El gobierno español emitió un decreto para facilitar a las empresas mudarse de Cataluña.
Las escenas de brutalidad de la Policía Nacional española para reprimir a los ciudadanos que querían votar en el referéndum, ignoradas en los mensajes emitidos desde la capital de España, crisparon los espíritus en toda la región de Cataluña y encendieron las alarmas en Bruselas, que luego de repetir por meses que no aceptarán la secesión de una parte del territorio español como si con este mensaje bastara ahora tuvieron que salir a cuestionar la violencia de los uniformados.
Ayer hubo marchas «por la unidad» bajo la consigna «Parlem-hablemos». Organizadas a través de las redes, intentan desde las calles evitar una ruptura definitiva, para lo cual llamaron a vestir de blanco, con globos y carteles haciendo juego, para reclamar diálogo entre el Estado español y la Generalitat.
Una de las frases destacadas fue «España es mejor que sus gobernantes» como para dejar en claro el rechazo a las actitudes de cerrazón que en estos últimos días mostraron desde el Palacio de la Moncloa y en la Zarzuela, sedes del gobierno Rajoy y del residencia de la monarquía respectivamente. Pero que también había mostrado en Barcelona el gobierno de Carles Puigdemont.
La Societat Civil Catalana, en tanto, llamó para hoy a una masiva marcha contra la independencia en Barcelona bajo la consigna «¡Basta ya! ¡Recuperemos la sensatez! (Prou! Recuperem el seny!)». La manifestación será a mediodía y para el cierre prometió su asistencia el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.
Pero hay otro tipo de marchas que preocupan en Cataluña y que representan un colosal chantaje para los independentistas, como es el anuncio de que abandonarán la región un puñado sustancial de empresas y bancos radicados en esa próspera región ibérica ante el peligro de una secesión.
CaixaBank, Gas Natural Fenosa y Banco Sabadell informaron el traslado de sus oficinas centrales a otras regiones y la sangría promete seguir ya que Rajoy firmó un decreto-ley (de Necesitad y Urgencia diríamos por estas tierras) que permite el cambio express de la sede social de a cualquier firma sin siquiera avisar a sus accionistas. Se estima que hay 23 sociedades radicadas en Cataluña, con un capital superior a los 64 mil millones de euros, que podrían irse si avanza la separación formal de esa nación.
Para doblar la presión, el director de la Cámara de Comercio Alemana para España, Walther von Plettenberg, mostró la «preocupación» de los grupos germanos por la situación política en la región. Philippe Saman, director de la Cámara de Comercio e Industria Francesa de Barcelona, fue algo más cauto y se limitó a plantear la necesidad de diálogo «como reclaman algunas voces».
A los dos principales bancos y la gasífera se suman alrededor de diez otras empresas catalanas que amenazan con una mudanza, entre ellas la farmacéutica Oryzon Genomics, Eurona y Proclinic. Pero también emblemas nacionales como las bodegas Freixenet y Codorniu.
Una fuga semejante no haría sino profundizar la crisis de Cataluña. No es ocioso recordar que fue a partir del estallido de la burbuja financiera en 2008 que comenzaron los pesares para los españoles y especialmente para los catalanes. Y los analistas mencionan este hecho como el origen del crecimiento de las ansias separatistas que ahora explotaron en la sociedad.
Es que desde hace nueve años se produjo una alta concentración del sector bancario -con la desaparición o la fusión de nueve cajas de crédito, algunas de ellas con más de 150 años de existencia- como una forma de evitar la debacle total del sistema. Eso puso en riesgo una vieja asociación entre banqueros e industriales que llevó décadas de desarrollo para la región. El resultado es que se computa el cierre de al menos 65 mil empresas desde entonces y la pérdida de casi 700 mil puestos de trabajo.
Fue en este contexto que la dirigencia política ensayó un «salto hacia adelante» independentista de imprevisibles consecuencias. Con el argumento de que la región aporta el 20% del PBI español y la obligan a solventar a otras regiones «menos laboriosas». O directamente, alimentar a vagos.
El que inició este camino secesionista fue el ex presidente de la Generalitat Artur Mas, de la disuelta alianza derechista Convergencia i Unió, quien en 2015 aseguraba que «los bancos no se irán de Cataluña». Y añadía en un video que ahora hacen circular desde Madrid: «¿Pensáis que se marcharán de aquí? Claro que no se irán. Se quedarán». El viernes, en un reportaje al británico Financial Times, levantó polvareda al considerar -una frase luego parcialmente desmentida- que «Cataluña aun no esta preparada para la independencia».
Las amenazas desde los medios hegemónicos -ligados también al poder financiero español- van desde que si Cataluña se independiza el costo de la electricidad se va a ir a las nubes porque tendrá que comprar lo que necesita a precio de oro, hasta que habrá fuga de divisas y la Generalitat va a tener que imponer un corralito. Dicho así, con el sentido argentino del término. Los miles de argentinos emigrados a Barcelona en el 2001 se encargaron de contar lo que eso implicó entonces. «
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