En la Semana del Asma destacan la importancia del diagnóstico y el control de esta patología que la sufren aproximadamente cuatro millones de personas en nuestro país. Sin embargo, la mitad no lo sabe. Por año se registran 15.000 internaciones debidas a crisis asmáticas y, a pesar de contar con tratamientos adecuados, todavía mueren por ella unas 400 personas al año.
De acuerdo con el Global Asthma Report 2022 de la OMS, la enfermedad afecta sobre todo a las infancias y las juventudes: se estima que en todo el mundo la tiene aproximadamente un 9% de niños, 11% de adolescentes y 6,6% de adultos. Para 2025 pronostican que se sumen cien millones de personas más en todas las edades y para todas las etnias.
Los y las especialistas sostienen que la tasa de asma aumenta a medida que las comunidades adoptan estilos de vida occidentales y se urbanizan. El factor ambiental es clave, y ante virus más potentes (como fue la aparición del Covid) el asma incide como un elemento más que puede aportar dificultad a la persona.
El asma también evidencia las desigualdades en el mundo: los países en vías de desarrollo aportan el 80% de la mortalidad mundial por esta causa y es en ellos donde la prevalencia está aumentando rápidamente en los últimos años.
El asma es una enfermedad en la que se genera una inflamación crónica de los bronquios, estrechándolos. Esto se manifiesta en el paciente como falta de aire, dolor u opresión en el pecho, tos persistente o silbidos al respirar.
Estos síntomas generan una limitación en las actividades diarias, desde la práctica deportiva hasta actividades tan cotidianas como caminar o bañarse. La principal consecuencia suele ser un mayor ausentismo escolar y laboral.
«Es una enfermedad sumamente variable, tanto a nivel poblacional (distintos pacientes pueden presentar distintas características dentro de los síntomas mencionados) como individual (un mismo paciente puede variar la forma en la que el asma se manifiesta a lo largo del tiempo)», destacan desde la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR).
También existen condiciones asociadas que pueden empeorar los síntomas, o ser factores que dificulten el manejo del asma aún con un tratamiento adecuado: las patologías alérgicas como rinitis crónica o dermatitis, sinusitis crónica, reflujo gastroesofágico, obesidad, medicamentos concomitantes, tabaquismo.
Aun 4 de cada diez pacientes con asma leve, según señalan, sufren de crisis de asma y hasta pueden fallecer. El problema es que al tener síntomas tan variables con periodos de tiempo asintomáticos, y ante la falta de educación médica, muchos pacientes suelen abandonar los tratamientos.
Los mayores inconvenientes suceden cuando los pacientes están incorrectamente tratados, no tratados o no controlados por su patología. Al tratarse de una enfermedad inflamatoria, el mejor tratamiento son los antiinflamatorios de las vías aéreas (corticosteroides inhalatorios de acción tópica que son seguros para el paciente y pueden utilizarse solos o asociados a broncodilatadores). En muchos casos los pacientes no reciben la prescripción correcta o abandonan el tratamiento. La falta de acceso a los medicamentos es otro factor implicado.
En niños es común el típico «puff», el problema (como suele suceder en medicina) son los costos: uno que dura dos meses, con dos aplicaciones diarias, puede costar casi 6000 pesos aún con cobertura de prepaga u obra social.
«Tener el asma bajo control significa no presentar síntomas, no tener limitación para las actividades físicas habituales y no necesitar medicación aliviadora rápida o de rescate», grafican desde la AAMR.
En un ataque de broncoespasmos, que suelen tener su «temporada alta» en otoño/invierno, no es inusual que se le aplique a la persona una inyección con corticoide. En caso de niños, quedan en observación en el centro de salud un par de horas para ver cómo reacciona a la aplicación de tres puff, especialmente salbutamol.
Curiosamente, el Asma es de las patologías más prevalentes en la población que no tiene programa público.. «Para dar respuesta a este gran problema», diferentes sociedades científicas como la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR), la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica (AAAeIC) y la Sociedad Argentina de Medicina (SAM), la ONG GANOA y la Asociación Argentina de Pacientes con Asma conformaron un grupo asesor «con el fin de proponer la Ley Nacional de Asma que permita la capacitación, educación, prevención y, fundamentalmente, acceso al tratamiento, para que los pacientes puedan llevar una vida digna y de calidad». El proyecto de ley fue presentado en mayo 2022 y aún está esperando que lo traten.
Ítalo Ortiz fue un futbolista profesional uruguayo. Jugó en Racing entre 1984 y 1988, en dos etapas, y también pasó por Almagro y Unión de Santa Fe, entre otros equipos de distintas divisiones del fútbol argentino. Jugó más de 160 partidos, como mediocampista central o por derecha, y hasta como segundo central. Una de sus virtudes era su despliegue y resistencia.
Pasó el tiempo. Estamos en el 2020, plena pandemia. Ítalo, ya con 60 años, comenzó con síntomas como mucosidad y sensación de falta de aire. Recuerda que fue luego de jugar un partido una noche muy fría de invierno. Se quedó con la camiseta mojada.
En su momento, lo trataron como un cuadro de bronquitis y le indicaron antibióticos. Después de un tiempo, al ver que no mejoraba, consultó con un neumonólogo. Le diagnosticó asma severa.
La enfermedad le afectaba su calidad de vida. Cualquier lectora o lector asmática sabe de qué se trata. Dormía con 3 almohadas, casi sentado, para que no le faltara el aire, sentía que ya no podía trabajar como DT de fútbol, porque no podía enseñarles a sus jugadores los diferentes ejercicios que debían realizar. Ni siquiera podía caminar media cuadra: se agitaba y empezaba a faltarle el aire. “Sentí que me cortaban las piernas como al Diego”, declaró. Toda la vida había sido deportista y el deporte es su vida. Sin embargo, su caso es paradigmático de una característica de esta enfermedad: podés pasar décadas de vida hasta que un día se te despierta.
Realizó varios tratamientos, sin lograr resultados. En mayo de 2022 comenzó a recibir un tratamiento biológico que él considera que “marcó un antes y un después en su vida”.
En la actualidad, disfruta de su familia, puede llevar a su hija a la escuela caminando sin agitarse. Van juntos a la plaza y a la hamaca sin inconvenientes. Retomó su trabajo de DT, sale a correr y practica deporte con normalidad. Duerme y descansa bien por las noches. Ya no recuerda cómo es sentirse mal por el asma.
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