El día de la bandera negra: Black Flag flameó en Buenos Aires

Por: Nicolás G. Recoaro

La mítica banda de Hermosa Beach (California) volvió a la Argentina para dar una verdadera clase de hardcore punk. El guitarrista y compositor Greg Ginn marcó el ritmo de un show que no dio treguas.

¿Querés una historia bien hardcore? Es jueves previo a las elecciones y la noche es negra como los días en estas pampas. El loco de la motosierra tiene serias chances de llegar a la Casa Rosada si gana el domingo. Todo el mundo anda desquiciado por la calle. ¿Y cómo no estarlo? Eso es hardcore. La banda de sonido la ponen los californianos Black Flag. Los papás del género aceleradísimo, sucio y desprolijo van a hacer flamear su bandera negra en El Roxy palermitano. Alta en el cielo.

La banda nacida y criada en Hermosa Beach, una playita que besa el siempre violento Pacífico de la desangelada Los Angeles, llega a Buenos Aires comandada por su pater familias, el guitarrista Greg Ginn, socio fundador circa 1976. Si en los años setenta en la Costa Este reinaban los punk-pop Ramones, en la Oeste subsistían en el subsuelo del under los Black Flag.

“Hacelo vos mismo”, anarquía, guitaras filosas y canciones contrasistema, neuróticas y bellísimas que eran frescos dantescos del american dream y de la llegada del derechoso Reagan al poder. Los pibes eran algo así como los Hell Angels del hardcore.

El cantante Mike Vallely no se guardó nada.
Foto: Gentileza A. Ramone

Miles de bandas los copiaron: podrán imitarlos, pero nunca igualarlos. No olvidemos las portadas de sus discos, sus flyers, su logo de cuatro barritas como bandera que seguro viste en pines, remeras y vaya uno a saber qué maldito objeto más. Son obra del geniall artista plástico Raymond Pettibon, hermano de Greg. El Picasso punk.

Por este dream team pasó la crema y nata del género: alaridos del rasta Keith Morris -lo crucé por West Hollywood de casualidad hace unos años y me dio clases magistrales sobre la historia de la ciudad-, el hercúleo Henry Rollins al frente, el lungo Dez Cadena en violas, el colombiano Robo en la bata, la recordada Kira Roessler en el bajo y una docena de músicos más en casi 50 años de historia.

El show arranca puntual y sin demasiadas formalidades. No hay ni “hola” ni “buenas noches”. Black Flag iza la bandera negra con una declaración de guerra directa, que explota con “My War” al palo en el escenario pelado. La guerrilla californiana versión 2023 cuenta en sus filas con el eterno Ginn en guitarra, el skater Mike Valley en las voces y el dúo dinámico del bajista Harley Duggany el baterista Charles Wiley. Orquesta peso pesada.

Black Flag sin frenos

Primer acto: 40 minutos sin frenos dedicados a repasar entera la perla negra hecha vinilo titulada My War. Pibes y pibas se dan duro y parejo frente al tablado. ¡Cuidado con el grandote con remera de Minor Threat que te puede dejar por el piso si te choca con el acoplado! Igual reina la camaradería en el under. Somos algunas docenas de valientes, una secta disfrutando las sinfonías de la destrucción. Pasan himnos: “Can’t Decide”, “I Love You” y un cierre a puro grito con “Scream”. Una fiesta de la vieja escuela.

En el entretiempo, desde los parlantes suenan Miles Davis, Louis Armstrong y algo de funk para calmar a las fieras. El segundo acto será a puro clásico de clásicos. El comienzo es un loquero con “Nervous Breakdown”, el cafetero “Black Coffee”, la cerveza escapista de “Six Pack”, la oda a los medios basura con “TV Party”, danza en trance con “Gimme Gimme Gimme”… ¿Querés más? “Fix Me” y la garganta que no da más con “Rise Above”.

El gran finale, obvio, es con “Louie Louie” versión zapada extendida hasta la mañana del viernes. En la cabeza queda rebotando para siempre. Fuimos felices. Afuera está el loco de la motosierra, la inflación, la policía, los problemas de siempre… Eso no es hardcore.  

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