El reconocido actor colombiano que se transformó en ícono interpretando a Pablo Escobar ahora protagoniza la flamante miniserie de Netflix El robo del siglo. Personifica al líder de la banda que en 1994 concretó un multimillonario atraco al Banco de la República de la ciudad de Valledupar.
La naturaleza obsesiva de Parra no se quedó ahí. La popularidad de su Escobar favoreció que lo convocaran para múltiples proyectos. Reconocían su talento para el trabajo mimético –en reiteradas ocasiones asume papeles de personalidades reales–, pero sobre todo su capacidad para dotarlos de múltiples dimensiones y matices. Sólo en los últimos doce meses fue el villano ideal de La odisea de los giles, encarnó a Sergio Jadue en El Presidente (Amazon) y ahora encabeza El robo del siglo, la flamante serie de Netflix. Parra se transformó de un fenómeno colombiano a uno latinoamericano y una de las figuras más requeridas por las plataformas de streaming más importantes. El estreno de Netflix –no confundir con la película homónima protagonizada por Guillermo Francella y Diego Peretti– da cuenta de un sorprendente golpe contra la sede del Banco de la República de la ciudad de Valledupar, ocurrido en 1994. Los asaltantes se llevaron 24.072 millones de pesos colombianos, lo que hoy equivaldría a más de 53 millones de dólares. Esta vez Parra interpreta a Chayo, un ladrón de joyerías que luego de un robo importante inicia una doble vida al frente de una familia supuestamente inmaculada. Pero la falta de efectivo lo llevará a la desesperación y de ahí a comandar una aventura improbable con un grupo de cómplices pintoresco e improvisado.
De excelente humor, sin temas tabú y con un inconfundible acento bogotano, Parra habló con Tiempo Argentino sobre este presente marcado por El robo del siglo, sus obsesiones y deseos para el futuro.
–Uno de los atractivos de la miniserie es que retrata un robo fenomenal, pero que en reiteradas ocasiones está a punto de naufragar.
–¡El robo es un escándalo, amigo! Colombia ostenta el no muy honroso título de tener el robo en efectivo más grande de la historia de la humanidad. Nadie en todo el mundo ha sacado esa cantidad de billete de un banco. ¡Nunca! Y sí, la información que les pasaron no es del todo precisa y eso empuja a la banda a hacer las cosas como pueden. Aquí le decimos «colombianada»: cuando algo sale mal y se resuelve de una manera no muy ética y moral. ¡Esta historia está repleta de colombianadas! En su momento este atraco tuvo un gran impacto en mi país, incluso generó un enorme problema con la circulación de billetes y mucha gente que los había recibido de buena fe se vio perjudicada.
–Chayo, tu personaje, es un manipulador de pocos escrúpulos que termina seduciendo a propios y ajenos. ¿Cómo se logra eso?
–A mí la historia de Chayo me conmueve mucho. Yo sé que un ladrón no es un gran modelo de vida, pero él conoció el crimen porque se crió en la calle y agarró lo que pudo. Aprendió y subió el escalafón para formar parte de esas bandas organizadas que se dedican al robo de bancos, de galerías de arte, de joyerías y de catedrales. Un ladrón al que no le gusta la violencia, él trata de huirle a esa herramienta. Es chanta, como dicen ustedes, pero porque le toca. Lo que me deja pasmado es su doble vida. Esposo y padre casi ejemplar y, por el otro lado, su vida delictiva sin mayores escrúpulos. Esos sociópatas pueden ser parte de nuestras vidas sin que lo notemos. Eso es lo que asusta.
–Los seres humanos y los personajes de las series tienen contradicciones, matices…
–¡Totalmente, amigo! En Colombia a veces me critican porque yo hago determinados personajes y me acusan de que la gente los terminaba queriendo por culpa mía. Es un tema complejo. Por una extraña razón la gente genera más empatía por los villanos. Es así. Acaso será porque los buenos resultan más aburridos, no sé. Por otro lado, supongo que tiene que ver con que uno pone mucho trabajo y dedicación para que no sean una caricatura del mal.
Feliz & preocupado
«Te escucho perfectamente bien. Espérame que ahora voy a poner una lamparita para que se vea mejor y que no quede como que estoy en una penumbra», adelanta Parra al inicio de la entrevista vía Zoom. El actor asegura que transita la pandemia en su casa de Bogotá con su familia: «Aquí la cosa está cada vez más fea, pico de contagios y enfermos, toca encerrarse y cuidarse mucho». Confiesa que disfruta de su familia y de su casa, y también de frenar un poco el voraz ritmo que le exige su trabajo. «No voy a volverme loco, quédense tranquilos. Pero a veces me asalta el temor de que el virus no se vaya y la actuación quede paralizada para siempre. ¿Y si toca decirles a mis nietos que El robo del siglo fue mi último trabajo?», reflexiona.
La charla, casi inevitablemente, llegará a su construcción de Escobar. Parra edificó la versión definitiva del histórico líder del Cartel de Medellín y revive en frases de cabecera, memes y repeticiones en plataformas de streaming y canales de televisión.
–¿Qué hizo la diferencia en tu interpretación de Escobar?
–Yo quería hacer a Escobar mucho antes de que me lo ofrecieron, tenía mis ideas, mis obsesiones. El chiste era mostrar mucho más que al monstruo. Yo quería que la gente viera la radiografía completa. Mostrar también cómo era en la intimidad. Todos tenemos luz y oscuridad, aunque en distintas proporciones. Yo soy un cobarde, por ejemplo. A mí me da susto colarme en una fila (risas). El ser humano es muy complejo, amigo, y estos personajes me dan el placer de explorar la mente humana.
–¿Por qué tu Escobar es el más icónico y querido?
–Fue la primera serie que trató a Escobar con detenimiento y desarrollo. Creo que tengo la ventaja de que pegué la primera piña. A su vez, la serie está hecha en Colombia, y eso nos da un conocimiento de causa, y autoridad moral, que para otros países sería imposible por más que investiguen e investiguen. Los colombianos podríamos hacer una serie sobre Evita, pero difícilmente sería mejor que una que hagan en la Argentina.
–¿En algún momento te incomodó el fanatismo que generó tu Escobar?
–Sí, me perturbaba mucho. Por un lado no quería encasillarme. Por eso no acepté nunca más el papel de un narco. Pero también en un momento me agobió que sólo me relacionaran por Escobar. Que todos los días me pidieran que actuara como él en una discoteca, un casamiento, un cumpleaños… Los pedidos llegan de amigos o de totales desconocidos. Nunca lo hice porque siento que hubiera sido bastardear a uno de mis personajes. Pero entendía que enfrentar eso era una guerra totalmente perdida. ¡Como la guerra contra el narcotráfico! (risas). Así que ahora lo vivo relajado y lo disfruto. Son poquísimos los actores en todo el mundo que tienen un papel que se hace tremendamente exitoso e icónico. Meryl Streep es una gran actriz, pero no tiene una película o serie que se haya metido tan profundamente en la gente. Gary Oldman, otro gran talento, tampoco. Y sólo le estoy citando un par de ejemplos. Por eso ahora estoy orgulloso y quiero que vengan muchos más papeles que impacten, aunque tengo muy claro que no suele ser más de uno en la vida y es un placer para un pequeño grupo de colegas. A no ser que seas Sylvester Stallone que, mal o bien, se hizo emblemático con Rambo y Rocky (risas).
–¿Hay algún papel que tengas muchas ganas de hacer?
–Walter Mercado (el astrólogo y celebridad televisiva nacido en Puerto Rico). Todos los días le pido a Dios que me dé esa oportunidad. Me gustan los personajes que desafían la moral de los espectadores. El documental de Netflix hizo que me obsesionara. Todos los días grito para que me lo propongan: «¡Walter!, ¡Walter!, Walter!» (risas). Algo he hablado, pero no hay nada confirmado. Aunque en estas cosas suelo ser muy optimista y confío que en algún momento se va a dar. «
Una experiencia fallida
En 2017 Parra interpretó a Hugo Chávez en la serie El Comandante. Se trató de un enorme desafío actoral que el colombiano tomó con el compromiso y la obsesión de siempre. Su trabajo fue minucioso y dedicado. Sin embargo, la producción de Sony Pictures Television no recibió buenas devoluciones. El guión tuvo muchas críticas porque resonaba demasiado alineado con la mirada intervencionista que muchos gobiernos de EE UU suelen tener con los presidentes de países latinoamericanos que no le son afines.
–¿Alguna vez te arrepentiste de hacer alguna serie o película?
–No, nunca (piensa). Miento: me he arrepentido de la producción o de los resultados, pero no de la elección de mis personajes. Creo que, igualmente, es parte del aprendizaje en la carrera de un actor.
–Decías que hacer una serie sobre Escobar en Colombia le da una legitimidad extra. ¿No sucede todo lo contrario con una serie sobre Chávez producida por Sony Pictures Television?
–Es un buen punto. Creo que la serie de Chávez salió muy pronto, no era el momento de hacer algo así. Es cierto que la serie fue impulsada por Sony y muchos suponían que iba a tener una bajada de línea muy determinada. Pero viví el proyecto desde dentro y no fue tan así. Lo que más me interesó de hacer a Chávez fue tratar de entender la soledad del poder y la mutación que vivió como persona a partir de determinado momento.
«Es cierto –reflexiona el protagonista de El robo del siglo–. Tappan es muy amigo en la vida real y fue un placer y un lujo volver a trabajar con él. Diría que hasta fue un milagro porque siempre tiene la agenda repleta con múltiples filmaciones. Tan amigos somos, que desde que empezó esto de la pandemia nos prometimos hablar por teléfono todos los días y así lo hacemos. Un día llama uno, el otro día llama el otro, y si a alguno se le olvida, el otro le hace una escena (risas). Está viviendo en México, pero hoy en día las distancias no impiden la comunicación entre las personas».
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