2) La situación de Ecuador, de Chile y de Colombia indican que más allá del origen electoral de esos gobiernos, cuando se obturan los canales democráticos el régimen pierde legitimidad y la ocupación de la calle se convierte en un factor re-instituyente de la esencia misma de la democracia, que es el poder popular. Pero en la medida en que la movilización no se articule en una fuerza social y política organizada, no necesariamente va a cambiar de modo estable la correlación de fuerzas política existente.
3) Los poderes fácticos, tanto internos como externos, tienen capacidad de planificar sus estrategias a mediano plazo. En ese sentido, aun cuando sus intereses se vean afectados por estas movilizaciones, pueden estar tramando una opción B, que sea la de sostener un escenario de sociedades partidas en fracciones irreconciliables, que justifique un estado de conflicto permanente y convierta a América Latina en una suerte de nuevo Medio Oriente embrionario, de modo de debilitar el poder estatal. Y a partir de ello, engrosar los intereses de las corporaciones que se dedican al equipamiento militar y de las multinacionales que controlan los recursos energéticos.
4) El triunfo electoral del Frente de Todos en Argentina, como expresión más institucionalizada, sumado a las movilizaciones populares de otros pueblos de la Región, ponen en duda la continuidad del ciclo neoliberal que pensaba para sí mismo que había llegado para quedarse. La libertad de Lula forma parte de ese mismo fenómeno; es una muestra del resquebrajamiento de la coalición mediático-judicial-militar-empresaria, que había entronado a Bolsonaro. Es la misma Corte que inhabilitó al ex presidente en 2018 la que hoy le permite su libertad condicional, sin que los militares lo cuestionen, al mismo tiempo que la cadena de medios hegemónicos critica fuertemente a Bolsonaro y los sectores industriales de Brasil no le perdonan sus políticas neoliberales. Este cambio de clima en Brasil es otra de las razones que justifican la reacción violenta, brutal y desmesurada del Imperio.
5) En la Argentina no cabe ninguna visión extrema, ni aquella totalmente pesimista que dice que nos puede pasar lo mismo que en otros países, ni la que es totalmente optimista que sostiene que nunca nos va a pasar. Dependerá de nuestra inteligencia, tanto evitar lo primero como garantizar lo segundo.
6) La batalla que debe encarar el próximo gobierno de la Argentina, en un contexto tan delicado, nos llama a cuidar, consolidar y ensanchar la unidad del frente político y social. Si la respuesta a los condicionamientos del poder fuera únicamente en el plano de un frente político, sería sumamente débil. Pero si ese frente político, que ha convocado inclusive a sectores que fueron sus competidores electorales, reúne mucha más masa crítica sindical que aquella con que contaba hasta hace poco tiempo y suma a los movimientos sociales, al empresariado nacional y a sectores de la economía social, eso significa haber conformado un bloque social y político de poder que está a la altura de responder con un modelo nacional a los condicionamientos de los sectores neoliberales, que no se resignan a un nuevo gobierno popular.
7) El Imperio ve a América Latina como un sujeto único y planifica estrategias comunes para toda la Región. El golpe en Bolivia fue orquestado en el Departamento de Estado pero terminó de sazonarse en la provincia de Jujuy, con la presencia de empresas de litio, ONGs de la sociedad civil, líderes golpistas y la hija del presidente Trump, recibidos por el gobernador Gerardo Morales como anfitrión. Es decir, la reacción ejercita políticas de integración. Frente a esta mirada y estrategia común que tiene el Imperio hacia la Región como sujeto único, nosotros también deberíamos mirarnos como tal y construir un único frente político y social para toda la Región, que nos permita actuar coordinadamente, tanto a quienes ejerzan el gobierno como a quienes deban estar en la oposición.
8) Por último, ratificar la vigencia de la parábola de la piedra que impacta el vaso, de Pierre Bourdieu: el desafío central no es seguir argumentando sobre la agresividad de la piedra, sino construir una estructura lo suficientemente sólida como para que la piedra no la destruya.
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