El peruano Teófilo Altamirano Rúa cuenta la situación de desplazados por crisis ambentales. El peligro para residentes en zonas costeras.
“En ciudades como Lima, más de un millón de personas carecen de agua, teniendo que ser asistidos con cisternas. Es el suministro más crítico en la temporada seca del verano, que cada vez es más extensa”, dice el especialista, quien por una década y media ha estudiado fenómenos como las grandes sequias en zonas rurales y el stress hídrico por la disminución acelerada del agua potable en las barriadas pobres de los conglomerados urbanos del Perú. Estos acontecimientos extremos potencian las migraciones forzadas.
Producto de la desglaciación en los Andes peruanos, que concentran el 70% de los glaciares tropicales del planeta, ya se ha perdido entre el 40 y el 45% del volumen de agua disponible. Este fenómeno afecta a las cuencas hidrográficas que irrigan los campos de cultivo de las poblaciones campesinas y llegan como fuente hídrica a las grandes ciudades, incrementándose de ese modo el llamado stress hídrico en las barriadas más pobres. Este fenómeno es cada vez más común en la extensa franja de la costa peruana, que alberga más del 57% de la población del Perú, en tan solo el 10% del territorio.
Este fenómeno no es exclusivo de esta región sino que estas masas glaciares que son las torres de agua que sustentan el 50% de la población mundial, están en peligro en distintas regiones del planeta como en el Himalaya o hasta en los EEUU de Norteamérica.
“Los efectos del calentamiento global en los últimos veranos han incrementado también producto de las extensas sequias, focos de incendios forestales y de pastos en Australia, Portugal, España, Grecia y diversas regiones en distintas latitudes del planeta”, destaca Altamirano Rúa.
Por otras coordenadas geográficas, fenómenos extremos que se tornan cada vez más recurrentes como las grandes lluvias, tifones, huracanes, “que producen inundaciones que obligan al desplazamiento temporal de ciento de miles de habitantes”.
Otro fenómeno que desarrolla en su minuciosa investigación, es la contaminación ambiental que produce la civilización dominante, atravesada por el productivismo y el consumismo, que generan millones de toneladas de materiales contaminantes que terminan vertiéndose en los cursos de los ríos que desembocan en el océano, generándose así una creciente invasión de plásticos, pesticidas, desechos industriales que afectan a la fauna marina.
Altamirano Rúa analiza también el desborde de los océanos en las costas bajas en distintos puntos del planeta. “Millones de personas en todo el mundo están amenazadas por el aumento del nivel del mar, que junto con otros factores, podría llevarse a su paso a ciudades enteras a lo largo de este siglo”. Las Salomón, un archipiélago de seis grandes islas y un millar de otras más pequeñas en el Pacífico, es un caso paradigmático donde el ascenso del océano ha obligado a tener que desplazarse a más de 500.000 pobladores, aún sin saber su destino último.
“De América del Norte a Asia, según un estudio realizado por el Climate Central publicado en 2019 en la revista Nature Communications) se prevé que para el año 2100, la geografía en la que viven 200 millones de personas quedaría bajo las aguas oceánicas”, agrega.
Cerca del 70% de las personas en riesgo de inundaciones anuales e inundaciones permanentes se encuentran en ocho países asiáticos: China, Bangladesh, India, Vietnam, Indonesia, Tailandia, Filipinas y Japón. En Sudamérica secalculó que las costas de mayor riesgo potencial son Guayana, Surinam y la Guyana Francesa.
Producto de estos fenómenos extremos causados por un modelo civilizatorio que basa su lógica en la acumulación sin límites de ganancias y territorios, “más de 1000 millones de habitantes de nuestro planeta están en riesgo de instalarse por debajo de los índices de la tan mentada Seguridad Alimentaria”, según el investigador Teófilo Altamirano Rúa,
En este complejo escenario el status legal de los ciento de miles de migrantes climáticos y ambientales, permanecen en un limbo legal, al no ser reconocidos por la ONU, y su organismo especializado en la materia, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)
Esta batalla de extensión de derechos, es como subraya Altamirano Rúa, “esencial para más de 60 millones de seres humanos que de no modificarse estas tendencias, en pocos años serán víctimas de un modelo civilizatorio caótico que ha llevado a límites impensados al conjunto de la humanidad y la pervivencia de vida en el planeta”.
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