Los productores advierten que sus ventas en el mercado interno se derrumban a la par de los salarios. El consumo de carne, en sus mínimos históricos. En yogures sólo se compra la mitad que hace un año.
Las estadísticas sectoriales van dando cuenta de cómo los productores advierten que sus ventas disminuyen en proporciones impensadas, producto de la retracción de los consumidores. El resultado es la consecuencia de que el salario promedio del trabajador registrado subió 183,2% entre febrero de 2023 y el mismo mes de 2024, mientras que en ese período la inflación fue de 276,2%.
Tiempo calculó la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores en base a los datos del Ministerio de Trabajo y a los precios relevados por el Indec. Así, con un sueldo promedio se pasó de poder comprar 476 kilos de pan francés hace un año a sólo 318 en febrero último; de 132 kilos de asado a 103; y de 926 litros de leche a 607.
Un ejemplo de lo que sucede es ofrecido por la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes y Derivados (CICCRA), que precisó en un informe que en marzo “el consumo per cápita de carne vacuna habría sido equivalente a 42,6 kilos/año, ubicándose 18,5% por debajo del verificado en marzo de 2023”.
La cifra es el punto más bajo de la serie de los últimos tres lustros, que tuvo picos como los 60,5 kilos por habitante consumidos en 2013. Hasta ahora, el mínimo había sido con 46,5 kilos en 2021, cuando la pandemia produjo un derrumbe generalizado de la actividad y mucha gente se quedó sin empleo y sin ingresos. La cifra actual está holgadamente por debajo de ese piso.
CICCRA añadió que “el consumo aparente de carne vacuna habría totalizado 499,7 mil toneladas de res con hueso y habría resultado 17,6% menor al registrado en igual trimestre del año pasado, marcando el registro más bajo de las últimas tres décadas”.
Con las leches sus derivados pasa algo parecido. De acuerdo a las estadísticas del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA), la venta de esos productos en el mercado interno bajó de 366.331 toneladas en el primer bimestre de 2023 a 303.062 entre enero y febrero últimos, con una reducción de 17,3%. En esa cifra se incluyen leches frescas y en polvo, quesos, cremas, dulce de leche y manteca, entre otros.
“Los productos de mayor elaboración, como leche en polvo, quesos y yogures, experimentaron fuertes caídas en las ventas debido a importantes aumentos en los precios (+290% en pesos corrientes)”, detalló el reporte sobre lácteos del grupo CREA, en el que se nuclean unas 2.000 empresas agropecuarias.
En algunos rubros muy específicos el consumo se redujo casi a la mitad: así sucede con los postres y flanes, que se vendieron 48,6% menos con relación al mismo período del año pasado, y las leches chocolatadas o saborizadas, con una baja de 45,1%. En otros casos hubo un desplazamiento de los consumidores hacia productos de menor calidad y por lo tanto más económicos: así sucedió con los quesos de pasta blanda o alta humedad, que se mantuvieron en el mismo nivel (apenas cayeron 0,6%) porque captaron al público que consumía otras variedades de pasta dura o semidura.
En el caso del pan, el presidente del Centro Industrial de Panaderos de Merlo, Martín Pinto, estimó en una entrevista radial que “tenemos en todas las panaderías de la Argentina una caída del 45 por ciento en las ventas. La gente no consume”.
El dirigente reconoció el fuerte incremento de precios en ese rubro en los últimos meses, luego de la eliminación del Fondo Estabilizador del Trigo Argentino, creado en marzo de 2022 para subsidiar la harina y fijar un valor de referencia para el mercado interno. “Fue un logro importante del gobierno anterior porque sacó a la harina de la órbita del dólar”, destacó Pinto sobre el Fondo. El mecanismo fue suprimido a partir del DNu 70/23, bajo el argumento de que se dilapidaba dinero del Estado y como consecuencia, el precio de la harina (y por ende del pan) se dolarizó.
En algunos casos, los productores buscan morigerar la brusca caída en las ventas internas con mayor exportación. En el sector de carnes, por ejemplo, la liberación de la exportación de todos los cortes (incluyendo los populares como asado, falda, matambre, tapa de asado, nalga y paleta, que habían sido regulados por el anterior gobierno) permitió que la venta a mercados extranjeros se elevara a 82.548 toneladas en febrero último.
“Este comportamiento dispar entre demanda interna y externa amplió la brecha entre ambos indicadores. De este modo, podemos concluir que la carne que dejó de consumirse en Argentina fue depositada en el mercado externo”, detalló un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA). El titular de esa entidad, Hernán Letcher, lo calificó como “un trade-off (elección de un beneficio a pérdida de otro) donde los argentinos cada vez consumimos menos carne pero lo que no comemos aquí se exporta al resto del mundo. Un país productor de carne donde su gente no la puede consumir”.
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