En Yoga, el autor francés se embarcó en la aventura de escribir un “librito risueño y sutil”. Pero el plan, divino tesoro, se hundió en un mar de problemas que incluyeron "electroshocks", la muerte de su editor y un juicio de divorcio. Con dosis desparejas de franqueza y humor afilado, la obra vuelve a ese lugar donde "no se miente", escala insalvable de la buena literatura.
Su divorcio, la inmersión en una profunda depresión melancólica con internación incluida en una clínica psiquiátrica, el asesinato de un amigo en el ataque terrorista al semanario Charlie Hebdo, una temporada con jóvenes migrantes en Grecia y la muerte de su editor de toda la vida. Una deriva que va de la plácida meditación Vipassana hasta las ideas del suicidio, sin olvidar la terapia electroconvulsiva, en criollo: “electroshocks”. Carrère, ese intelectual burgués parisino de gigante ego y algún que otro tornillo flojo en la cabeza, sale vivo de su abismo para contarlo en forma descarnada, con dosis desparejas de franqueza y humor afilado. Por supuesto que también buena pluma.
¿Libro de autoayuda? ¿Autobiografía psiquiátrica? ¿Ensayo novelado? ¿Novela ensayada? Hace años que Carrère se sacó de encima el corsé de los géneros. Hace literatura, a secas. De la buena. Ese lugar donde “no se miente”. El francés escribe: “Es el imperativo absoluto, todo lo demás es accesorio, y creo haberme atendido siempre a ese imperativo. Lo que escribo es narcisista y vanidoso, pero no miento. Puedo afirmar tranquilamente, podría afirmar tranquilamente ante el tribunal de los ángeles que escribo ‘sin hipocresía’, como exige Ludwig Börne, lo que me acontece, lo que pienso, lo que soy, lo cual, ciertamente, no me brinda motivos para alardear”. En la estela de Proust se acomoda Yoga. Ese fluir de la conciencia que tanto se parece a meditar. O a recordar. Lo escribió Célice, lo cita Carrère: “La gran derrota en todo es olvidar, y sobre todo es lo que te mata”.
Dato menor, pero no tanto: Yoga no estuvo exento de polémicas antes de salir del horno. Algo que el autor de Una novela rusa también deja clarito. Su exesposa, la periodista Hélène Devynck, en el juicio de divorcio pidió no ser incluida en los libros de su ex y vetó los capítulos de Yoga donde aparecía mencionada. De alguna manera, la obra gana con estas elipsis forzadas. Permiten ver la cocina del libro. Cómo Carrère, diagnosticado como bipolar durante su escritura, teje alguna que otra “mentira por omisión”.
Casi al cierre del libro, cuando aún sigue con vida mientras puede, Carrère compila su lista de definiciones sobre el yoga. Perdón, la cita será larga: “La meditación es estar sentado inmóvil, en silencio. La meditación es todo lo que se te pasa por la conciencia, mientras estás inmóvil, en silencio. La meditación es provocar que nazca en tu interior un testigo que observa el torbellino de los pensamientos sin permitir que le arrastren. La meditación es ver las cosas como son. La meditación es despegarte de tu identidad. La meditación es descubrir que eres otra cosa que lo que dice sin cesar: ¡yo!, ¡yo!, ¡yo! La meditación es descubrir que eres otra cosa que tu ego. La meditación es una técnica para erosionar tu ego. La meditación es zambullirse y afincarse en las contrariedades de la vida. La meditación es no juzgar. La meditación es prestar atención. La meditación es observar los puntos de contacto entre lo que eres tú y lo que no eres tú. La meditación es el cese de las fluctuaciones mentales. La meditación es estar al corriente de que los demás existen. La meditación es zambullirte en tu interior y excavar túneles, construir barreras, abrir nuevas vías circulatorias y presionar para que algo nazca y desembocar en el gran cielo abierto. La meditación es encontrar en tu interior una zona secreta e irradiante en la que te sientes bien. La meditación es estar en tu lugar, sea donde sea. La meditación es ser consciente de todo todo el tiempo (esta definición es de Krishnamurti). La meditación es aceptar todo lo que se presenta. La meditación es no contarse más historias. La meditación es desistir, no esperar ya nada, no intentar una acción, sea lo que sea. La meditación es vivir en el instante presente. La meditación es mear y cagar cuando meas y cagas, nada más. La meditación es no añadir nada más. Ya está.” Quizá se le escapó una sola definición a Carrère. La meditación es leer. Ahora sí, ni una palabra más.
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