Cultivó una gran plasticidad como actriz que le permitió brillar en cine, teatro y televisión. Le apasiona nadar, leer en la cama y el ritual del desayuno.
-Siempre se comenta que sos muy buena compañera, ¿nunca tuviste momentos ríspidos?
-Recuerdo dos, después subsanados. Momentos en los que he sentido que el otro se descuidaba, invadía lo que yo estaba haciendo o no respetaba ciertas reglas del juego de la actuación. Me parece que soy bastante respetuosa de esas reglas, entonces no me gusta cuando alguien no las acata. Para jugar hay ciertos códigos, sino el juego no se entiende. Y después con algún colega donde uno por ahí está en otro momento de la vida y se tornan incómodas cosas que hacen y generan tensión. Me ha pasado alguna vez, y es muy feo.
-¿Y cómo las resolviste?
-Hablando y encarando. Entrando al camarín y diciendo: “Che, no tiene sentido esto, hagamos algo porque no da.”
-¿Ahí se encaminó o se cortó la obra?
-No, ahí estaba claro: hagamos este esfuerzo y listo. Porque hay mucha susceptibilidad en esto que hacemos. Estamos muy expuestos, están los egos, los temores, lo que te pasó en el día o lo que está pasando en esa etapa de tu vida.
-¿Sos muy del ritual?
-Ahora estoy un poco menos aferrada, pero soy bastante del ritual.
-¿Cuál es el que más te gusta?
-Tengo muchos. Para mí el teatro es un ritual, un momento ceremonial. Tampoco sé si son cábalas, son como pasos para dejar atrás la vida cotidiana y meterme en ese tubo.
-¿Y en tu vida cotidiana?
-Me gusta mucho el del desayuno. Tengo el mate con el termo que me gusta, o sino la taza de té. O por ejemplo, tomar el vino en copa. Me acompañan mucho los objetos: leer antes de irme a dormir. Siempre, el libro en la mesa de luz es infaltable; el agua en la mesa de luz es infaltable. No hay manera de que vaya a dormir si no tengo el agua y los libros.
-¿Libros de papel?
-No, ojo, también alterno. Como a veces leo tanto de noche y el libro del papel implica mucha luz, si Boy (Olmi, su pareja) se tiene que levantar temprano tengo el Kindle. Depende, voy y vengo. Y como a veces también tengo que viajar y en el electrónico entran como 30 libros. Pero vuelvo al papel como loca.
-¿Tenés algún régimen para usar el celular, tipo horario o situación en donde no lo prendas?
-No, no. A veces por trabajo estoy como desbordada, como tomada por el celular. Demasiado. No está bueno, no me gusta. Es peligroso dejar que el celular te maneje la vida.
-En un programa te preguntaron dos cosas locas que habías hecho y respondiste dos que estaban relacionadas con el agua: una nadando en aguas abiertas con un novio, y otra de un tío que te hacía meter en un mar donde había tiburones. ¿Cómo te llevás hoy con el agua?
-Me encanta, creo que es mi medio.
-¿Aguas abiertas?
-No, no (ríe). Esa vez no sabía que había tiburones igual. Me gusta nadar en el mar pero cerca de la orilla, y si me meto un poco más, me llevo un salvavidas tipo Baywatch por si me canso o me da un calambre. Me encanta nadar.
-¿Lo hacés periódicamente?
-No, porque soy muy vaga. Tengo acá cerca una pileta bárbara pero no me gusta el tema de la revisación, la gorra, las ojotas, mostrar el carnet. Me da mucha fiaca…
-Ese ritual…
-El ritual del club y la pileta: secarme el pelo y después bañarme de vuelta y secarme el pelo en el club. Me da fiaca (ríe). Pero debería hacerlo. Cuando lo hago me encanta.
-¿En qué otras cosas sos vaga?
-En muchas, en muchas. Gimnasia, no hago nada. O salir a caminar, ordenar y guardar la ropa. En ese tipo de tareas soy re vaga. Tengo que ordenar los frascos de té y de especias: no, soy vaga. Y todas las partes de trámites con contador, de Afip es: «¡Ay Dios!, de qué me está hablando! Por ahí no le contesto al contador por un mes.
-¿Qué cosas de antes, de tu infancia o adolescencia, te molestaban?
-Una cosa tonta, bastante boluda era cuando salía, 16, 17 años, me aburría cuando te pasaba a buscar alguno, te tocaba el timbre y no lo conocías porque era el amigo de una amiga. De golpe te tenías que bancar con esa persona, que al minuto uno ya te dabas cuenta de que no eras tan afín. Y había una formalidad de que con tu amiga te llevaban al boliche y te volvías a tu casa a las 4, 5 de la mañana, y yo me acuerdo de meterme en el baño para que pase el tiempo (ríe casi a carcajadas). Porque además tenías que bailar lento. Me hubiera gustado un poco más de independencia para salir sola con amigas y no tener que fumarme al candidato de turno que claramente no iba a ser mi candidato. A mí me encantaba salir a bailar y hubiera estado chocha bailando sola.
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