Columna de opinión.
Quizá porque la expresidenta tensiona el dispositivo de poder como nadie lo hace y eso se vuelve irresistible foco de atención. Para los propios y los extraños. Es cierto, CFK no responde al canon. Está a años luz del estereotipo político aconsejado por el país conservador. Además, hoy, producto de la demonización mediática y judicial, es «el hecho maldito» encarnado. Y ella toma el guante. Jura que no va a cambiar de opinión por más tapas que hagan en su contra. No hay una sola palabra conciliadora con la realidad adversa. Cada vez que puede, al contrario de lo que le aconsejan los que vieron en la derrota una oportunidad para cambiar o cambiarse, CFK les advierte que si la realidad es esquiva, tanto peor. Para la realidad.
Los que le piden que cambie, que suavice sus modos, que se convierta de pronto en Teresa de Calcuta, eligen chocar contra una pared: CFK no traiciona a CFK. O, para decirlo en clave de maquillaje herbívoro para las cámaras, CFK siempre va a estar «a la altura de las circunstancias» que exige CFK.
Irrumpe la dos veces presidenta en el escenario de una elección de medio término y de pronto abre el debate en serio sobre modelos de país. Para una casta sepulturera que convirtió a la política en trabajo de jueces, CEOs, encuestadores y asesores de imagen, el planteo de CFK reformula una pregunta esencial que todo político debiera hacerse cada mañana: por qué dedicarse a hacer política.
La pregunta en sí es un aporte valioso. ¿Es la política una herramienta de transformación de la sociedad? ¿O es un instrumento más para satisfacer vanidades? Tal vez sea un poco de ambas cosas. Lo que importa es la asignación de prioridades. Primero tal cosa, después tal otra y, por último, los hombres, decía un hombre ordenado, con rutina de cuartel.
CFK habló 55 minutos seguidos de la situación económica, de la necesidad de revisar la toma de deuda por 97 mil millones de dólares, de la timba con las Lebacs, de los medicamentos para los jubilados; y recién después aceptó, con reparos ampulosos, tan exagerados como estudiados, sumergirse en la disputa electiva. ¿Va a ser candidata? Y ella respondió: «Nunca hice lo que quise, siempre hice lo que había que hacer». Es un «sí», pero no. O un «no», pero sí. «Si hace falta para asegurar los votos ». Otra vez: es casi un «sí», pero también puede ser un «no». Todo depende. Lo importante es ganar la elección, garantizar que los elegidos defiendan un programa y que Macri encuentre un límite. Decir eso, y decir, «voy a ser candidata» es casi lo mismo. Pero también es una manera de no dejarlo dicho, por si acaso.
Exige CFK que no se hable de nombres o de candidaturas, sino de proyectos, de programas, de lo que implica el modelo macrista. Insisten los periodistas. Quieren que defina si se va a ser candidata. Que identifique a los que no estuvieron a la altura en el FpV y votaron, por ejemplo, a los ministros de la Corte del 2×1. Que hable de Randazzo. Consiguen que aluda al hombre nacido en Chivilcoy: «Fue ministro de mis dos gobiernos, si hablara mal de él estaría hablando muy mal de mí».
Luego reprende a sus preguntadores. Y con una lógica política que interpela a la curiosidad periodística como si fuera una simple extensión del mandato editorial de los propietarios de un medio cualquiera así, sin matices, ni variaciones, les reprocha que están buscando títulos para vender, que todo lo grave que sucede en el país desde que gobierna Macri es lo que tiene que ganar espacio en los medios amurallados y no los nombres o las candidaturas o las descalificaciones que sirven para titular espectacularmente pero no para reflejar lo que está pasando. Esa fue una de las mayores tensiones de la noche. Merecería ese cruce más espacio. Es el interesante choque de dos mundos. Será para otra columna, la política manda ahora.
El peronismo es una caldera. CFK demostró que está dispuesta a cargarse la campaña al hombro. Los que la suponían, después de 17 meses continuos de radiación tóxica, entregando su bastón de mando para jubilarse en El Calafate, se equivocaron. Va a caminar los 135 distritos bonaerenses. Las encuestas inquietan a los intendentes que «no están a la altura de las circunstancias» o no querían estarlo: CFK mide como siempre entre sus votantes. Y ellos necesitan esos votos para armas sus concejos deliberantes de modo que no sean factor de desestabilización para sus gestiones. ¿Qué pasaría si tensan demasiado la cuerda y CFK arma listas propias, con diputados propios, con concejales propios?
«Eso no va a pasar», dicen esos mismos intendentes. En realidad, no saben qué va a pasar. El llamado a la unidad de la expresidenta desacomoda a todos. La mayoría de los jefes comunales no quiere ir a unas PASO, prefieren que CFK sea candidata a senadora y que Randazzo posponga su proyecto personal hasta 2019. Pero también es cierto que una CFK ganadora retrasa el ajuste de cuentas que el peronismo quiere hacer con su jefatura y con La Cámpora desde 2015, como parte de la catarsis de la derrota, una herida al orgullo partidario que a esta altura parece un llanto interminable. Gente grande.
Después del reportaje, el randazzismo salió a sostener las PASO, sabiendo que CFK no irá a dirimir su candidatura a senadora con un exsubordinado. «No quiere la unidad, busca una lista única», dijo Alberto Fernández. Habrá que ver qué dice Randazzo cuando hable. Por ahora, no dice nada en contra de CFK, es cierto. La manera de cuestionar su liderazgo es sostener la Paso, aunque Randazzo todavía no aventó una sospecha que lo ronda. Si no le dan las PASO, ¿irá por afuera del FpV con algún sello propio? ¿Será esa una estrategia personal o encaja en la idea oficial de dividir al peronismo en todas las partes que se pueda? ¿O Randazzo, finalmente, terminará aceptando una unidad que lo ponga en la misma boleta que CFK?
Son preguntas, nomás. Como la que contestó a medias CFK sobre su candidatura. Pareciera, en verdad, que la expresidenta es candidata a ordenar el peronismo y sus alianzas. No hay nadie que lo haga por ella. Nadie tiene ni la visión de conjunto, ni la voluntad, ni el coraje para meterse en esas aguas bravías.
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