La baterista, compositora y vocalista comanda un power trío que pulveriza lugares comunes. "La cadena del mal", su flamante álbum, recobra la audacia y la lengua filosa del mejor rock.
Y no falta a la verdad. Su sonido viene de otro tiempo -remite al rock más denso y heavy de los ’70- pero habla como pocos del tiempo actual, por la furia que expresa y las injusticias que denuncia. “Me saqué de encima varios abusos que tuve desde el poder. Ahí me di cuenta de que me habían afectado más de lo que pensaba. Vengo de una generación en la que no queríamos ser víctimas de nada ni de nadie (porque ahora se usa mucho victimizarse para ganar poder y lo detesto), pero siempre pensé que cosas que me habían pasado no me habían afectado como persona, aunque sí en mi carrera. Pero al abrirme y querer componer sobre eso, me di cuenta que sí me habían afectado como mujer y como persona.”
Lo comenzó a componer antes de la pandemia pero parece que todo fue compuesto y grabado en un tiempo corto y preciso, pero posterior: ayer, podría decirse. “Suena así porque las cosas a las que le canto son las mismas. Mi inspiración no son las canciones de amor: ‘nena, qué hacés, viniste’. A mí lo que me inspiró empezar a componer fue la necesidad de expresar lo que pocos dicen o lo que no estaba escuchando decir. Al menos de la forma en que quería escucharlo. Así hice mi primer disco que es medio como un panfleto feminista porque no lo escuchaba, ahora en un punto le canto al negocio de la música (por ponerle un nombre), que es lo que conozco, pero no pasa sólo ahí. Cómo Musimundo se transformó de un lugar que vendía discos a uno que vende licuadoras, y los discos pasan a ser licuadoras: todo es lo mismo. Y para mí todo eso es política. Esa es mi inspiración: sacarme ese enojo que tengo ante lo que veo que no me gusta. Y cada vez me gusta menos lo que veo”.
Uno puede estar todo el tiempo ante cosas que lo enojan pero, en términos artísticos, no puede andar hablando de ellas todo el tiempo: necesitan elaboración sobre qué y cómo decirlas. Excepto que, al decir de Álvarez, sólo le interese que le vaya bien. «Podés hacer un Luna Park, que te banque una productora grosa y callarte bien la boca. Hacerte el pelotudo, la pelotuda y meter el Ni una menos cuando ya es una institución que no mueve la aguja para nadie. En realidad les chupa a todos un huevo de tanto que rompieron las bolas. Ya fue hermano, eso era antes, ahora tenemos todo esto encima de nuestras cabezas.”
Lo que recién ahora empieza a entenderse como uno de los motores del voto a Milei, Álvarez lo viene entendiendo, podría decirse, desde que empezó a componer La cadena del mal (título por demás alusivo a ese desenlace que lo ubicó en la Rosada). “Creo que hubo una saturación de la sobreactuación de las causas. Creo que hay que ser específica, es como cuando llega fin de año se pide un novio y con mis amigas decimos: ‘Pedilo bien, porque mirá que te puede venir cualquier cosa. Que tenga dientes, pelo, que labure, no sea un pelotudo, curta bien… ¡Pedí bien!’ (risas) Esto que nos pasa a nosotros es como una moda mundial: ¡Los infradotados al poder! Es horrible pero es así.”
Puede decirse que Álvarez habla con credenciales: fue parte central de la música de los ’90, un tiempo que todos dicen que es casi como el actual. En el recuerdo, aquella música parecía ser mucho menos dócil. “Ahora también hay champaña, lo que pasa es que no les importa la prensa. Pasa por otro lado. Los ’90 fueron una buena época porque las bandas estaban de moda, pero también estaba de moda el estilo Santaolalla que hizo todo el rock ATP. La mayoría, por no decir casi todas las bandas que existen hoy todavía, fueron alentadas y arengadas por dos radios y dos suplementos. Los medios armaron la escena que todavía sigue raspando la olla -porque es el único laburo que tienen, está perfecto-, pero hubo una negación a otras cosas que no entraron en el menú. Había un despilfarro de guita porque había shows (después en los 2010 fue más estatal, aparece el rock bueno), pero ahora parece haber un despilfarro también: hay 20 Movistar Arena, una escenografía que por poco no vuelan monos comiendo bananas, hay un vestuario por canción: parecería que estamos en el mejor momento. Lo que pasa es que ya no les importa la prensa de música, pero el negocio sigue más que nunca. No sigue el estilo de antes pero los que están agarrados de la silla están agarrados más que nunca. Yo no tengo que quedar bien con nadie y esa es la única ventaja de no haber entrado en el circuito de los que tienen que tocar en vivo.” «
Andrea Álvarez presentará oficialmente La cadena del mal el viernes 4 de octubre a las 20 en Roxy Live, Niceto Vega 5542.
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