Acaba de publicarse una monumental edición bilingüe de 1300 páginas de su obra lírica completa.
Es ciencia ficción. Porque el mundo sigue siendo la misma porquería que retrató Enrique Santos Discépolo en su tango y el mucho más previsible Premio Nobel de Literatura que recibió el famoso compositor y cantante estadounidense cayó como una bomba de hidrógeno sobre la superficie del campo de la cultura, donde dos bandos perfectamente opuestos se tomaron ese premio muy a pecho. Unos, para reivindicar una obra que lleva más de 50 años engrosándose a sí misma, haciendo méritos para justificar este o cualquier otro premio. En la orilla opuesta, los otros se rasgan las vestiduras y se mesan los cabellos, preguntándose a los gritos «¿Cuál obra?», recordando que más allá de alguna novelita y un exótico volumen de memorias, Dylan no tiene libros que justifiquen siquiera los muchos años en los que sonó fuerte entre los candidatos al galardón literario más importante del mundo. Mucho menos su ascenso final, ocurrido en noviembre del año pasado, cuando la Academia Sueca por fin pronunció su nombre.
¿Cuál obra? La pregunta es válida, porque las personas etiquetan cada espacio de la realidad a partir de un estricto sistema de codificación cultural, especie de pacto social a partir del cual se acuerda que la literatura solo produce libros, del mismo modo en que la pintura, el cine o la música se dedican a hacer cuadros, películas o canciones. Que es más o menos lo mismo que decir «los nenes con los nenes, las nenas con las nenas», parafraseando una canción popular que usualmente no suele venir al caso, pero que esta vez puede servir para poner el asunto en perspectiva. Para tomar dimensión de que el Nobel de Literatura entregado a Dylan (y que él se demoró tanto en aceptar) tal vez forme parte de una crisis notoria en la forma en que las sociedades comienzan a percibir la realidad, un signo de los tiempos de este siglo XXI que recién comienza. Entonces, si hoy una persona cuenta con la posibilidad de repensar su propio género e identidad, ¿por qué los académicos de Suecia no podrían tener el derecho a redefinir los límites de su premio y, junto con ellos, los de todo el territorio literario? El déficit de respuestas aumenta, aunque ya hay una, muy clara y definitiva. La editorial española Malpaso acaba de publicar por primera vez la obra lírica completa de Bob Dylan, en una monumental edición bilingüe de 1300 páginas. A partir de ahora nadie podrá volver a mirar para otro lado y preguntar «¿cuál obra?».
Se trata del volumen que al fin pone en papel las razones que llevaron a distinguir con el máximo premio literario a un artista que desarrolló la totalidad de su carrera dentro del mundo de la música popular. Es decir, transforma en libro lo que hasta ahora fue canción y poesía oral. Un truco de mágia, un milagro.
Letras Completas. Así se titula el volumen que reúne todas las canciones incluidas en su discografía, aunque en una revisión exhaustiva faltan los títulos de algunos álbumes y sólo un especialista podría explicar los por qué de esas ausencias. En sus páginas los discos se acomodan en forma crónológica y las letras se suceden respetando el orden original de las canciones en cada uno de ellos. Cada sección se completa con un dossier que ayuda a entender contextos y aportan valiosa información adicional. El efecto de contemplar ese cuerpo disperso por primera vez como una unidad es tan abrumador como asomarse a un abismo y puede provocar vértigo. De esa contemplación surge una certeza, que el autor del prólogo que abre el volumen, Diego Manrique, pone en palabras justas: «Cualquiera que siga a Dylan sabe que (pese a haber compuesto melodías extraordinarias, grabado discos deslumbrantes y realizado conciertos memorables) en su obra mandan los textos». Como efecto colateral, el libro convierte a Dylan en el primer ganador del Nobel de Literatura en recibir el premio antes de que su trabajo exista en tanto obra impresa. Parece que sí, nomás: al final todo el asunto era cosa de ciencia ficción. «
En busca de una bibliografía completa
Además de Letras completas, la editorial Malpaso reeditó otros dos libros que vienen a completar la obra escrita de Bob Dylan. Se trata de Tarántula, una especie de novela que no lo es tanto. Conjunto de textos que oscilan entre la prosa y las formas poéticas, su lectura puede resultar una suerte de lectura iniciática imprescindible para comprender el imaginario dylaniano que puebla sus canciones. El otro título que la editorial española ahora pone al alcance de los lectores argentinos es Crónicas I-Memorias, otro conjunto de textos absolutamente heterogéneos a través de los cuales el emblemático compositor recorre sus años de juventud, apenas antes de convertirse en uno de los nombres que revolucionaría la cultura del siglo XX de manera definitiva. Ambos volúmenes resultan imprescindibles para tener un mapa más completo para tratar de entender una de las decisiones más discutidas en la historia del Nobel de Literatura.
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