Su colección, reconocida por la UNESCO como patrimonio cultural, tiene documentos únicos que no se encuentran ni el Archivo General de la Nación. Los recortes redujeron su planta a seis personas, pero sus gastos se cuadriplicaron.
Esta valiosa colección, que abarca un período tan extenso, está ahora en peligro debido a los ajustes presupuestarios y los aumentos en las tarifas de servicios básicos, poniendo en riesgo su preservación y acceso para investigadores y público general. Fundado en 1997, el Centro de Documentación nació por la iniciativa de un grupo de historiadores como una asociación civil sin fines de lucro que buscaba preservar material de archivo “raro”, inhallable, difundido en los bordes del sistema oficial. Se trata de documentos que no suele conservar la Biblioteca Nacional, la Biblioteca del Congreso o el Archivo General de la Nación.
Hay material historiográfico de todo tipo: periódicos, revistas, boletines, gacetas, afiches y volantes, escritos por militantes e intelectuales, muchas veces en contextos adversos, con circulación escasa y/o clandestina.
“Este tipo de publicaciones raramente está en las bibliotecas nacionales, porque al no pagar el Depósito Legal, no se enviaban ejemplares a los organismos oficiales. Son archivos que hemos recibido por donación o por búsqueda expresa”, dice a Tiempo Horacio Tarcus, director del centro además de doctor en Historia e investigador principal del Conicet. Dentro de ese acervo se encuentran los primeros boletines de las abuelas de Plaza de Mayo y volantes que repartían los organismos de Derechos Humanos durante la Guerra de Malvinas.
“Lo que hace el Centro de documentación es ir a buscar aquello que no está en las bibliotecas públicas, porque si nuestra tarea fuera duplicar lo que ya está en la Biblioteca Nacional o el Archivo General de la Nación, perdería sentido. Respecto del Archivo General de la Nación el contraste es todavía más grande, porque el AGN muestra a la sociedad argentina vista desde el Estado, mientras que a través del material del Centro de Documentación podes ver a la sociedad argentina desde la mirada de los movimientos sociales”, dice.
Este es otro de los puntos clave de la institución con sede en Rodríguez Peña 356. Aunque el nombre del organismo no lo explicite, allí puede encontrarse material de movimientos sociales de todo el arco político. “El movimiento obrero surge con los movimientos sociales. Por supuesto que dentro de los movimientos sociales hay orientaciones de centro izquierda y centro derecha. Aunque hagamos foco en la izquierda, nos interesan las organizaciones de todo el espectro político”, afirma el director. Por sus pasillos puede encontrarse tanto la producción de grandes corrientes políticas (anarquismo, socialismo, sindicalismo, comunismo, trotskismo, maoísmo, guevarismo, nueva izquierda, nacionalismos revolucionarios), como la de los grandes movimientos sociales (movimiento obrero, estudiantil, de mujeres, de Derechos Humanos, campesinos, artísticos e intelectuales).
A partir de donaciones particulares y de la búsqueda de investigadores, se fueron sentando las bases para construir una de las mayores colecciones de Latinoamérica. En la actualidad, posee un acervo de 160 mil libros, once mil colecciones de periódicos, cuarenta mil volantes y más de cuatro mil afiches. Además, llevan a cabo actividades de investigación, editan una revista anual y reciben investigadores del exterior.
Los largos estantes atesoran joyas de la historia de los movimientos sociales. En el CeDInCI hay folletos y libros de la época de la Comuna de París y están los primeros libros que narran el nacimiento del movimiento obrero, escritos, en algunos casos, por los propios obreros. Por ejemplo, cuenta Tarcus, “un obrero pintor que se llamaba Adrián Patroni hace el primer relevamiento, viaja por todo el país y escribe en 1898 el libro más antiguo sobre la formación de la clase obrera argentina”.
También hay material sobre los documentos fundacionales de la Reforma Universitaria, de la historia del feminismo argentino, las primeras publicaciones del movimiento gay, del movimiento lésbico. “Es una biblioteca general pero tiene su foco puesto en todos los movimientos de acción pública y de resistencia, todo lo que signifique la lucha por la libertad, la igualdad o la fraternidad ya entra en nuestro objeto, es motivo de registro”, explica.
En cuanto a la prensa gráfica, el periódico más antiguo que resguardan data de 1863. Se trata de la colección completa de El artesano. Fundado por Bartolomé Victory y Suárez, artesano y tipógrafo español, exiliado en Buenos Aires, este diario es considerado el pionero de la prensa obrera y socialista en la Argentina. El CeDInCI digitalizó y publicó en su página web 300 colecciones de prensa gráfica, para que cualquiera pueda acceder a ese material.
Otro de los aspectos más destacados del CeDInCI en comparación con las demás bibliotecas públicas de Argentina es su colección de archivos clandestinos. Esto incluye revistas publicadas inmediatamente después de los golpes de Estado de 1930, 1943 y, especialmente, durante la última dictadura militar de 1976. Entre este material se encuentran volantes de organizaciones políticas y de derechos humanos, así como boletines de familiares de desaparecidos.
El acervo cuenta con más de 4 mil afiches que se repartían en las marchas y movilizaciones. “Para estudiar un tiempo histórico es útil el libro, para estudiar la coyuntura tenés que leer la prensa de la época y para percibir el día a día tenés que ver el volante”, afirma el investigador.
“La sociedad civil ha sido extraordinaria para recuperar este archivo. Nuestro acervo hoy ocupa tres plantas que suman 800 metros cuadrados. Las estanterías van del piso al techo y en este momento no hay demasiado espacio, ya estamos casi a tope en nuestra nueva sede de la calle Rodríguez Peña”, cuenta Tarcus.
La preservación de ese material y la supervivencia del centro de documentación se encuentra actualmente en una situación crítica. Por un lado, el personal se redujo a la mitad, por ajuste estatal. Desde hace diez años (es decir, a lo largo de más de dos gestiones nacionales de diferente signo político), el centro mantenía un convenio con la Universidad Nacional de San Martín gracias al cual lograba sostener al equipo de trabajo.
Y si bien hoy en día los trabajadores que estaban en planta permanente continúan, en el caso de quienes estaban bajo contrato la situación es distinta: no quedó ninguno. Actualmente no hay, por ejemplo, nadie que trabaje en el área de digitalizaciones, pese a que la demanda en ese terreno es enorme.
Por otro lado, los gastos en servicios se cuadruplicaron: la boleta de luz pasó de 70 mil pesos en febrero a 280 mil en marzo. El organismo contaba con un módico subsidio de la Secretaría de Ciencia y Tecnología, pero con el cierre de la cartera ya no percibe esa ayuda. “Esto nos permitía pagar parte del consumo de electricidad, ahora no solamente no tenemos el subsidio, sino que la factura de electricidad se multiplicó enormemente”, dice y continúa: “Estamos en una situación de riesgo. Tenemos un archivo de valor histórico, no queremos cerrar, pero en estas condiciones es muy difícil”.
El CeDInCI se financia principalmente a través de dos sistemas: el aporte de los socios y los subsidios nacionales e internacionales. Pero en la actualidad, por la alta escala inflacionaria, es difícil lograr que las membresías de los socios no queden permanentemente desactualizadas. Además, gran parte de los subsidios nacionales se redujeron. Hoy en día, el centro sólo recibe el aporte del programa “Mecenazgo”, otorgado por el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.
“Esta situación se repite en otras instituciones. El gobierno tiene una lógica fiscalista, cuyo objetivo primordial es llegar al déficit cero, sea cual sea el costo social. En pos de ese propósito, todo lo que formaba parte del espacio de lo público necesita ser sacrificado. Esto nos lleva más atrás del siglo XIX, porque los liberales que el propio presidente invoca fueron los gestores del Estado argentino”.
“Inclusive es una visión falsa de la gestación del propio capitalismo, que pudo desenvolverse a través de sus distintas etapas gracias a la creación de los Estados modernos. Este gobierno tiene una visión ilusoria que está teniendo efectos devastadores en nuestra cultura. Se busca desfinanciar lo público para que a la larga se pueda privatizar”, dice.
Consultado por el papel que debería tomar la izquierda argentina, Tarquis se mostró crítico del presente: “La izquierda argentina no tiene un proyecto cultural. Todavía está atrapada en el imaginario de la Revolución rusa de 1917. Vive pendiente de una insurrección que nunca llega. Estamos muy lejos de ese universo insurreccional de la Revolución rusa. No hay que esperar, la acción es ahora en todos los terrenos”, alentó.
Desde el centro están haciendo un llamado a otras instituciones educativas y culturales dispuestas a celebrar acuerdos de cooperación que permitan ampliar el equipo de trabajo, hoy reducido a seis personas. Al mismo tiempo, llaman a toda persona interesada a asociarse voluntariamente. Para hacerlo, presione aquí.
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Aprecio la profundidad de tu análisis comparativo, que ofrece una visión más completa y matizada del tema.