Así denomina el Derecho Internacional a la deuda contraída con fines ilícitos e injustos. Para que quede claro: no se trata de cuestionar el endeudamiento como método de solventar programas de desarrollo que el país necesita. Todos los Estados, en mayor o menor medida, recurren a los préstamos para financiar su progreso. Pero no fue lo que ocurrió en la Argentina.
El breve pero letal gobierno de Mauricio Macri escaló la deuda a un PBI para alimentar el saqueo financiero, implantar un nuevo orden económico y condicionar la autonomía política en caso de sucesión «populista», como la derecha transnacional denomina a los proyectos de arraigo popular.
El programa depredador del macrismo fue exitoso. El 90% de la deuda se fugó, la capacidad ociosa industrial –un signo de la destrucción productiva– trepó a máximos históricos, y el gobierno de Alberto Fernández tiene las manos atadas para «poner dinero en el bolsillo de la gente» –eje de su plan de reactivación económica–, hasta tanto no desarme la bomba de endeudamiento que legó su antecesor.
El desastre no sobrevino por error ni casualidad.
Según un informe del Centro de Investigación y Formación de la CTA (Cifra-CTA), durante el macrismo el aumento neto de la deuda pública en moneda extranjera fue de 103.808 millones de dólares. En ese mismo período, la fuga de capitales alcanzó los 93.667. O sea: nueve de cada diez dólares que ingresaron por deuda se fugaron hacia cuentas en el extranjero, cajas de seguridad o debajo del colchón.
El grueso de los préstamos provino del extranjero, incluido el del FMI, que violó su estatuto otorgando el mayor crédito vigente de su cartera para financiar la fuga argentina. «Una prueba de que el inédito endeudamiento no fue utilizado para financiar obras de infraestructura o capital de trabajo es que durante la administración Macri el Producto cayó el 5 por ciento entre el segundo trimestre de 2019 y el mismo período de 2015», apunta el informe de Cifra.
El macrismo endeudó a la Argentina a un promedio anual de 32.500 millones de dólares, un ritmo frenético que batió el récord de 10.300 millones anuales que ostentaba la dictadura cívico-militar. La comparación no es caprichosa. La dictadura sextuplicó la deuda externa para montar el ciclo de valorización financiera que rigió hasta 2001, cuando el país estalló. ¿La remake que protagonizó Macri habría sido posible si el saqueo originado en dictadura no hubiera quedado impune?
El «Nunca Más» de la deuda surge como respuesta a esta incógnita contrafáctica. No penalizar a los responsables de la «deuda odiosa» invita a que la historia se repita. Pero hacerlo implicaría llevar al banquillo a los dueños del poder y del dinero con los cuales el gobierno se propone, entre otras cosas, lanzar un Consejo Económico y Social que acuerde términos de convivencia para surfear la crisis en curso.
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