A 18 años del asesinato que conmovió a la sociedad argentina, se estrenó el documental de cuatro capítulos que se propone echar luz sobre el controvertido caso que todavía la Justicia intenta resolver. La producción despliega una gran cantidad de testimonios inéditos y una detallada reconstrucción de las investigaciones y su impacto mediático.
La noticia rápidamente llegó a los medios y se transformó en una obsesión para buena parte de los argentinos. La singularidad del caso era innegable. El crimen había ocurrido en un country, hasta ese entonces casi un sinónimo de seguridad y buenas costumbres, la víctima era parte de una reconocida familia patricia que conformó un bloque monolítico primero para imponer la teoría del accidente y luego para justificar distintos tipos de irregularidades y manejos incomprensibles. La causa se tramitaba en los tribunales de San Isidro, pero se disputaba minuto a minuto en los medios. Con información de la causa, desprolijidades varias y abundante sensacionalismo, según el medio. Las sospechas sobre Carrascosa y otros familiares directos dominaban la escena judicial y la opinión pública. Las familias Belsunce, Carrascosa y Hurtig se ampararon en su equipo de abogados y en sus contactos con Susana Giménez y Mirtha Legrand –entre otros– para dar su pelea mediática.
El director Alejandro Hartmann habló con Tiempo Argentino sobre un proyecto que le llevó años concretar.
–¿Cómo surgió la idea de hacer un documental con el caso Belsunce? ¿La gran repercusión que tuvo el de Nisman de alguna manera les facilitó el camino?
–Hace varios años que venía dándome vueltas en la cabeza la idea de hacer algo con el caso Belsunce. Pero al principio lo había imaginado como una ficción. En más de una oportunidad estuvimos a punto de hacerlo, pero por un motivo u otro el proyecto no se concretaba. Finalmente pudimos armar un equipo muy confiable para hacer un documental y contamos con el apoyo de Netflix. Venimos trabajando desde hace más de dos años, con lo cual empezamos casi en paralelo al documental de Nisman. También podemos decir con orgullo que esta es la primera serie documental de Netflix producida enteramente en la Argentina.
–El documental tiene testimonios originales de casi todos los involucrados. ¿Cómo lo lograron?
–Exigió mucho trabajo. Están casi todos y quien nos dijo que no, de alguna forma está presente mediante material previo. La verdad que la familia era reacia a aparecer. Creo que el caso fue tratado de una manera fea por muchos medios, lo que aumentó su desconfianza. Pero decidieron participar a partir de que se dieron cuenta que esta era una producción seria, con mucho trabajo, y de una profundidad y extensión fuera de lo usual.
–Imagino que deberías conocer bien el caso cuando decidiste hacer el documental. ¿Pero qué te sorprendió más a lo largo de la realización?
–Conocía bien el caso, aunque obvio que no todos los detalles. Pero quizás lo que más me sorprendió fue conocer la complejidad de los personajes involucrados. Todos mostraron bastante más de lo que se veía a las apuradas en los medios. Quizás el que más me sorprendió fue Carrascosa. Es verdad que es una persona aparentemente fría, que en su momento cuando quiso expresar sentimientos tuvo que leer un texto y lo hizo con mucha torpeza. Pero en el documental se aprecia que tiene muchas más facetas. También me sorprendió Molina Pico porque había hablado pocas veces con tanto detalle. Y la paradoja es que quizás de quien más aprendimos fue de María Marta.
–Utilizaste la expresión personajes en lugar de personas. ¿Fue casual?
–Creo que no. Evidentemente son personas. Pero todos en algún momento interpretamos un papel. Y, además, si bien contamos hechos reales y somos muy respetuosos con la información, un documental no deja de ser un relato cinematográfico construido a partir de personajes.
–El testimonio de Pachelo en el juicio parece de un personaje de cine.
–Exacto. Hay mucho de eso. Estimo que también fue una estrategia hablada con su abogado. En esta historia pasan muchas cosas y unas cuantas toman formas curiosas.
–A veces ciertos sectores de la sociedad parecen esperar que el periodismo tenga atribuciones similares a la Justicia. ¿Sentiste esa presión?
–Más allá de lo que pueda querer la gente, es la Justicia la responsable de descubrir quién asesinó a María Marta. No se le puede pedir eso a un documental. Pero todos somos humanos y en algunos momentos sentí la tentación o la expectativa de «¿Y si resolvemos el caso? ¿Si alguien confiesa con nosotros o encontramos algún dato determinante?». Es muy difícil que un documental incida en la realidad, aunque hay casos como Las tres muertes de Marisela Escobedo que contribuyó a que en México se sancionara una ley contra los femicidios. Este caso es particularmente complejo y nuestro objetivo es mostrar, no reemplazar a la Justicia. Creo que lo logramos y cada persona que lo vea podrá sacar sus propias conclusiones.
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