donald Trump”.
–¿Cómo relacionás esta concepción mesiánica con la idea patriarcal que encarnan estos multimillonarios high-tech?
–Al investigar sobre estos personajes me interesó que hubiera una narrativa muy efectiva, porque también involucra a algo muy arcaico de Occidente, que es la figura del hombre que va a salvar a la humanidad. Estas narraciones combinan la fascinación con la tecnología de punta con esta figura del patriarca, y eso las vuelve muy convocantes, especialmente en una época en la que hay una crisis de las instituciones o de cualquier gran figura política en Occidente. Estos personajes arman toda su estética alrededor de eso. En estas épocas de crisis de representación, pero también de crisis ecológicas, sanitarias y económicas, ellos se pretenden las figuras paternalistas que van a permitir una salvación frente a un posible fin del mundo.
–En el libro también registrás el caso local de Gustavo Grobocopatel como figura mesiánica de la soja transgénica.
–A Grobocopatel lo relaciono con estos discursos híper-tecnofílicos que se nutren del imaginario de la ciencia ficción. En el campo de Argentina, esa tecnofilia ocurre mucho con los drones o con cualquier forma de aumentar el rendimiento de los suelos. Yo tomé una conferencia de Grobocopatel en la que especula con que la soja puede remplazar a los plásticos y a los metales. Es un futuro al que, en el libro, yo llamo “sojapunk”, en el que toda la industria pasaría por la soja. Grobocopatel dice que se podría diseñar una planta como se diseña un auto: que mediante la biotecnología se podría producir una planta en un desierto, en la Tierra o en Marte. Eso es parte de la fascinación de eliminar el trabajo humano, porque la idea de una planta que se pueda diseñar desde un laboratorio implica que no se necesiten seres humanos que rieguen y que cosechen.
–¿Qué alternativas registrás a estos proyectos mesiánicos?
–Es que la efectividad de estas narrativas reside en que vivimos una época en la que carecemos de utopías. El título de mi libro, Ciencia ficción capitalista, hace juego con un libro de Mark Fisher, Realismo Capitalista. Allí, Fisher toma un síntoma de época basado en la campaña presidencial de Margaret Thatcher, en la que ella decía que no había alternativa a las políticas de ajuste. Mark Fisher dice en su libro que “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Y mi libro busca pensar cómo el propio capitalismo ya imagina cómo va a continuarse a sí mismo cuando el mundo no exista.
Así, esta es una época “en la que hay una gran asimetría entre lo que propone el capitalismo y la falta de soluciones alternativas. Pero vimos en la Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista del 1 de febrero que, al menos, hay muchas personas que están en contra de estos proyectos. Sin ir más lejos, el uno por ciento de la humanidad es la que propone estas ideas mesiánicas. Y a partir de pensarlo así se puede reorganizar una alternativa: está en construcción, pero todavía lejos de ser algo muy claro.
Michel Nieva también analiza en Ciencia ficción capitalista la relación entre las corrientes de derecha extrema y la tecnología. Dice a Tiempo Argentino: “Yo creo que ellas son producto de los mecanismos de las redes sociales de las que son dueños estos magnates. Los algoritmos están estudiados cuantitativamente en que los contenidos de las redes sociales que implican el odio, el resentimiento y la violencia, comprometen más a la audiencia que a otros que no contengan esas pasiones fanáticas. Estos líderes de ultraderecha vehiculizan esa manera de funcionamiento de las redes sociales para visibilizarse. Todos estos personajes, Bolsonaro, Trump o Javier Milei, son efecto de los feudos digitales de estos magnates”.
En sintonía, “al beneficiarse de esta lógica de las redes sociales también forman una alianza con estos personajes. Por ejemplo, Donald Trump ahora les promete a estos tecno-oligarcas reducirles al mínimo todos los impuestos e invertir en el desarrollo de inteligencia artificial. Así, hay una alianza virtuosa entre oligarquías políticas y económicas”.
¿Qué nuevas ideas, cree Michel Nieva, podrían ser material para un hipotético segundo volumen de Ciencia ficción capitalista? “Cuando yo escribí el libro, la alianza entre Donald Trump y los tecno-oligarcas no era tan explícita como ahora. Hubo un giro mucho más extremo hacia ideologías fascistas. Antes no era necesario para estos personajes involucrarse tan explícitamente en una ideología extrema”, señala Nieva.
En el caso de Estados Unidos, “se ve el interés económico de los magnates tecnológicos de aliarse con Trump, quien prometió que iba a reducir todos los impuestos. Eso los llevó a identificarse claramente con un partido concreto”.
También, “cuando escribí el libro todavía no habían salido los nuevos modelos de lenguaje -prosigue Nieva- y surgió todo un imaginario que tiene que ver con la eliminación del trabajo humano a partir de la inteligencia artificial, y que daría para una continuación del libro. Pero, sobre todo, todavía estos líderes de ultraderecha no habían ganado tantas elecciones. Eso también daría para un nuevo capítulo de Ciencia ficción capitalista”.
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