«Bullrich está a la derecha de Sarmiento, que ya es decir mucho»

Por: Pablo Taranto

Alejandra Glik es una de las madres que interpuso un amparo contra el catecismo en las escuelas públicas de Salta. Sus hijos eran estigmatizados en el boletín como "no creyentes".

Alejandra Glik pensó que su hijo se había enamorado. «María, te amo», decía en la primera página de su cuaderno de primer grado. Al día siguiente entendió mejor. «Madre María, protéjenos este día», había escrito el nene, junto a la fecha. En las escuelas públicas de Salta enseñan catequesis. Es una materia, forma parte de la currícula, desde 2008 se dicta en horario escolar de acuerdo con la Ley de Educación local. Se postula como «educación religiosa», pero en los hechos es estricta y exclusivamente catecismo católico.

En 2009, un grupo de nueve madres de alumnos que, o bien no profesan la religión católica o ni esa ni ninguna otra –entre ellos los tres hijos de Alejandra–, interpuso un amparo contra esta modalidad educativa que consideran estigmatizante e inconstitucional. Un juez estableció que, en efecto, lesionaba la libertad de conciencia, pero la Corte salteña revocó ese fallo y restituyó el catecismo oficial. El caso ya llegó a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que en breve convocará a una audiencia para debatir la cuestión. Por lo pronto, ya hay un dictamen del procurador fiscal ante el máximo tribunal, Víctor Abramovich, para quien la ley salteña «lesiona severamente los derechos constitucionales fundamentales de las minorías religiosas y no religiosas». En el medio, el ministro de Educación Esteban Bullrich declaró que «la luz del cirio pascual» debe tener su lugar en la escuela, y «todas las religiones», matizó, tirando por la borda más de un siglo de laicismo, desde la sanción de la Ley 1420.

Alejandra todavía recuerda los relatos de discriminación que le contaba su papá: «Los judíos, salgan del aula», le decían al comenzar la hora de catequesis en un colegio porteño, 60 años atrás. Algo parecido han sufrido sus hijos, criados en la provincia que gobierna Juan Manuel Urtubey. No va a aflojar.

–¿Qué expectativas tenés respecto de un fallo de la Corte?

–Yo pienso llegar hasta el final. Espero que el dictamen sea favorable, claramente hay muchas opciones para adecuar la enseñanza de religión fuera del horario de la currícula escolar. En cualquier caso, nuestra principal expectativa es que se instale el debate. En Salta mucha gente se expresó en nuestro favor, pero bueno, también ha habido «cruzadas» desde la Iglesia juntando firmas a partir de un argumento insólito, al revés: sostienen que les quieren quitar su derecho a recibir enseñanza religiosa. Ellos dicen que nos tenemos que aguantar porque son la mayoría.

–¿En el boletín se discrimina a los chicos entre creyentes y no creyentes?

–Sí, donde debía ir la calificación ponían «no creyente». Después lo quitaron, pero se usó como prueba en la causa. Cuando arrancamos con esto, mis tres hijos estaban en la primaria. Ahora ya terminaron. A principios de año llegaba una notita, con los contenidos que iban a dictar, preguntando si estabas de acuerdo. Poníamos que no. A mis hijos los sacaban del aula, a veces se quedaban solitos en el pasillo toda la hora, o si no, los dejaban en la biblioteca, si había una maestra disponible. Al final permanecían en el aula, sin hacer la materia, era más seguro a que estuvieran dando vueltas por ahí, aunque con la consigna del docente de no molestar, no boicotear la clase. Mis hijos hacían como que se santiguaban, antes de la copa de leche debían rezar una oración, se bendice la comida, hay material religioso en las carteleras. 

–Solo se enseña religión católica. No hay alternativas.

–No. Esto siempre existió, pero con esta administración (la del gobernador Urtubey) se profundizó, con carácter de obligatoriedad. En los actos patrios, van curas a las escuelas. Todos los colegios van a la Catedral durante la semana del (Señor y la Virgen del) Milagro. En estos años se contrató a un montón de maestros de religión, mientras disminuyeron los de música y demás áreas artísticas. Las docentes están formadas en un instituto católico, bastante dogmático, y les cuesta abrir la cabeza, tener una mirada más ecuménica. Muchas tienen buena intención, pero depende de cada maestra. En las escuelas salteñas, si no sos católico, sos ateo. Es verdad, este es un pueblo muy católico, pero hay que entender que no todo el mundo es católico. La religión es una cuestión privada, de cada familia.

–¿Qué pensaste al escuhar las declaraciones del ministro sobre la conveniencia de enseñar religión en las escuelas?

–Bullrich está a la derecha de Sarmiento, que ya es decir mucho. Tenemos más de un siglo de escuela laica y esto es un retroceso muy grande. Un retroceso muy grande. Hay espacios para eso, en todas las iglesias dan catecismo, los que no pueden pagar una escuela confesional tienen otras opciones. Que sea extracurricular y optativo. En cualquier caso, la discusión más profunda es por qué la Iglesia tiene tanta injerencia. «

Nueve cosmovisiones, la misma imposición

Alejandra Glik no solo rechaza la imposición de la educación católica a alumnos que profesan otras religiones o ninguna. Señala que Salta es la provincia que más comunidades originarias tiene, un total de nueve: wichí, chorote, chané, guaraní, kolla, diaguita, chulupí, tapiete, toba y calchaquí. «Son nueve cosmovisiones distintas, que todavía existen, y que sufren la misma imposición».

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