La activista ideó un espacio audiovisual donde se documentan años y años de las mujeres trans en la Argentina. Violencias y satisfacciones.
El material que registra el archivo comienza a principios de siglo XX, según detalla la presentación del espacio virtual, hasta fines de la década del 90. “La colección está constituida por memorias fotográficas, fílmicas, sonoras, periodísticas y diversas piezas como dnis, pasaportes, cartas, notas, legajos policiales, artículos de revistas y diarios personales.
“La democracia de las personas trans empieza en 2012, cuando el Estado por fin nos reconoce nuestra identidad”, afirma a Tiempo Argentino María Belén Correa, desde Alemania. “La democracia de las personas cis que llega en 1983 no fue la misma para las personas trans. Al contrario, vino una masacre más grande porque en esos años los grupos de operación y los Falcon que hasta el 82 secuestraban estudiantes, obreros y maestras, ya no lo podían hacer después del 83. Entonces se dedicaron a hacer ‘limpieza social’. Se creó el área de moralidad en el departamento Central de Policía y ahí queda registrada la matanza más grande de Panamericana. Todo lo hicieron entre el 84 y el 88”, expresa Correa.
“Si miramos, como decía Carlos Jáuregui, mediante la historia, el archivo de Madres y Abuelas nace mediante una colección personal que después del 83 con la democracia lo hacen visible. El nuestro también nace en la misma época, cuando viene nuestra democracia en el 2012, donde el Estado nos reconoce y nos da una identidad. A partir de ahí hacemos visible nuestro archivo, lo que veníamos juntando nosotras. Nuestras colecciones pasaron a ser acervo de un archivo”.
El primer llamado para armar el archivo fue virtual. Así comenzaron a aparecer las primeras fotos y recuerdos que cada una guardaba y de a poco, se convirtió en una colección colectiva. “El primer paso que tuvimos fue sabernos vivas. Saber dónde estaba cada una de nosotras: argentinas dispersas por Argentina o argentinas dispersas por el mundo. En Argentina la lucha por la identidad es muy fuerte y nosotras tuvimos ese derecho recién en 2012”, dice Belén.
Con respecto al impacto del archivo, María Belén afirma: «El impacto es para la sociedad que fue partícipe de todo eso, inconsciente o conscientemente con su silencio».
En 1986 una serie de muertes violentas en la Panamericana alertaron a la comunidad trans. Eran asesinadas a balazos, a golpes o atropelladas en un contexto de persecución y violencia que se desataba en particular sobre el cuerpo de esas mujeres pero que también se configuraba en la prensa amarillista de aquel entonces.
“La Panamericana quedó guardada en la mente colectiva, pero si me pongo a investigar en distintas provincias, había otras Panamericanas, otras calles, otras zonas donde pasaba exactamente lo mismo”, dice Correa.
“Hay todavía 400 legajos que siguen ocultos”, dice Belén. Cuando se hizo el Nunca Más, el rabino Marshal Meyer se reunió con Carlos Jáuregui porque vio cómo estaban ocultando archivos. “Eran fichas con personas detenidas y torturadas por su condición sexual mediante la clasificación que ponían: depravado, degenerado, pederasta, el que se junta solamente con personas de su mismo sexo y demás. Meyer también dejó su testimonio de que esas personas eran torturadas con mayor perversión y que le recordaba al Triángulo Rosa”.
Sólo una persona trans desaparecida fue buscada por su familia: Janet Derganz.
“Si tu familia te echaba a los 14 o 15 años vos ya habías desaparecido, pasabas a ser una NN girando por la vida. ¿Quién te iba a reclamar? ¿Una amiga que lo único que tenía de vos era un apodo? Que a la vez si te reclamaba también iba a ser desaparecida. Las familias de trans no buscaban a sus desaparecidas. En realidad, los militares estaban haciéndoles un favor: habían matado a esa travesti que era la oveja negra de la familia…. Si te habían echado a los 14 años, ¿quién te iba a ir a buscar? Había una dificultad para nosotras y era que al no tener identidad, no había búsqueda posible”, concluye. «
Janet Derganz es una mujer trans que desapareció en abril de 1977 en Córdoba.
Según testigos contaron a sus amigas, Janet fue secuestrada por hombres que conducían un Falcon verde. Se la llevaron y jamás apareció.
Sus papás desde Salta comenzaron a buscarla pero murieron. Luego, una sobrina tomó la tarea de indagar sobre la suerte de su tía y radicó una denuncia en Tucumán que posteriormente fue trasladada a Córdoba.
Janet no figura en ninguna lista de desaparecidos.
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