Amazonia y el cambio climático

Por: Mariano Pedrosa

Los incendios que se propagan por la mayor reserva verde del mundo aumentan la emergencia climática producto de las políticas del negacionista Jair Bolsonaro. Organizaciones ambientalistas convocan a concentrarse en las embajadas brasileñas de todo el mundo.

Hace veinte días que el fuego consume la selva del Amazonas. Se trata de un desastre ecológico de gran magnitud, varios incendios que avanzan sobre la selva (y las comunidades que viven en ella). Las causas residen en la acción humana: la tala y la ampliación de la frontera agrícola. La política del presidente Jair Bolsonaro sobre el pulmón verde más grande del planeta se puede resumir en el apodo que él mismo ha adoptado: Capitán motosierra. En el último año, la deforestación de esa región aumentó en un 278% (más de 5.879 millones km2) según la información brindada por Ricardo Galvão, jefe del Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE), despedido por el propio Bolsonaro por dar a conocer ese índice. Los datos son similares a los del Instituto del Hombre y el Medio Ambiente de la Amazonia (Imazon) que indica que el 20% de la deforestación ocurrió en tierras protegidas.

La importancia del Amazonas se puede mensurar por ser uno de los grandes reguladores del calentamiento global. Por esto mismo, ya se pronunciaron desde el secretario general de la ONU António Guterres hasta el presidente francés Emmanuel Macron, quien ya habló de una crisis internacional: “Nuestra casa arde. Literalmente. El Amazonas, el pulmón de nuestro planeta que produce el 20% de nuestro oxígeno está ardiendo. Es una crisis internacional. Miembros del G7, nos vemos en dos días para hablar de esta urgencia”, escribió en su cuenta de Twitter. Incluso Francia e Irlanda advirtieron que no aprobarán el acuerdo de libre comercio firmado en julio entre la Unión Europea y el Mercosur si no se cumplen los compromisos ambientales. Unas semanas atrás, ya Alemania y Noruega habían suspendido sus aportes al Fondo Amazonia como consecuencia de las políticas (anti)ambientales de la actual gestión de gobierno. 

La respuesta brasileña al premier galo provino del propio Bolsonaro quien afirmó que “evoca una mentalidad colonial que ya no tiene lugar en el siglo XXI”, además de calificarlo como “idiota”. El general Eduardo Villas Boas, ex jefe del Ejército y asesor del presidente Bolsonaro, expresó que el francés “realiza ataques directos a la soberanía brasileña, que incluye obviamente amenazas del empleo del poder militar». El uniformado es famoso por haber presionado al Supremo Tribunal Federal de Brasil para que no concediera un habeas corpus a Lula da Silva.

Sin embargo, la fuerte crítica sobre las políticas predatorias no proviene sólo del exterior como quiere enmascarar el gobierno brasileño, la expresidenta Dilma Rousseff escribió un artículo en el que asegura que “la devastación de la selva amazónica es una cara aterradora de la destrucción de la soberanía nacional. Es un crimen de lesa patria cometido por el gobierno de Bolsonaro”.

El análisis de Rousseff apunta al corazón de las políticas extractivistas: “No es casualidad que ocurran grandes incendios en áreas indígenas y de protección ambiental. Tampoco que los incendios golpeen las áreas con el mayor registro de deforestación. Este es un efecto de la desastrosa política ambiental del gobierno que ha puesto fin a la vigilancia y las manifestaciones de Bolsonaro contra la existencia de reservas indígenas, la tolerancia al acumulación de tierras y la defensa de la explotación minera de las tierras que deben protegerse”.

El científico especializado en temas hídricos de la Universidad Nacional de Colombia, Germán Poveda, que integra el Panel Intergubernamental del Cambio Climático de la ONU (IPCC) advirtió en el medio El expectador que lo que sucede en la amazonia afecta a todo el continente: “El vapor de agua que evapora el bosque amazónico es exportado hacia la cordillera de los Andes, y vuelve a bajar por el piedemonte amazónico hasta el Río de La Plata, al sur de América. Los glaciares se nutren de esas aguas amazónicas. Ya están desapareciendo gracias al calentamiento de la atmósfera, y si le quitas otra fuente de humedad, se acelera el descongelamiento. Si se sigue deforestando, se altera el ciclo hídrico completamente. Ciudades como San Pablo, Buenos Aires y hasta Bogotá sufrirían de escasez. Y no solo baja el caudal río abajo, sino que se reduciría la cantidad de sedimentos con que los ríos andinos alimentan los ríos amazónicos. Los mismos sedimentos que hacen posible la increíble biodiversidad de la Amazonia”. Según advirtieron fuentes del Servicio Meteorológico Nacional argentino, el humo no tardará en llegar a la frontera norte nacional y sus efectos se podrán sentir hasta en Buenos Aires.

La política de Brasil sobre el Amazonas concentra las miradas por la emergencia climática que vive el mundo, que si no logra disminuir el calentamiento del planeta producido por el hombre para 2030 se habrá llegado a un punto de no retorno. Esto significa por ejemplo que la temperatura de los mares, el derretimiento de los polos habrán producido una pérdida irreparable de la biodiversidad con consecuencias  irreversibles en el clima, que golpearán duramente cada rincón del mundo, especialmente a los países en desarrollo del sur global ya que son los menos preparados para enfrentar esta realidad. Por este motivo, la ONU en París en 2015 tomó medidas drásticas tanto para que los países se adapten a los cambios ya producidos como para mitigar las consecuencias a futuro. En diciembre de este año, en Chile, se terminará de escribir la letra chica del Acuerdo de París que comenzará a regir en 2020.

A pesar que el debate por el cambio climático no ha entrado en la agenda de discusión de Argentina (no hay políticas públicas ni está presente en la campaña presidencial a pesar de que los expertos de la ONU han advertido repetidas veces que la generación actual es la última en poder generar algún cambio) es parte de los temas que se discuten en las altas esferas de poder del mundo, por eso la preocupación de los países nombrados por los incendios en el Amazonas. A estos habría que agregar a las organizaciones no gubernamentales que a nivel mundial plantean líneas de trabajo acordes a las planteadas en París 2015, que se relacionan a la conservación de los bosques, como los grandes reservorios de gases de efecto invernadero; la migración del modelo energético actual a uno “limpio”, basado en energías renovables; y el cambio del paradigma de consumo; entre otros temas. Del lado opuesto se encuentran los llamados negacionistas, como Donald Trump y Jair Bolsonaro, que cegados a toda la evidencia científica acumulada y llevados por intereses de los lobbies, insisten en empujar al mundo hacia un barranco del que ya no podrá ser posible salir.

De todos modos, no conviene olvidar que los principales responsables del calentamiento global mediante la emisión de gases de efecto invernadero, la fiebre consumista y las guerras, por ejemplo, son justamente los países del primer mundo, claro que no por eso la tragedia del Amazonas deja de ser menos trágica, su impacto en la emergencia climática es importante. Una de las consecuencias directas será la afectación de la humedad que dejará de atraer desde el océano Atlántico lo que provocará mayores posibilidades de sequía en Argentina. El cambio climático viene afectando al país duramente, tanto con sequías como con inundaciones, en 2018 las sequías se cobraron 11 mil millones de dólares en el sector agropecuario.  

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