Hoy cumpliría 80 años la voz más determinante de The Mamas & the Papas, quien también desarrolló una exitosa carrera solista. Un repaso por su obra, su mirada del mundo de la música y los mitos que envolvieron su prematura muerte.
Mama Cass, como también se la conocía, nació con el nombre Ellen Naomi Cohen en 1941 en Estados Unidos. Fue gorda desde niña, desde sus 7 años, y triunfó en los escenarios de su país y del mundo. Pocas veces se veía a una mujer sonreír y cantar en televisión con un cuerpo como el suyo. Es que Cass medía 1,65 y pesaba 110 kilos en la década de los sesenta. Era una de las dos voces femeninas de The Mamas and the Papas, esa banda legendaria que quedará para siempre relacionada a los movimientos hippies, anti guerra, hipersexualizados y experimentales de la juventud estadounidense de la época.
Cass era la mejor voz de The Mamas and the Papas, pero no era la linda rubia cara de ángel por la cual se peleaban los varones de la banda. Le decían “la gran voz”, “la gran mamá”, la “big lady”, que si no es otra forma de decirle gorda. Siempre recordándole que era la Otra, no vaya a ser cosa que se le olvidara. De una dulzura que traspasa el tiempo, siempre actual, clásica, Cass elevó las armonías vocales hasta provocar un sonido propio, identificable en el vertiginoso y largo trayecto de la historia de la música.
The Mamas and the Papas se formó en 1966 y fue un grupo de folk legendario. La voz de Cass viajó y se escuchó por el mundo entero. Le cantaban al calor de California con su mega hit “California Dreamin’” que todo el mundo escuchó por lo menos cien veces sin siquiera saber su nombre. El grupo marcó el ritmo de finales de los sesenta. Las historias internas, también. Conformado por dos varones y dos mujeres, los triángulos amorosos se multiplicaron hasta romperlo todo. Denny Doherty y John Phillips, los instrumentistas y cantantes de la banda, amigos con los clásicos cortes de pelo beatlescos estaban enamorados de la misma chica, nada más que uno se había casado con ella. Michelle Phillips era “la chica” de la banda, una rubia, flaca, de nariz respingada, deslumbraba al lado de Cass, que sufría la no correspondencia de amor por parte de Doherty. Las dos chicas con el look de los firuletes en los vestidos largos hasta el piso como túnicas, pelo lacio con la cintita alrededor de la cabeza, botas altas blancas como si fueran las Paquitas de Xuxa bajo los efectos del LSD sonaban en todos lados. Los roles estaban claros: Michelle era el objeto de deseo y, en cambio, Cass cantaba.
Las armonías que hacían juntas eran un delirio de belleza, calidez y época. Escucharla a Cass es como volar sobre un campo en primavera y aterrizar en un picnic de amistad. Siempre llamaba la atención, porque su elegancia sobresalía, porque su cuerpo era un cuerpo no visto en la tele, porque su voz era única.
“Soy independiente”, le dijo al reportero William Otterburn-Hall según cuenta la revista Rolling Stone. “Valoro más que a nada en el mundo mi libertad de vivir y amar como quiera”. Con la banda sacaron cinco discos desde 1965 a 1968 y tuvieron diez grandes hits. Pero esa imagen de “Big Mama”, de la gorda maternal y bonachona, que le impusieron los medios y el público era algo que le molestaba. En la misma entrevista, Cass dijo que ella nunca creó esa imágen, “el público lo hizo por mí. Pero yo siempre fui diferente. Soy gorda desde los siete años, y ser gorda te aparta de los demás. Por suerte fui brillante con eso, tengo un IQ (coeficiente intelectual) de 165, y fui muy independiente, eso se convirtió en mi estilo de vida”.
Antes de irse de la banda al enterarse que su compañero (y amor secreto no correspondido) de The mamas and the papas tenía una relación paralela con la otra, con Michelle, Cass grabó una canción que cantó sola y la convertiría en hit.
“Stars shining bright above you / Night breezes seem to whisper: I love you”. Ese himno de amor que publicó la banda en 1968 ya tenía versiones previas de Doris Day y de Louis Armstrong y Ella Fitzgerald, pero sin embargo, fue su forma de cantarla, tan suave, tan enamoradiza, tan popular como un bocadito de chocolate la convirtió en un éxito. Se adueñó de la canción. Y fue tan grande que se lo reconoce como el inicio de su carrera solista. “Sueña un dulce sueño sobre mí”, canta y sonríe ese susurro que se convirtió en clásico.
A partir de ese año, Cass Elliot se lanzó como solista con su nombre y grabó seis discos. El último, en 1973, se llamó Don’t Call Me Mama Anymore, que se traduce como No me llames mamá nunca más, y que no es otra cosa una posición pública: ya no soy esa que conociste, esa que estaba en esa banda, esa que hacía las armonías, tampoco soy la maternal “big mama”, soy Cass Elliot.
En la canción de introducción del disco, Cass canta: “Cuando sos muuuuy extraordinaria como yo tenés que hacer cosas extraordinarias”. El disco salió en septiembre de 1973 y ella murió el 29 de julio de 1974. La encontraron en la habitación de su hotel en Londres, la noche después de completar dos semanas de éxito rotundo en el Palladium, como si hubiera agotado dos semanas continuas en el Gran Rex. Después del éxito arrollador que fue The Mamas and the Papas, su éxito como solista no sólo era una sorpresa para ella, también lo era para los demás. ¿Había otra música gorda exitosa? No, y ella estaba feliz con su ruptura definitiva con la banda y de la imagen que los demás resaltaban sobre ella. Se estaba enunciando: soy más que un cuerpo gordo. Pero eso no iba a ser así mucho tiempo más.
Su inteligencia, su simpatía y su elegancia eran un torbellino. Cass ponía en jaque todos los estereotipos cuando cantaba, cuando la veías moverse sobre el escenario o cuando la escuchabas hablar. Era simpática, divertida, hermosa. Y los medios la traicionaron.
En la habitación del hotel, ese 29 de julio de 1974, encontraron medio sándwich de jamón sin comer, y sin esperar la autopsia sacaron sus propias conclusiones. ¿De qué otra cosa puede haber muerto una mujer que medía 1,65 y pesaba 110 kilos? De gorda. Un médico lo sugirió y al instante The New York Times y la revista Rolling Stone lo confirmó: la glotona se atragantó. Rolling Stone dijo en su obituario del 29 de agosto de 1974 que Cass murió a causa de haberse ahogado mientras comía un sándwich en la cama y por inhalar su propio vómito.
Sin embargo, la causa de su muerte fue una insuficiencia cardíaca. Cass estaba haciendo una dieta súper restrictiva que puso en peligro el funcionamiento de su corazón. De hecho, no se encontraron restos del sándwich ni en la boca ni en la tráquea de Cass. Y el sándwich ni siquiera había sido mordido, estaba sin comer.
La cultura de la dieta, hiper agresiva y con supuesto mensaje saludable, había puesto en jaque su vida. Cass tenía problemas cardíacos debido a su obesidad y la dieta tan restrictiva fue más perjudicial para su salud que su propio peso.” La sobreexigencia la mató y el mito la humilló durante años.
En agosto de 1974, un mes después de la muerte de Elliot, un grupo de feministas gordas se juntaron a celebrarla en un encuentro de mujeres en Los Ángeles, Estados Unidos. Llevaban remeras negras de luto y velas. Una de las activistas del colectivo The Underground Fat tomó el micrófono y empezó a hablar: culpó al establishment médico de haberla matado por promover la pérdida de peso a pesar de conocer los peligros que acarrea, y dijo: “están cometiendo un genocidio contra las mujeres gordas”.
Esta manifestación del grupo The Underground Fat, conformado en su mayoría por lesbianas, fue el inicio del activismo gordx. Introdujeron la perspectiva feminista a la problemática de la gordura. El colectivo ya no existe, pero su influencia sigue siendo fuertísima, y logró transformar la injusticia y el odio hacia la gordura de Cass en una acción revolucionaria.
–Cass Elliot: 19 de septiembre de 1941 – 29 de julio de 1974.
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