No sólo es el regreso de Lula o la continuidad de Bolsonaro lo que se decide en las elecciones clave del 2 de octubre: también se delineará cómo quedarán las gobernaciones y ambas cámaras del Parlamento, ahora de claro perfil derechista y golpista, en las que se prevé una profunda renovación.
En las urnas se juega, además, el desafío de revertir el gran retroceso en materia de derechos sociales para lo cual, en esta elección, habrá un récord de candidaturas de representantes indígenas, de la población negra, de mujeres y de las diversidades.
El Congreso actual es el más conservador desde la vuelta de la democracia en 1985. Pisa fuerte el espacio ultra reaccionario bautizado como la “bancada BBB” (Buey, Bala y Biblia), es decir, operadores del agronegocio, del sector armamentista y del fundamentalismo religioso. Un Parlamento dominado por hombres blancos y mayores que ha servido para garantizar las millonarias ganancias empresariales y obturar cualquier conquista popular y legislación inclusiva.
Desigualdad racial
A pesar de que el 55% de la población brasileña se declara afrodescendiente, esta es la primera elección de la historia en que las candidaturas negras son mayoría. Según las estadísticas ofrecidas por el Tribunal Electoral, 14.015 aspirantes se registraron como afrodescendientes (49,5%) y 13.914 como blancos (48,8%).
Aunque viene aumentando la participación afro en los últimos procesos, los resultados de 2018 reflejaron las desigualdades raciales: del 46% de candidatos negros, sólo el 24% resultaron electos. La norma brasileña establece que el 50% de las y los candidatos de cada partido debe identificarse como pardo o negro, pero de los 32 partidos que se presentan, 14 incumplen esa cuota racial, entre ellos el Partido Liberal de Bolsonaro e incluso el PT de Lula.
De la resistencia ancestral a las urnas
En la historia brasileña sólo dos representantes indígenas llegaron al Congreso: Mário Juruna, de la etnia Xavante, en 1982, y Joênia Wapichana en 2019. La apuesta político-institucional de los pueblos originarios viene creciendo paulatinamente: de 85 candidaturas en 2014, se pasó a 133 en 2018 y ahora serán 183, un aumento del 36% respecto a la elección anterior. La mayoría pertenece a partidos de izquierda, sobre todo al PSOL (aliado del PT) y la más conocida es Sonia Guajajara, que en 2018 fue candidata a vicepresidenta y ahora va como diputada por San Pablo.
Las políticas de Bolsonaro significaron una tragedia para los pueblos originarios. Lo acusan de no garantizar la protección de las comunidades y el derecho a sus territorios, bloquear la demarcación de tierras y atentar contra el medioambiente. Bajo su mandato se registraron cifras récord de deforestación e incendios en la Amazonía. Por todo esto, la Articulación de Pueblos Indígenas de Brasil (APIB) lo denunció ante la Corte Penal Internacional por “genocidio y ecocidio”.
Todas las fichas del sector están puestas en Lula, que prometió crear un Ministerio de los Pueblos Originarios con un indígena al frente.
Ele Não
En un país con el 51,8% de la población femenina, las mujeres representan el 33% de las candidaturas en estas elecciones, una cifra que es récord aunque sigue siendo baja. También se presenta un número inédito de candidaturas de lesbianas, gays, travestis y trans: serán 269, según un estudio de la ONG “VOTE LGBT”.
Las mujeres y disidencias también apuestan fuerte a ponerle un freno al bolsonarismo, un proyecto de poder abiertamente machista y LGBT-fóbico a pesar de su torpe intento de captar el voto femenino con la participación activa de su esposa en la campaña. El caso más emblemático de esta discurso de odio y accionar violento fue el crimen de Marielle Franco, la concejala negra y lesbiana asesinada por milicias bolsonaristas en 2018.
Aunque opacada por la disputa presidencial entre Lula y Bolsonaro, la elección del futuro Congreso brasileño también será determinante para la urgente y necesaria reconstrucción del gigante del sur. . «
A dos semanas de las elecciones, uno de los datos más preocupantes es la escalada de violencia política. “Nunca he visto una violencia como se está viviendo en esta campaña, el odio que se ha establecido en esta elección”, advirtió Lula este jueves en Minas Gerais, y aseguró que “los paramilitares bolsonaristas son intolerantes, no les gusta la democracia, no respetan a las mujeres, a los negros, a los indígenas”.
En los últimos días se dieron varios casos de simpatizantes bolsonaristas que asesinaron a seguidores de Lula. También fue agredido el candidato presidencial Ciro Gomes, y Guilherme Boulos, candidato a diputado por el PSOL, fue amenazado con un arma en un acto de campaña. Por eso, el PT presentó un pedido formal al Tribunal Electoral para que tome medidas frente a esta espiral de violencia.
Del otro lado de la grieta brasileña, Eduardo Bolsonaro, diputado e hijo del presidente, convocó a todas las personas que porten armas a que “se conviertan en voluntarios” en la campaña de su padre. En 2018 había en Brasil 350 mil armas en manos de civiles; tras cuatro años de bolsonarismo, esa cifra se triplicó y hoy hay más de un millón de armas registradas.
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