Hay más de 700 foráneas en Argentina, tanto por tierra como por aire y mar. Pueden causar estragos ambientales, sanitarios y económicos. Desde Luján hasta Tierra del Fuego y Corrientes, los impactos son tan diversos como peligrosos. Por qué crece su presencia en todo el país.
La ardilla de vientre rojo fue introducida al país en 1970 y liberada con fines ornamentales en la localidad de Jáuregui, en Luján. A partir de un pequeño número de ejemplares, la población creció a gran velocidad. “Los daños visibles y cotidianos que afectan la infraestructura y servicios urbanos, como el corte de cables, tienden a atraer más atención mediática y social. Pero también hay impactos significativos menos visibles: daños a plantaciones forestales o árboles nativos y al arbolado urbano, afectan a sistemas de riego y frutales, o la posible competencia por sitios de nidificación con aves de la región”, enumeran desde el Grupo Ecología de Mamíferos Introducidos de la Universidad Nacional de Luján y del Instituto de Ecología y Desarrollo Sustentable (INEDES, UNLu-CONICET).
Ese animal comparte el listado de especies invasoras con seres tan diversos como el jabalí europeo, la ostra japonesa y el mosquito transmisor del dengue. Según el caso, implican riesgos para la salud, la biodiversidad y la economía. La globalización facilitó su propagación y el cambio climático está de su lado, pese a que el actual gobierno argentino relativice su existencia.
“Todos los estresores o impulsores de cambio actúan con las especies introducidas. En el mar, el aumento de temperatura hace que muchas tengan más facilidad para expandirse. Permite que especies nuevas que antes llegaban y se morían, ahora puedan sobrevivir. En el ambiente marino es clave. Y los cambios en los usos de la tierra, como el desmonte y la deforestación, también traen problemas”, advierte la bióloga Evangelina Schwindt, directora del Grupo de Ecología en Ambientes Costeros, una de las científicas argentinas que participó en Alemania de las reuniones para aprobar el informe de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (Ipbes), presentado en septiembre pasado. El relevamiento más exhaustivo hasta ahora sobre el tema.
“Las exóticas invasoras son especies que no pertenecen a un determinado ecosistema y no tienen enemigos naturales específicos. Son introducidas accidental o voluntariamente y una vez que se introducen, si logran colonizar ambientes y expandir sus poblaciones, generan impactos negativos sobre la biodiversidad, sobre el funcionamiento del ecosistema”, explica Celeste Franceschini, al frente del Laboratorio de Herbivoría y Control Biológico del Centro de Ecología Aplicada del Litoral.
A partir de la existencia de un listado de más de 700 especies en el país, su equipo se abocó a un relevamiento regional para establecer prioridades y urgencias en Chaco, Corrientes y Formosa. El proyecto propone una mirada integral del país: “Especies como el castor en Tierra del Fuego (que allí causa estragos) no tiene relevancia acá. Es necesario mirar esta temática con enfoque más federal”.
En su región, las invasoras van desde un mamífero de gran porte como el jabalí hasta una planta de flores vistosas como el lirio amarillo. “Al jabalí europeo se lo declaró como plaga en Corrientes en 2023; se ve a simple vista su impacto. Es una especie muy brusca, arrasa con todos los cultivos, jardines, huertas. Incluso con los cercos. Personas entrevistadas contaban que estaban reacias a volver a cultivar porque arrasaba con todo. Al ciervo axis seguramente también se lo declare dentro de poco como plaga para mitigar su impacto. Son medidas que surgen cuando la invasión ya está en su etapa avanzada”, detalla Mariano Gabriel Santajuliana, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional del Nordeste.
Tanto el jabalí como el ciervo se introdujeron para la caza, como ocurre en otros países. «Hace años se desconocía el efecto de las especies invasoras y se las introducía deliberadamente, como sucedió con el castor en Tierra del Fuego, que afecta enormemente los ecosistemas, incluso a escala de paisaje. Recién ahora se conoce más y hay otra conciencia. La gente ya ve la problemática y demanda soluciones. Por eso es tan importante difundir y que los científicos hagamos educación ambiental”, remarca Franceschini.
En los ríos argentinos, las especies no nativas con mayor presencia –en número y área–son la trucha arcoíris y la carpa común, según un estudio del Instituto Nacional de Limnología (INALI-Conicet). En el mar, algunas de las invasoras son tan diminutas como las microalgas. Ellas son productoras de toxinas paralizantes en moluscos y causantes del fenómeno conocido como Marea Roja, responsable de la muerte de gran cantidad de ballenas en la Patagonia en los últimos años.
“Es un ejemplo que nadie toma muy en cuenta. Tenemos eventos de mareas rojas que causan muchos problemas. El año pasado murieron unas 30 ballenas por estas especies. Saberlo tiene que llevar a programas de prevención. Controlar o erradicar es poco probable”, apunta Schwindt, especializada en especies marinas. También está el cangrejo verde, que se expande «a una velocidad impresionante desde Chubut hasta el sur de la Provincia de Buenos Aires. La primera detección fue alrededor del año 2000 y es un depredador voraz”.
“Es muy importante en nuestro país visibilizar esta problemática. Hay muchas especies que son exóticas invasoras y la gente lo desconoce. Muchas veces se ven los efectos cuando ya es demasiado tarde para revertirlo. La clave es trabajar mancomunadamente la parte académica junto con las instituciones educativas, y es sumamente relevante el acompañamiento de las autoridades: que apoyen estas iniciativas, que generen mecanismos para contar con ordenanzas y fiscalización”, plantea Franceschini. Y completa: “sería deseable, por lo menos que este tema sea visto como prioritario”.
La Universidad de Luján lleva casi dos décadas trabajando para concientizar sobre las problemáticas que genera la ardilla de vientre rojo. “Estos esfuerzos se vieron reforzados con la implementación de la Estrategia Nacional de Especies Exóticas Invasoras, que incluyó acciones de comunicación más amplias y desarrollo de materiales de difusión. No obstante, el nivel actual de conciencia social sobre la problemática aún es incierto, en parte debido a la incompleta implementación de las normativas vigentes y a que estas acciones de difusión deben ser continuadas en el tiempo. Es necesario intensificar las estrategias de sensibilización y educación pública para lograr un mayor compromiso social en la prevención y control de esta especie invasora”, advirtieron desde el Grupo Ecología de Mamíferos Introducidos de esa casa de altos estudios.
La difusión apunta a mostrar los impactos que causan, pero también se pone el foco en la tenencia responsable de mascotas (las ardillas no pueden serlo), el tráfico ilegal de especies y las recomendaciones sanitarias: no alimentarlas, no intentar tocarlas ni entrar en contacto con sus heces u orina.
Otro aspecto importante es el trabajo con la comunidad a través del monitoreo participativo, para detectar tempranamente a la especie en lugares nuevos. Las personas pueden ser parte de esta iniciativa de ciencia ciudadana, reportando fotos o ubicaciones. “Es lo más reciente y es importante difundir la posibilidad de que la ciudadanía colabore con las investigaciones”, plantearon desde el equipo de trabajo.
Los lirios amarillos son originarios de Europa, oeste de Asia y norte de África. Fueron introducidos en Argentina hacia la década de 1930 con fines ornamentales: por lindos. No se sabía cuántos problemas causarían. La principal consecuencia de su invasión “es la extinción de otras especies vegetales nativas, al impedir su crecimiento y supervivencia, por competencia y disminución de recursos, simplificando las comunidades de plantas en un ambiente y resultando, en algunos casos extremos, en ámbitos con predominancia total del lirio”, advirtieron Ángela Iglesias y Paula Gerstmayer, de la UNLP. Estudian el impacto de esta invasión, principalmente en las aves de la costa.
Paula Gervazoni, de la Universidad Nacional del Nordeste y el Conicet, busca soluciones para esta amenaza que ya está llegando al norte. Este año se prohibió su cultivo, comercialización y tránsito en Corrientes, porque implica un riesgo para los humedales y cultivos arroceros. Para su prevención se buscan herramientas en conjunto con otras instituciones como la Fundación para el Estudio de Especies Invasivas (FUEDEI) y universidades de países como Sudáfrica y Nueva Zelanda, que enfrentan el mismo problema (aunque la agresividad del lirio amarillo en Argentina está resultando inédita). Gervazoni estudia la posibilidad de ingresar un insecto específico (Aphthona nonstriata) que es enemigo natural de la planta en su área de origen. Mientras la ciencia nacional es degradada, esa ciencia nacional busca soluciones concretas.
Los puertos y los barcos están entre las principales puertas de entradas para las especies invasoras. Llegan en el agua de lastre –que se usa para la estabilidad de las embarcaciones- o incrustadas en el exterior de la nave.
“Hay legislación, un convenio y un plan implementado para buques internacionales”, dice Evangelina Schwindt, directora del Grupo de Ecología en Ambientes Costeros, sobre los controles del agua de lastre. Sobre las incrustaciones, en cambio, los avances son más lentos. “En la mayor parte del mundo no hay legislación sobre incrustaciones. Se está trabajando en un proyecto global, pero el del agua de lastre llevó varios años”.
En Argentina, Schwindt coordinó un trabajo para desarrollar un sistema de detección temprana y acción precoz en los puertos: “Hay que tener sistema de monitoreo y detección rápida para tratar de que no se establezca la especie. Trabajaron puertos, científicos, Prefectura. Se trabajó mucho para el protocolo y quedó sin poder aprobarse desde 2022. Hoy está en la Subsecretaría de Ambiente. Prefectura lo tiene muy presente y lo quieren reflotar para que se apruebe”. La experta señala que implica “un trabajo de coordinación enorme. Tiene que haber acuerdo entre puertos, provincias, Conicet. Es algo grande, pero es la única manera de tener en los puertos un sistema implementado para trabajar rápido si se detecta una especie. Es un punto clave”.
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