Acaba de publicarse en la Argentina "Bob Dylan. Vida, canciones, compromiso, conciertos clave y discografía", del periodista español Manuel López Poy. Sus páginas recorren la vida y la obra del popular cantante antes de recibir el tradicional galardón literario, revelando algunas curiosidades.
Pero más allá de ese entuerto, que no se resolverá en estas páginas, hay un artista por conocer. Porque, quien más quien menos, todo el mundo ha escuchado algunas o muchas de las grandes canciones escritas por Dylan, pero no son tantos los que conocen a fondo al personaje y su trabajo. A falta de una obra escrita por descubrir (aunque tiene algunos libros con poesía, canciones, dibujos y crónicas, todos muy difíciles de conseguir en castellano), la editorial Redbooks acaba de publicar a través de su sello Ma Non Troppo el libro Bob Dylan. Vida, canciones, compromiso, conciertos clave y discografía, del periodista español Manuel López Poy, cuyas páginas recorren, como su explícito título indica, una gran cantidad de aspectos centrales en la vida y la obra del reputado cantautor estadounidense, ahora también Premio Nobel de Literatura.
El libro, escrito antes de que los suecos convirtieran a Dylan en autor literario, comienza con un breve texto introductorio en el que ya desde su título López Poy realiza una impetuosa declaración de principios. «Sí, otro libro sobre Dylan», se defiende atacando, adelantándose a posibles voces que pudieran endilgarle el supuesto lugar común de dedicar otro volumen a la figura del popular cantante.
«Dylan es un personaje poliédrico y como tal es necesario abordarlo desde distintos ángulos, desde sus diversas facetas, aunque la mayor parte de las veces estas se mezclen, confundan o solapen», afirma el autor en el prefacio.
Enseguida desgrana una serie de frases que otros grandes de la historia del rock han usado para definirlo. «Nada de folkie o poeta: es la gran bestia del rock», afirmó Chuck Berry; «Uno de esos personajes que sólo aparecen una vez cada 300 o 400 años», elogió otro poeta rockero, el recién fallecido Leonard Cohen; «En la música, Sinatra puso la voz, Elvis el cuerpo y Bob Dylan el cerebro», Bruce Springsteen dixit. Un acierto, porque no hay mejor forma de empezar a hablar de la importancia de alguien que recolectando las muestras de admiración de sus colegas. Los elogios que recoge López Poy no son, por cierto, los únicos. Bono, emblemático cantante de U2 dijo alguna vez que «el mejor compositor es el que tiene la discoteca más grande, y nadie tiene una discoteca más grande que la de Bob Dylan.»
Sin embargo, a pesar de estas voces que celebran la labor de Dylan como poeta en el ámbito del rock, muchos de sus ahora colegas escritores no saludaron favorablemente la arriesgada iniciativa de los suecos. La escritora colombiana Piedad Bonnett afirmó en una entrevista con la radio RCN de su país, que Dylan no es un gran poeta y que como mucho tenía «momentos poéticos». Por su parte el escocés Irvine Welsh, autor de Trainspotting, emblemática novela de los años ’90, le hizo honor a su perfil provocador y escribió al respecto en su cuenta oficial de Twitter: «Soy fan de Dylan, pero este premio es una nostalgia desubicada salida de las próstatas rancias de un grupo de hippies seniles.» Pero no todos los escritores se han manifestado contrarios al premio. López Poy también cita en las páginas de su libro lo dicho por el enorme poeta chileno Nicanor Parra, para quien «tres versos de Bob Dylan justifican cualquier premio, incluido el Nobel.»
El resto del libro está dividido virtualmente en dos mitades. La primera de ellas incluye tres capítulos. En el primero, titulado «Su vida, su tiempo, su obra», el autor recorre a la manera de un relato biográfico más bien clásico los hitos más destacados en la vida del cantante, poniendo especial atención al desarrollo de su carrera como músico y a su vínculo con otros artistas.
Este capítulo es el más jugoso en cuanto a anécdotas e historias en torno de la figura de Dylan. Por ejemplo la que narra el acoso absurdo que el cantante comenzó a sufrir por parte de uno de sus fans, Alan Jules Weberman, a mediados del año 1970. Weberman se proponía salvar a Dylan «de sí mismo», porque, siempre según su criterio, el cantante, que por entonces era una celebridad y uno de los artistas más influyentes del mundo, «había abandonado sus valores originales y había dejado de ser el líder de masas que estaba destinado a ser». A pesar de su delirio, la figura de este personaje no deja de ser interesante. Weberman se adjudicaba, por ejemplo, la creación de una ciencia: la dylanlogía, que consistiría en hurgar de manera permanente en la basura del cantante para encontrar pruebas que dieran cuenta de «su desviación política, su adicción a la heroína y su colaboración con el gobierno israelí en la guerra contra los árabes».
Más tarde este concepto fue ampliado y remplazado por el de garbología, en la que todo lo anterior podría ser aplicado al estudio de cualquier famoso.
El siguiente capítulo, «El poeta del rock», comienza con el detrás de escena de su desembarco al Nobel de Literatura. «En 1996, Gordon Ball, un profesor de literatura de la Universidad de Virginia que estaba facultado por la Academia Sueca para proponer candidatos, apoyó la iniciativa de un grupo de admiradores suecos y desde entonces Dylan figura entre los candidatos del más universal de los premios literarios.» Es decir que la Academia tardó exactamente 20 años en admitir que el riesgo de entregarle a un cantante un premio de escritores valía la pena.
El último capítulo de la primera mitad, «Político controvertido», intenta resumir la férrea voluntad política inherente a la obra de Dylan, que a lo largo de su vida pública defendió, apoyó y difundió una enorme cantidad de causas. Pero también abarca las polémicas en las que se vio envuelto a causa de ello.
La segunda mitad consta de otros tres capítulos, que se parecen más a tres adendas, en los que se recogen de manera extensa algunos de sus conciertos más importantes, su discografía completa y todas sus apariciones cinematográficas, ya sea como actor, director, guionista y hasta personaje. Eso es lo que ocurre con el film Im Not There (2007), del estadounidense Todd Haynes, en la que seis actores distintos (entre ellos una extraordinaria y camaleónica Cate Blanchett, el británico Christian Bale, Richard Gere y el malogrado Heath Ledger) encarnan diferentes momentos en la vida del cantante. De este modo, el libro traza un perfil nítido de un artista que fue uno de los engranajes fundamentales de esa revolución cultural que fue el rock and roll, cuya obra permite que ahora pueda discutirse hasta dónde llega la literatura. Nada menos. «
Crónica de una premiación complicada
La designación del estadounidense Bob Dylan como Premio Nobel de Literatura es uno de los que más discusiones ha generado al interior de las instituciones vinculadas a las letras, pero también uno de los más celebrados a nivel popular. Pero no fueron los miembros de la Academia Sueca los únicos responsables de alimentar el fuego de las polémicas. El propio homenajeado se encargó de generar momentos incómodos desde el momento mismo en que se conoció su premiación, el pasado 13 de octubre.
Los protocolos del Nobel de Literatura marcan que una vez anunciado el ganador, los miembros de la Academia lo contactan para informarle la noticia.
El mismo día emiten un comunicado oficial haciendo constar la reacción del elegido, quien además realiza un primer contacto con la prensa. Nada de eso ocurrió esta vez. Recién el 17 de octubre, la Academia admitió su «renuncia a contactar» a Dylan de manera directa, luego de cuatro días de intentos infructuosos. Así lo aseguró en un diálogo radial Sara Danius, responsable del comité de elección del Nobel de Literatura. Para entonces el cantante tampoco había realizado declaraciones oficiales, ni aceptando ni rechazando el galardón, ni comentarios al respecto en sus conciertos realizados en esos días, ya que su agenda de actividades se mantuvo inalterable. Aunque Danius se manifestaba esperanzada de que Dylan aceptara el premio y viajara a Estocolmo para recibirlo, el miedo al rechazo estaba en el aire.
Lo que siguió fue una verdadera trama de intrigas. El 21 de octubre la web oficial de Bob Dylan reconoció el Nobel al incluirlo en el listado de los galardones recibidos por el cantante. Pero al cabo de unas horas dicha mención fue quitada, convirtiendo el asunto en un verdadero thriller. Los suecos debieron esperar todavía una semana más para que los nubarrones de la duda se despejaran. Según informó Danius, el propio Dylan llamó por teléfono a Suecia el 28 de octubre para avisarles que aceptaba el premio.
Sobre su largo silencio, el cantante explicó: «Las noticias me dejaron sin palabras.» Justo a él, que había sido honrado con un premio que celebra la elocuencia de su trabajo con las palabras. Sin embargo en dicha ocación no reveló si viajaría el 10 de diciembre a Estocolmo para recibir el premio en persona.
El jueves pasado, más de un mes más tarde de anunciado el premio, Dylan confirmó que no asistirá a recibirlo, aunque manifestó su tristeza por no poder hacerlo. En vista de la novela en que se ha convertido el asunto, no sería raro que de acá a diciembre hubiera más informaciones para este boletín.
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